Veinte minutos después, ya estábamos llegando a casa de Kenji, y a dos manzanas de distancia, ya se podía escuchar la música electro, acompañada por las voces animadas de los chicos. Fue fácil encontrar un espacio libre para estacionar el auto.
Desde mi asiento pude ver el estilo de la casa: era de tres pisos (contando con el ático), toda la fachada estaba revestida de pequeñas rocas en distintos tonos marrones. El jardín era amplio y lleno de arbustos y flores; cerca de la entrada había un árbol que no supe identificar de inmediato: era alto, sus ramas marrón oscuro y estaba lleno con flores de un color rosa pálido.
Bajamos del auto y comenzamos a caminar hacia la casa; el cielo nocturno se veía despejado, iluminado por algunas estrellas, y una brisa fresca acompañaba nuestra caminata. A cada paso que daba, se apoderaba de mí un leve dolor de cabeza; era algo intermitente, y le eché la culpa a la música. Estaba tan poco acostumbrada a asistir a fiestas, que no me sentaba nada bien cuando lo hacía.
Todos estaban adentro y el jardín se veía despejado.
Ingresamos a la casa y fue como si nos transportáramos a otro lugar: nos encontramos rodeados de varios chicos y chicas del instituto, no solo los de nuestra clase; la temperatura subió de golpe y la música se hizo más potente, al igual que mi dolor de cabeza.
La música pasó de electro a ser una canción más antigua, pero igual de animada. Eso me gustó, porque enseguida supe que en toda la noche habría una variedad agradable, y no solo con lo más actual (que, sinceramente, no era lo mío).
Nos acercamos a la cocina y pude ver a Kenji, que estaba hablando con un grupo de chicos de nuestra clase.
—¡Chicos, sabía que podía contar con ustedes! —gritó para hacerse oír sobre el ruido, dirigiéndose a los dos chicos, que iban frente a mí. Cuando me vio, su rostro demostró sorpresa—. ¡Querida Beth, creo que esta es la primera vez que te veo en una fiesta!
—¡Agradécele a ellos! —repliqué en el mismo tono.
Kenji asintió, con una gran sonrisa, y volvió junto a sus amigos.
Quince minutos después, de nuestro grupo solo quedábamos Víctor y yo, charlando y compartiendo una botella de cerveza cerca de la entrada principal y de las escaleras que daban al segundo piso. Louis nos había dejado cuando Amy se le acercó, sin dignarse a saludarnos, y ahora no sabíamos dónde estaban.
No pude evitar fijarme en que el pelirrojo se veía más desanimado desde la desaparición de nuestro compañero, y ya se había bebido casi toda la botella él solo. Fue a la cocina y volvió con otras dos. Estiré la mano para recibir la mía, pero solo me dedicó una mirada confusa.
—No deberías embriagarte —exclamó.
—¿Y tú sí? —lo reprendí.
Se encogió de hombros y siguió bebiendo. Ambos sabíamos que solo lo hacía para no pensar en las cosas que Louis y Amy estarían haciendo en ese momento, y lo único que se me ocurrió fue intentar distraerlo.
—Lindo tatuaje, Víctor —comenté como si nada. Él se sobresaltó y me miró horrorizado, sin saber cómo lo había descubierto—. ¿Recuerdas cuando estuviste en mi habitación sin camisa?
—¡Bien hecho pelirrojo! —Una mano se posó en el hombro de Víctor y un rostro que no conocía apareció a su espalda. Parecía un chico de secundaria, con un rostro de facciones delicadas que le daban un aire inocente, y parecía haber bebido demasiado.
Nos quedamos viéndolo, sin comprender, y él solo me analizó de arriba abajo, de una forma nada inocente, por lo que comprendí lo que quería decir. Víctor también lo entendió, e hizo ademán de lanzarse sobre él, pero lo detuve entonces. No quería que se metiera en problemas en ese lugar por mi culpa.
—Está ebrio, solo ignóralo —le aconsejé, tomándolo del brazo y dando la vuelta.
Nos ubicamos en el porche, y agradecí internamente poder respirar un aire más fresco; que no duró mucho tiempo, porque Víctor encendió un cigarrillo enseguida.
—No sabía que fumabas —dije, como una idiota, para romper el silencio
—¿Te molesta? —Parecía realmente preocupado.
—Nah, solo trata de apuntar el humo a otro lado —le resté importancia. Luego recordé—. Cierto, te estaba preguntando sobre tu tatuaje.
—Oh, eso… —Se veía incómodo.