Esta navidad te quiero a ti

7. El noviecito del jefe

La tarde avanza y la sesión de fotos continúa, pero yo no puedo concentrarme. Cada vez que Charles se mueve en los videos grabados, cada vez que pasa cerca con su maldita zunga roja, siento como si una alarma interna se activara en mi cerebro. Estoy haciendo malabares con mi libreta, anotando comentarios del director de arte y tratando de no perder la cabeza, pero Charles, por supuesto, parece completamente a gusto, como si ser el centro de atención semidesnudo fuera lo suyo. Lo peor es que probablemente lo sea.

En un momento, lo veo charlando con Panzotti, los dos riendo por algo que no alcanzo a escuchar. Esa sonrisa, esa camaradería, ese… algo entre ellos, me pone los nervios de punta. ¿Por qué se llevan tan bien? ¿Por qué parece que todo en la vida de Charles es tan fácil? Y, sobre todo, ¿por qué me importa tanto?

—¿Qué tal si incluimos una parejita? Es decir, veo que hay bikinis y yo me ofrezco candidata.

No sé en qué momento me he iluminado con la propuesta, pero si una parte de mí creía que solo sería para quedar bien ante el jefe y me dirían que no, pues me equivocaba, por los directores artísticos a cargo, acaban de considerarlo una magnífica idea.

Cielo santo, ¿en qué me metí?

***

Cuando Charles se separa de Panzotti y empieza a caminar hacia donde estoy, decido que ya es demasiado. Necesito confrontarlo, soltar lo que pienso antes de que mi cabeza explote. Estoy cerca de la carpa donde guardamos nuestras cosas, ajustándome la tirita del bikini que llevé por si terminaba metiéndome al agua. No pensaba usarlo, pero el sol está abrasador y la arena se ha colado hasta en mi alma.

—¿Te estás divirtiendo?—le suelto apenas llega, sin ocultar el sarcasmo en mi voz.

—¿Perdón?—responde, deteniéndose frente a mí con esa expresión relajada que me hace querer gritar.

—Digo, si te estás divirtiendo con todo esto. El show, las cámaras, tu gran conexión con Panzotti.

Charles me observa por un momento, evaluándome como si estuviera intentando descifrar un rompecabezas.

—¿Y eso qué significa?—pregunta finalmente, cruzando los brazos, lo que solo resalta aún más su maldita figura.

—Significa que todo es demasiado perfecto contigo, Charles. Tus conexiones, tu sonrisa, el hecho de que todo parezca salirte tan bien. Y no me vengas con que es pura coincidencia, porque todos sabemos por qué estás aquí.

Él frunce el ceño. Por primera vez, parece genuinamente molesto.

—¿Por qué estoy aquí, Nina? Por favor, ilumíname.

—Porque eres el novio de Panzotti, claro.

Las palabras salen antes de que pueda detenerlas, y el aire parece volverse más denso entre nosotros. Charles me mira como si acabara de decir la cosa más ridícula que haya escuchado en su vida, y tal vez lo sea, pero no pienso retroceder ahora.

—¿Qué acabas de decir, Nina?—pregunta, su tono bajo pero cargado de furia—. Espero estar equivocado en lo que entendí.

—Lo que oíste. Todo tiene sentido. Llegaste de la nada, te dieron todo en bandeja, y ahora te ríes con él como si fuera tu cómplice en todo esto. Es obvio.

—Eso no solo es absurdo, Nina, es insultante—dice, dando un paso más cerca de mí. ¿De verdad estás tan desesperada por desacreditarme que tienes que inventar teorías ridículas sobre mi sexualidad? Además, si fuere o no el novio de quién sea, ¿qué tiene que ver mi sexualidad en esto?

—No es una teoría—digo, sintiéndome cada vez más expuesta—. Lo vi en la forma en que lo miras, en cómo te llevas con él, y además… estás en una zunga roja otra vez en el día de hoy, seguro que bajo la perspectiva idónea del jefe quien da la orden. Perdón, pero eso grita GAAAY.

Charles suelta una carcajada, pero no es de diversión; es amarga, casi incrédula.

—¿Estás escuchándote? ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? Me acusas a mí, además, de ser algo así como un prostituto. ¿Y si fuera al revés?

—Me doy cuenta de que estoy cansada de tus juegos. De tu sonrisa, de tu perfección, de cómo parece que todo te cae del cielo mientras yo tengo que luchar por cada centímetro.

—¿Y eso justifica que te metas con mi vida personal?

Nos estamos gritando ahora, nuestras voces mezclándose con el sonido de las olas. Me doy cuenta de que algunas personas nos miran desde lejos, pero no me importa. Estoy tan enojada, tan cansada de todo lo que Charles representa, que no puedo detenerme.

—Si tu vida personal afecta mi trabajo, entonces sí, tengo derecho a hablar—le espeto.

Él da otro paso hacia mí, y ahora estamos tan cerca que puedo sentir el calor de su piel, la tensión en sus hombros.

—Primero, no tienes idea de lo que estás diciendo—dice, con su voz más baja pero cargada de una intensidad que hace que mi corazón se acelere—. Y segundo, si crees que soy gay solo porque estoy en una zunga, entonces tal vez deberías reconsiderar tu capacidad de observar.

Antes de que pueda responder, me toma de la mano y la coloca firmemente sobre su pecho. Su piel está caliente por el sol, y el latido de su corazón es fuerte y constante bajo mis dedos.

Y luego…

…la baja.

¡AAHHHHHHH!

—¿Te parece que esto es un juego, Nina? ¿Que no soy más que una sonrisa y conexiones de prostituto gay? Porque estoy harto de que me subestimes.

El aire entre nosotros parece chispear. Estoy a punto de replicar algo —cualquier cosa— cuando, de repente, él se inclina hacia adelante y me besa. Es un beso firme, intenso, y por un momento, mi mente se queda en blanco. Mis manos se apoyan instintivamente en sus hombros, y lo siguiente que sé es que estoy devolviéndole el beso con la misma intensidad.

El mundo se desvanece: el sonido de las olas, las risas distantes, incluso la arena caliente bajo mis pies. Solo estamos nosotros, y la energía que durante semanas estuvo latiendo bajo la superficie finalmente explota.

Cuando finalmente nos separamos, ambos estamos jadeando, con nuestras miradas entrelazadas.




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