[Aviso del sistema]
[C.N.R. detectado]
Remoción de unidad narrativa fallida.
Reasignación en curso…
Nuevo módulo de orientación cargado: Simulación 47—a_Beta.
“Si ves humo en tus pensamientos, por favor, respirá con empatía.”
Este mensaje ha sido aprobado por el Comité de Resiliencia Positiva.
Comenzando simulación…
Suspiro mientras observaba a otro caer en el despertar. Si. Al fin está sucediendo.
El loco Francisco, estaba emocionado, mientras se reincorporaba a la sociedad después de años de exilio. La utopía sin tiempo y sin problemas, se empezaba a desmoronar.
¡Ya nadie le podía decir loco! ¿Ahora todos sabían que estaba pasando?
Mientras caminaba vi como poco a poco la gente se quitaba aquellos anteojos horribles, y por primera vez se miraban a los ojos, no tenía sentido. Era la primera vez que se podían ver los rostros.
Se sentía un poco avergonzado, no estaba en su mejor momento. Una mirada con otro ser humano, después de más de diecinueve años, sentía que su primera impresión podía dejar mucho que desear, se veía delgado, con barba y demacrado. Al final, vivir en una cueva, cazando no era el mejor estilo de vida que podía tener y lo sabía muy bien, pero ahora todo valdría la pena.
Solo que… no entendía porque todos se veían horrorizados y enojados.
No entendía por qué todos se veían horrorizados. ¡Habían despertado! ¡Era su momento!
¿No era esto lo que querían? ¿La verdad?
Aunque tal vez…
Tal vez no esperaban que la verdad tuviera barba, costillas marcadas, y un olor a ciervo muerto del mes pasado.
El cielo era blanco.
No por nubes, no por niebla. Blanco. Estático. Renderizado con eficiencia para no distraer emociones innecesarias. Todo en la ciudad era limpio, suave, sin aristas. El pavimento emitía un leve aroma a lavanda neuronal.
Francisco caminaba como un extraño entre la perfección.
—¡Lo logré! —murmuró para sí, aún sucio, aún tembloroso de emoción—. ¡Volvimos! ¡Todos están despertando!
Pero entonces lo notó.
Los demás no sonreían. Lo miraban como si hubiera arrojado una rata muerta en una cuna. Algunos bajaban la vista. Otros se alejaban con pasos suaves, programados. Y algunos... se detenían frente a él. Con los ojos bien abiertos. Vacíos.
Una de ellas, vestida con una túnica de colores pasteles que pulsaban al ritmo de su tono emocional, levantó la palma abierta.
—Disculpe —dijo con una voz entrenada para sonar como ternura artificial—. Usted está generando una disonancia no autorizada.
Francisco frunció el ceño.
—¿Disonancia?
—Su olor, su expresión facial, su lenguaje corporal… no cumplen con el protocolo de convivencia emocional consensuada. Está interrumpiendo la experiencia sensorial compartida.
—¡¿Qué carajo significa eso?! —gritó él, asqueado.
—Su tono acaba de generar una microtormenta. Un ciudadano en la esquina izquierda ya pidió asistencia por crisis de autenticidad súbita.
Francisco dio un paso atrás.
Otra figura se le acercó. Un hombre impecable, con un botón en el pecho que decía FACILITADOR DE DESENCANTO.
—Te pedimos que no resistas. Lo que estás haciendo puede considerarse terrorismo emocional. Tu presencia no calibrada está desestabilizando la Simulación.
—¡Pero ustedes despertaron! ¡Todos se quitaron los lentes! ¡Esto es lo que querían!
El hombre negó suavemente.
—Nos quitamos los lentes, sí. Pero solo para ver mejor lo que queríamos ignorar. Es parte del Proceso de Aceptación Supervisada™. El Comité no aprobó tu regreso.
—¿El comité…?
—De Coordinación de Consciencias Emergentes. Nos reunimos todos los días a las 3:33 p.m., hora emocional. Evaluamos qué tipo de consciencia se permite en cada etapa del Despertar Colectivo.
Y sin una pausa real, añadió:
—Vos, Francisco, fuiste prematuro. Y ahora… Es una amenaza al Equilibrio Perceptivo.
Dos figuras de trajes pálidos se acercaron. Llevaban guantes de realidad sensorial y una caja de resonancia. Francisco reconoció el símbolo en ella:
Reencapsulamiento Conductual.
Lo iban a volver a dormir.
—¡No! ¡No me toquen! ¡Ustedes no entienden! ¡Esto no es libertad, es otra jaula!
Los guantes zumbaban al activarse. Su visión empezó a titilar. El cielo blanco se agrietaba con líneas rojas como si la realidad sintiera vergüenza.
Y justo antes de que lo alcanzaran, Francisco saltó. No con el cuerpo. Con el pensamiento.