Me quedo mirándolo después del beso, con el corazón golpeándome el pecho como si quisiera salir corriendo. Charles está ahí, a pocos centímetros de mí, mirándome con una mezcla de desafío y satisfacción. Su sonrisa, esa maldita sonrisa, ahora tiene un tono diferente. Es peligrosa, pero no puedo decidir si quiero darle otro beso o una bofetada.
—¿Eso es todo lo que tienes?—le suelto, intentando recuperar algo de dignidad. Mis palabras salen más seguras de lo que me siento—. Vaya, qué prueba de virilidad y de heterosexual más grande, ufff. Cualquiera puede dar un beso así. Incluso he besado a amigos gays en la boca y no significó nada.
Su ceja se levanta en un arco perfecto, y veo cómo su expresión cambia de divertida a depredadora. Claramente me estoy divirtiendo y claramente él también se divierte, pero claramente la ironía en ambos es aterradora.
—¿Ah, sí?—dice, dando un paso más cerca. Su voz es baja, como un reto—. ¿Cualquiera puede hacerlo? Porque eso no parecía justamente lo que te he producido con el beso, Nina.
Mi respiración se acelera y me odio a mí misma por dejar que me afecte de esta manera. Estoy atrapada entre querer demostrarle que no tiene poder sobre mí y… bueno, todo lo contrario. Pero no voy a dejar que gane tan fácil.
—Te sorprenderías de lo poco que significa un besito pobre como ese para mí—digo, cruzando los brazos como si eso pudiera protegerme de la intensidad que emana de él—. No pasa de ser un roce de labios, sigue intentando cambiar mi opinión porque de momento es la misma.
Charles suelta una risa baja, y su mirada no se aparta de la mía. Es como si estuviera disfrutando de mi desafío, como si cada palabra mía lo alentara más y no sé cuánto de lo que digo en realidad parece ser una cancelable súplica por un beso. Si mi vida fuese un posteo de noticias en redes sociales, definitivamente me habrían funado todos los seguidores.
—¿Entonces fue un roce de labios?—pregunta, inclinándose un poco hacia mí, nuevamente. Puedo sentir su aliento cálido contra mi piel, y un escalofrío me recorre la espalda—. Porque puedo asegurarte que puedo hacer mucho más que eso, Nina. ¿Quieres probar?
Mi garganta se seca de repente, pero no voy a dejar que lo note de ninguna manera. No voy a dejar que piense que tiene algún tipo de control sobre mí. Así que levanto la barbilla, desafiante.
—¿Ah, sí? Entonces demuéstramelo—digo con total intención y la frase apenas sale de mi boca antes de que me arrepienta.
Charles no necesita que se lo digan dos veces. Antes de que pueda procesarlo, sus manos están en mi cintura, firmes pero cuidadosas, acercándome a él con una facilidad que me deja sin aliento. Su cuerpo está cálido por el sol, y la sensación de su piel contra la mía es tan abrumadora que todo lo demás se desvanece. No hay playa, no hay olas, no hay nadie más que él.
Esta vez, cuando me besa, no hay espacio para dudas. Su boca se mueve contra la mía con una precisión y una intensidad que hacen que todo en mí se derrita. Mi mente grita que debería detener esto, que no es profesional, que no es… pero mi cuerpo tiene otras ideas. Mis manos se deslizan automáticamente hacia su espalda, trazando los músculos que había tratado de no mirar antes. Ahora, no puedo evitarlo.
—¿Esto también es un simple roce, Nina?—murmura contra mis labios, su voz grave y cargada de algo que me hace estremecer.
—No te des tanta importancia—logro decir, aunque mi tono no tiene ni una pizca de convicción. Estoy demasiado atrapada en la forma en que sus dedos trazan círculos lentos y deliberados en mi cintura.
Él sonríe contra mi boca, y la sensación me vuelve loca. Sus manos empiezan a moverse, subiendo por mi espalda, bajando por mis caderas, como si estuviera explorando cada centímetro de mí. Y yo… no hago nada para detenerlo. De hecho, me acerco más, dejando que mis propias manos recorran su pecho, bajando hasta…
—¡Nina! ¡Charles!
La voz de Brenda llega como un balde de agua fría. Casi me había olvidado completamente que ella también vino hasta acá.
Me separo de Charles tan rápido que casi pierdo el equilibrio, y él parece igual de desorientado. Ambos nos giramos hacia donde está Brenda, parada a unos metros de distancia con una expresión entre curiosidad y desconcierto.
—¿Interrumpo algo?—pregunta, levantando una ceja.
—No, claro que no—digo rápidamente, arreglándome el bikini como si eso pudiera borrar lo que acaba de pasar—. Solo… discutíamos sobre la campaña.
Charles se cruza de brazos, su sonrisa de siempre de vuelta en su lugar, pero hay algo en su mirada que dice que esto no ha terminado. Brenda nos mira a ambos con suspicacia antes de señalar hacia la carpa.
—Panzotti está buscando a los dos. Dice que necesitamos revisar los materiales antes de que los modelos se vayan.
—Vamos para allá—digo, demasiado rápido. Me apresuro a caminar hacia la carpa, sin mirar atrás. Puedo sentir los ojos de Charles siguiéndome, y estoy segura de que está disfrutando cada segundo de mi incomodidad.
Cuando llegamos a la carpa, trato de enfocarme en lo que Panzotti está diciendo, pero mi mente sigue volviendo a lo que acaba de pasar. A cómo me hizo sentir Charles, a cómo cada palabra suya parecía encender algo dentro de mí que no quiero admitir. Y, sobre todo, a cómo sé que esto no terminó aquí. Ni de cerca.