Esta no es una Historia de Terror

Esta no es una historia de terror: las cintas

La casa estaba cerca de la avenida, pasábamos delante de ella cuando volvíamos del club. Mi hermana acariciaba las cintas verdes que flameaban atadas en los barrotes de las rejas de la ventana. Verdes claros, descoloridos, verdes nuevos brillantes, verdes oscuros, algunas desflecadas, bamboleando sus hilachas, otras recién ajustado su nudo formando un moño, un moño como los que usaba Vivi, Viviana, la niña de la casa.
Digo usaba, porque Vivi hace siete años que no vive en esa casa; allí solo está su madre y sus abuelos.
Mi hermana se detiene siempre y mira el póster de Viviana, que descolgado cuelga detrás del ventanal, como si se asomara a ver las cintas. Es una niña hermosa, de oscuros ojos negros, vestida de bailarina con su cabello tirante en un rodete y un moño, un moño verde.
—¿No volvió más Viviana, hermana?
—No… se fue con su papá… —le digo mientras tironeo de su mano para avanzar, porque esa casa me produce dolor, un dolor sordo en el estómago, como un presagio. Serán los ojos fijos de la niña bailarina, sin brillo ya, y las cintas que se bambolean con el viento fresco de marzo.
—Mamá dice que Viviana no se fue con su papá, su papá se la robó…

Es que es curiosa la historia, de la historia solo quedan las cintas verdes y las pegatinas de la madre en la municipalidad y en cada cartel de propaganda del barrio. A veces pega la causa fotocopiada, "secuestro" dice, a veces la cara de Vivi, como en el póster. A veces la cara del ladrón de Vivianas. La recuerdo por los cuentos de mamá, hija de un matrimonio birracial, entre Osmar, el musulmán, decía mi papá, y Celia, del barrio nomás. Que al cumplir dos años de su divorcio con Osmar, en plena madrugada la despertaron golpes en la puerta, y le allanaron la casa, con linternas y bastones, y no se llevaron nada más que a Viviana, con una orden. Celia nunca más volvió a verla, pero sabe dónde está, en otro país, que no conoce y del que no puede traer a su niña bailarina.
Uno pensaría que la justicia la podría ayudar, pero no, la justicia ayudó a la fuga del padre con la niña. Cosas de estos tiempos. Que me asustan, sobre todo cuando las cosas no tienen mucha lógica, ni por el lado de la verdad ni por el lado de la mentira, esta historia solo tiene un lado, el lado de la fuerza y el arrebato, de obtener lo que quieres sin mediar derecho alguno. Tengo pesadillas a veces, soy Viviana, y en medio de la noche me arrastran.
Mi hermana da un último vistazo a las cintas verdes.
—Parecen personas que saludan…
—Ninguna de ellas ayudó a Viviana, no sirven de nada ahora ahí…



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En el texto hay: historia del pasado, vecinos, barrio

Editado: 16.03.2025

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