A veces mi sueño se ve interrumpido por gritos; gritos profundos y aterradores… no son míos, pero vienen de mi interior.
Siempre que estoy a mitad del sueño llegan y no puedo ver de dónde vienen.
Si hubiera sabido que al matar a esas personas sus lamentos quedarían grabados en mi mente no lo habría… Oh, vamos, ¿a quién engaño? Lo habría hecho de todos modos; esos idiotas lo merecían.
Me llevó un mes completo preparar todo lo necesario: armas, hora, lugar y atuendo, porque incluso tenía que lucir bien cuando lo hiciera; mi imagen era lo último que verían en sus miserables vidas, y lo mejor que podía hacer era estar presentable para la ocasión.
También era muy importante que todos estuvieran en la escuela y a la misma hora… a las 8:59 comenzó todo: llegué allí, preparado y arreglado, con los auriculares reproduciendo mi canción favorita, para acabar con todos; primero fue con los de tercer año, donde estaba la maestra Kira dando clase de historia. Ella era mi objetivo porque su voz se me hacía simplemente insoportable, y no solo tenía que aguantarla cuando tenía clase con ella sino en las tardes, cuando me obligaba a volver porque necesitaba tiempo extra. Así que entré al aula y le disparé en el cuello —sí, también había estado practicando mi puntería en el último mes—. A sus alumnos también los maté uno a uno; no tenía problema con ellos, pero habían sido testigos de mi ataque y no quería que alertaran a nadie antes de iniciar la verdadera diversión; solo fueron daños colaterales.
Pero no contaba con el sonido de los disparos ni los gritos que emitieron antes de morir, y cuando salía del salón me encontré a unos profesores que estaban investigando lo que había causado tanto alboroto; puede que los otros alumnos no hubieran tenido que morir después de todo; pero ya era muy tarde para ellos igualmente.
A los profesores que vi también los maté para, acto seguido, ir por los estudiantes de mi curso. Los encontré fácilmente en la cafetería —los mismos solían saltarse la primera clase cada viernes, tan predecibles—, y estoy seguro de que hubiera podido matarlos sin que supieran lo que había pasado… pero eso le quitaba lo divertido al asunto, ¿verdad?
Entonces me aseguré de que notaran mi presencia lo antes posible: con un tiro en la pierna derecha de cada uno. Fue tal su asombro al verme armado, y probablemente con la expresión de un auténtico psicópata, que no tuvieron palabras para expresar el terror que se leía en sus ojos; ¡y era algo inaceptable!
—¡¿Acaso no van a decir nada, estúpidos?! —les grité a la cara tan fuerte como pude. Se miraron entre todos para, finalmente, hablar solo uno de ellos.
—E-Enzo… ¿por qué haces esto? Ya sé que todos te tratamos como una mierda, pero… era solo un juego entre compañeros. —Mientras decía esto último soltó una risita nerviosa y miró a los otros tres, como buscando la confirmación a sus palabras. Los demás asintieron.
—¿Un juego que duró cuatro años? —inquirí con una voz más calmada que antes —. No lo creo.
Y le disparé en la cabeza.
Todos gritaron a la vez y empezaron a llamar a alguien que los ayudara. Tenía que darme prisa si quería acabar con ellos antes de que llegara la policía, porque seguramente ya estaban alertados de mi ataque sorpresa.
—¡Cállense ya!... y puede que los deje vivir… si ruegan por ello.
Todos atendieron a esta propuesta de vida, excepto una chica: Casey.
—¡Estás loco si crees que voy a hacer lo que me ordene un friki como…!
Y antes de que terminara la frase le disparé en el pecho. Una menos, solo quedaban dos: Tatiana y su novio Adam.
—Por favor Enzo… déjanos vivir y te prometo que no presentaremos cargos en tu contra. —Como si fuera a salirme de esta sin pagar caro por lo que estaba haciendo —. Solo no nos hagas más daño…
—Pídeme perdón por lo que todos ustedes me hicieron —exigí.
—Lo sient… lo sentimos mucho Enzo… —Ya tenía un brillo de esperanza en los ojos mientras hablaba; y le disparé en el estómago. Puede que sobreviva, y es lo mejor: para que nunca olvide lo que pasó ese día. Me miró aterrorizado, sin entender mi comportamiento.