Esta navidad te quiero a ti

13. No te ilusiones, bebé

NARRADO POR NINA

El sonido de los villancicos no solicitados suena de fondo en la oficina. Estamos a un pestañeo de la navidad y el ambiente está cargado de olor a café recalentado incluso con las temperaturas de Buenos Aires en plenos treinta grados, lo cual pone tenso a todo el mundo, abunda la ansiedad generalizada y se tiñe todo de un inexplicable toque de canela que probablemente venga del difusor navideño que alguien, en un ataque de espíritu festivo, decidió traer. El caos típico de las fechas navideñas ha invadido nuestra agencia creativa como una tormenta de nieve, pero lo único en lo que puedo concentrarme es en no perder la cordura mientras trabajo codo a codo con Charles. Sí, ese Charles. El hombre que se pasea como si fuera el CEO de la Navidad y una seguridad digna de demostrar que es el todopoderoso de este trabajo.

Se cree que puede hacer mil cosas al mismo tiempo, por ejemplo, salvar mi campaña, trabajar en la de él, terminar con la que tenemos en conjunto y sacar adelante esta competencia entre ambos. ¡No soy de la bandera de los multitarea! ¡Una cosa por vez, como diría mi nona Tana que Dios la tenga en la gloria!

—¿Podemos enfocarnos? —digo, mientras hago clic frenéticamente en las carpetas de mi computadora. Un archivo crucial ha desaparecido, llevándose mi paciencia como rehén.

—Estoy enfocado. Tú eres la que está frunciendo el ceño como si estuvieras a punto de romper algo —responde Charles, sin molestarse en mirarme, mientras ajusta un video con la calma de un monje zen. Está tan relajado que me irrita profundamente, como si no estuviéramos al borde de un desastre creativo.

Lo miro de reojo mientras él sigue en lo suyo. Su laptop está llena de gráficos coloridos y animaciones que dan ganas de vomitar brillantina, pero maldita sea, funciona. Tiene esa habilidad molesta de hacer que todo lo que toca parezca profesional y atractivo, lo que solo me da más motivos para odiarlo. O admirarlo. Pero sobre todo odiarlo.

—¿Esa es tu gran idea para la campaña? —pregunto, con un tono de desprecio calculado, aunque secretamente estoy intrigada.

—No, Nina. Esta es mi idea “pasable”. La buena viene después —responde sin siquiera levantar la mirada, y me lanza esa sonrisa que es básicamente una bofetada a mi autoestima.

—Claro, como si necesitaras otra excusa para pavonearte.

Él se ríe, una risa suave y genuina que por alguna razón me hace querer lanzar algo contundente hacia su dirección. Pero me contengo, porque soy una profesional y porque, honestamente, no quiero arruinar mi taza de café.

Mientras intento concentrarme en mi propia campaña, escucho su teclado repiquetear con un ritmo que, de alguna manera, parece burla. Es irritante, pero no tanto como el hecho de que me está distrayendo. Mi cursor parpadea en la pantalla frente a un archivo de video que necesita urgentemente ajustes, pero mi cerebro está ocupado recordando cómo discutimos ayer sobre las fuentes tipográficas. ¿Cómo puede alguien tener una opinión tan fuerte sobre las fuentes y la supuesta psicología de la tipografía? Hasta la psicología del color he llegado, pero esto ya es demasiado, ¡hasta tiene una diplomatura universitaria en el asunto!

Me levanto para servirme otro café. Lo necesito, no solo para mantenerme despierta, sino para alejarme de él antes de que diga algo que me haga querer involucrarme en otro debate innecesario.

—No te olvides de la tregua —dice Charles a mis espaldas, como si pudiera leer mi mente.

—No la olvides tú—respondo sin mirarlo, mientras revuelvo mi café como si fuera el núcleo del problema.

El resto de la mañana transcurre en una extraña mezcla de tensión y productividad. Ambos estamos tan ocupados que apenas intercambiamos palabras, salvo para discutir detalles técnicos. Su video, que pensé criticar sin piedad, está quedando impecable. Maldita sea.

***

Al mediodía, el ambiente cambia. Estamos trabajando en una edición conjunta de un video que, para mi disgusto, combina nuestras ideas de manera alarmantemente efectiva. La pantalla frente a nosotros muestra una mezcla de luces navideñas, rostros sonrientes y frases motivadoras que normalmente detestaría, pero que ahora siento que funcionan para pantallas de espectáculos, no así para el material “orgánico hiperrealista” de las redes sociales.

—Esto necesita más ritmo —dice Charles, señalando la transición.

—No necesita ritmo, necesita contexto —respondo, cruzándome de brazos.

—Si tiene contexto pero no ritmo, nadie lo va a ver. Es como un chiste sin remate.

Lo miro fijamente, como si con mi mirada pudiera hacer que se ahogue en su propia confianza. Pero antes de que pueda responder algo cortante, me doy cuenta de que tiene razón. Maldita sea, otra vez.

—Como digas. —Finjo indiferencia mientras ajusto la edición.

Él sonríe, una sonrisa de victoria que no debería hacerme sentir nada, pero lo hace. Me irrita tanto como me desconcierta, porque lo último que necesito ahora es admirar a Charles más allá de su capacidad profesional. Pero es difícil no notar cómo su mente funciona con precisión quirúrgica mientras soluciona cada problema que se le presenta.

Acto seguido, mientras discutimos ideas para un texto promocional en la campaña, noto que la tensión entre nosotros ya no se siente hostil. Ahora es... diferente. Porque tenemos resultados que no pintan mal en absoluto.

—Escribe algo más sencillo. Directo al punto —dice Charles.

—Si fuera más sencillo, sería un saludo de WhatsApp.

Él se ríe y no puedo evitar sonreír también. Es un momento breve, insignificante, pero algo en el aire se siente distinto. Es como si, de alguna manera, estuviéramos empezando a entendernos. O tal vez solo estoy delirando por el exceso de café.

Trabajamos hasta tarde, afinando detalles y ajustando estrategias. Mi campaña, que estaba al borde del colapso, ahora parece tener vida propia gracias a los ajustes de Charles. Y su campaña, que ya era buena (lastimosamente he de reconocerlo), ahora tiene un toque de profundidad que claramente vino de mis sugerencias. Somos un buen equipo, aunque ninguno de los dos lo diga en voz alta.




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