Esta navidad te quiero a ti

9. Insana competencia

El viaje de regreso a Buenos Aires es una eternidad encerrada en la camioneta con Brenda, Charles y Panzotti. Brenda está de lo más habladora, haciendo preguntas sobre la campaña, sobre los modelos, sobre cualquier cosa que le permita llenar el silencio durante el trayecto que excede el podcast que Panzotti ha decidido poner en el estéreo. Yo, mientras tanto, intento evitar mirar a Charles, lo cual es difícil cuando está sentado justo frente a mí con esa maldita expresión relajada que parece decir: "Sé algo que tú no sabes."

—¿Qué tal estuvo la playa, Nina? ¡Debutaste como modelo!—pregunta Brenda, girándose hacia mí con esa sonrisa de cómplice que me da ganas de lanzarme del vehículo en movimiento.

—Modelo de ropa interior masculina. Fui algo así como un agregado—respondo, intentando sonar neutral—. Al menos disfruté de una calurosa tarde de playa.

—¿Solo calurosa? Porque vi que tú y Charles parecían bastante… eh, ocupados. ¡Los dos modelando!

Casi me atraganto con mi propia saliva. Charles levanta la vista de su teléfono, claramente interesado en mi respuesta, y yo siento que mi cerebro se divide en dos: una parte quiere gritarle a Brenda que se calle, y la otra está demasiado ocupada buscando una excusa decente.

—Estábamos discutiendo ideas para la campaña y claro, poniéndole el cuerpo literalmente a la producción—digo, echando mano de cierta magia para responder con coherencia—. Ya sabes cómo somos, siempre tan… apasionados por nuestro trabajo.

Charles suelta una risa baja, apenas audible, pero lo suficiente como para que yo lo escuche. Brenda, sin embargo, no parece convencida así que redobla la apuesta, esta vez hablándome muy bajito:

—Dime todos los detalles sucios.

Es como si Brenda hubiera leído mi mente. No puedo evitar sonreír un poco, aunque trato de disimularlo.

—Por Dios, Brenda, nada de eso—. Mascullo entre dientes.

***

De vuelta en la oficina, las cosas empiezan a ir cuesta abajo rápidamente. Mi campaña para Instagram y TikTok, que finalmente estaba ganando tracción, de repente empieza a llenarse de errores técnicos y los descubro al regresar tras haberla dejado abandonada solo unas horas y el montón de inútiles de la oficina la han descuidado por completo. Videos que no se han subido, audios desincronizados, publicaciones programadas que desaparecen. Todo es un caos, y no puedo evitar sospechar que alguien está detrás de esto. Alguien con un buen motivo para sabotearme.

—Tienes cara de preocupación extrema. ¿Está todo bien con tu campaña?—pregunta Charles más tarde, pasando casualmente junto a mi escritorio mientras ya deberíamos estar terminando la jornada de trabajo. Su tono es demasiado inocente para ser genuino.

—Perfectamente—respondo tecleando a la velocidad de la luz, sin levantar la vista—. Gracias por tu interés.

Él sonríe, pero hay algo en su mirada que me confirma mis sospechas. Él lo hizo. Y ahora estoy lista para contraatacar. Oh, no, puede que no haya hecho nada, pero que está disfrutando ver la manera en que mis números se vienen abajo es un hecho absoluto.

Lo encuentro más tarde en la sala de reuniones, revisando sus propios avances en Facebook. Me acerco, cruzándome de brazos, y espero a que levante la vista.

—Eh, hola—me dice—, creí que ya te habías ido a casa.

—Haré horas extras porque las cosas decidieron irse por la borda mientras me tomaba fotos contigo en traje de baño.

—Vaya, qué honor.

—Fuiste tú.

—¿Qué?

—¿Te divierte sabotear mi trabajo?—pregunto directamente.

——¿Sabotear?—repite, fingiendo sorpresa—. Nina, estoy demasiado ocupado siendo brillante en mis propias plataformas como para preocuparme por las tuyas.

Por supuesto que no me hace ninguna gracia y él lo nota.

—Oye—insiste—, esto va en serio, no hice nada de lo que sea que me estés acusando, ahora, si te importa, tengo trabajo que hacer porque quedan menos de diez días para navidad.

—No te hagas el inocente. Sé que fuiste tú y estás dispuesto a todo con tal de quitarme el ascenso que me tengo merecido.

—¿Y qué exactamente crees que hice? Porque me encantaría escuchar tus teorías conspiranoicas.

Le doy un paso más cerca, ignorando la distancia mínima que ahora nos separa.

—Destruiste mis audios, borraste mis videos, hay piezas que se subieron completamente desconectadas y las tuvimos que bajar con las consecuencias que algoritmo que ello trae. Pero ¿sabes qué? Esto no me va a detener. Si crees que puedes ganar jugando sucio, estás muy equivocado.

Charles se inclina hacia adelante, apoyando sus manos en la mesa, y ahora estamos a centímetros de distancia.

—¿Qué vas a hacer al respecto, Nina? Porque si crees que soy peligroso ahora, espera a ver lo que puedo hacer cuando realmente me esfuerzo.

Suena una risita de su parte que le hace querer parecer el gran capocómico de este siglo y solo me produce ganas de querer soltarle una bofetada.

La tensión entre nosotros va in crescendo, pero antes de que pueda responder, Brenda aparece en la puerta:

—¡Nina! ¡Charles! El jefe quiere verlos a los dos. Ahora.

—¿El jefe? Dios, son casi las diez de la noche—dice Charles, pero lo evado.

Nos separamos de golpe, como dos niños atrapados haciendo travesuras, y yo suelto un suspiro frustrado. Charles me lanza una última mirada antes de salir de la sala, y estoy segura de que esto no ha terminado. De hecho, apenas está comenzando.




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