Antes de abrir los ojos tuve claras dos cosas. La primera: aún era muy temprano en la mañana; y la segunda: había despertado en mi casa.
Lo primero lo supe porque la luz no entraba por completo en la habitación, y con mis ojos cerrados no percibía más que una oscuridad, aplacada solo por un tenue resplandor; de seguro la luz de mi cuarto. Lo segundo fue evidente cuando sentí que las sábanas me envolvían mientras giraba en la cama.
Llevaba unos tres minutos despierta, pero sin atreverme a abrir los ojos. Solo quería conservar la tranquilidad del sueño por unos minutos más; no estaba lista para enfrentarme a las cosas que hubieran pasado en la noche.
Me estaba aferrando a la explicación de Louis, obligándome a pensar que los crímenes y esas atrocidades no eran culpa mía sino de otra parte de mí, una parte inconsciente… pero seamos sinceros, esa explicación no tenía lógica, no era posible que algo así pasara en la vida real; y aún si fuera cierto seguía siendo mi culpa, porque el subconsciente es una representación de los deseos más profundos del ser humano, los deseos más oscuros y, por consiguiente, los más reales, aquellos que presentan a una persona como realmente es, y si en mi caso aquellos secretos, aquellas verdades, eran las ganas asesinar, pues… no me sentía muy segura con respecto a mi cordura.
Inevitablemente abrí los ojos, pero no porque quisiera, ni siquiera porque debiera hacerlo, sino porque ya no podía ignorar lo que estaba pasando en la habitación, a solo unos cinco metros de distancia de mi cama, precisamente en la cama de Louis.
—¡Eso dolió, ¿no podrías hacerlo más suave?! —medio gritó Víctor en tono bajo, tal vez para no despertarme.
Yo acababa de abrir los ojos y desde allí tenía una vista directa a la cama de Louis, donde estaban ubicados él y Víctor. El pelirrojo se encontraba recostado de espaldas y con mi amigo sobre él.
—Esto sería más fácil para ambos si no te movieras tanto —se quejó Louis. Luego añadió—: ¿Y podrías quitarte la camisa? No veo nada con esa tela ahí estorbando.
—No puedo levantar bien los brazos en esta posición.
—No hay problema, deja te ayudo. —Y un sonido me indicó que le había rasgado la camisa por la espalda. Yo solo podía verlos de perfil desde mi cama.
—¡¿Pero qué estás haciendo?! —se escandalizó Víctor mientras trataba de girar la cabeza para ver el estado de su ropa. Su voz se hacía un poco más aguda con cada palabra—. ¡¿Cómo esperas que vaya al instituto sin mi camisa?!
—Relájate, luego te presto una mía.
Louis se enderezó en la cama y se sacó su propia camisa por la cabeza, solo que esta no terminó hecha jirones como la de Víctor.
—¡¿Y ahora qué haces, por qué te quitas tú la camisa?! —El pelirrojo no cabía en sí de la vergüenza que sentía. Pude notarlo.
—Porque no quiero mancharla con tu sangre, Young. ¿Sabes lo difícil que es retirar una mancha de ese tipo? Tal vez esa sea la razón por la que los asesinos se deshacen de la ropa que usan al momento del crimen. Ahora cállate y deja de mover la cabeza, que no eres un maldito búho. —Esto último lo dijo porque Víctor no hacía más que tratar de ver lo que ocurría a su espalda.
—Está bien. —Resignado, hundió su cara en la almohada y dejó que mi mejor amigo hiciera su trabajo. Yo tuve un leve vistazo y fue claro el motivo por el que decidió hacerlo: tenía las mejillas rojas y no quería que Louis las viera.
—No te muevas —le advirtió—. Esto nos llevará un rato.
Louis tomó un par de pinzas que de seguro había sacado del botiquín que teníamos en el baño. Se inclinó y las dirigió a la espalda de Víctor y, una a una, empezó a extraer pequeñas piezas, que repiqueteaban en el cuenco metálico, ubicado a su lado, cuando depositaba alguna. Estaba muy concentrado en la tarea, y por cada pieza que retiraba, Víctor se quejaba levemente.
Algo en el hombro izquierdo del pelirrojo llamó mi atención: un tatuaje que no pude identificar. Nunca lo había visto porque él siempre usaba camisas o remeras que lo ocultaban, pero ahí estaba: un dibujo de tinta, marcado en su piel de forma artística y permanente. Solo pude ver unas cuantas líneas rojas y amarillas que se entrecruzaban, formando un diseño en el centro… Pero ya tendría tiempo para verlo más de cerca.
Aún no había intervenido para hablar con los chicos, porque no quería interrumpirlos y causar que Louis cometiera algún error. Su tarea parecía ser de mucho cuidado.