Esta soy yo y ¿qué?

Prólogo

— ¿Qué es ese vestido? Ó no es vestido, es una carpa de circo — abro más los ojos con sorpresa, dolor y niego ¿Esto era real?

— ¿De.. de que hablas? — su sonrisa torcida que siempre me pareció bonita, era cruel, llena de burla.

— ¿Pensabas que me iba a casar contigo? — suelta una fuerte carcajada — te diré Agustina, eras una apuesta — niego mientras las lágrimas salen, él, mi prometido o más bien mi falso prometido, junta sus manos para aplaudir — si, Ivete, la bella, una verdadera mujer, me retó que yo no era capaz de conquistar al cerdo Palacios — cierro los ojos con fuerza, al escuchar el apodo que me habia puesto Ivete cuándo estuvimos en el Instituto. Nadie dijo que era algo cruel llamar a alguien por el cerdo Palacios... nadie tomó mi causa y abogó por ella, para todos yo era alguien que merecia ser insultada — mirate con ese horrible vestido de novia, pareces una insulsa piñata — vuelve a reir — si quieres podemos conseguirnos una vara para buscar a quebrar la piñata.

Me giré y sali corriendo de la tienda de vestidos de novia.

— si era una apuesta ¿Por qué esperó hasta el dia de probarme el vestido de novia para revelarme la verdad?

Corrí, hasta llegar al rio, mi cuerpo se sacudia por el llanto, ¿Cómo pude creer que ese hombre guapo se habia fijado en mi? Pensé que estaba viviendo un cuento de hadas, fui feliz por estos dos meses... si, sólo dos meses de noviazgos y Paul me habia pedido matrimonio, fui feliz como una lombriz por que crei en mi propio cuento de hadas.

Me deje caer en el suelo sin importarme el fango que habia, quite los zapatos de tacón y los lance al agua.

— pastelito — llevé mis manos a mi rostro y sin miedo de dejarlo manchado por el maquillaje, restregue mis ojos, escuche las ramas quebrarse bajó los pies de papá — me llamó la costurera, ¿Hubo algún problema con el vestido?

— no papá — bajó el rostro y fijó mi mirada en mis tobillos gruesos — no habrá boda — sentí sus manos en mis hombros.

— ¿Qué pasó mi pastelito? — su voz de preocupación me conmovió y supe en ese instante que no podía decirle la total verdad a papá, lo destrozaria, el pueblo Las Flores, era uno dónde la familia de Ivete Montes tenia mucho poder e influencia, si le decia la verdad, nuestra pequeña ferreteria sufriria por que nos tacharian de personas no aptas  los Montes y el pueblo por estar bien con esa familia, lo harían.

— Paul y yo nos dimos cuenta que nos apresuramos para el matrimonio, yo... — suspiró y recuerdo aquella carta al fondo del cajón — deseo evitar los chismes del pueblo.

— ¿Qué quieres decir? — giró mi rostro y veo el de papá, su rostro ajado por las arrugas pero que yo amaba con locura — Pastelito.

Papá, era un hombre maravilloso, sin estudios pero aún asi, no se habia negado a luchar por nosotros, se rehuzo a ser un peón de alguna hacienda como lo era la mayoria de hombres del pueblo, él y mamá habían levantado la ferretería, tenian buena clientela,aún de otros pueblos aledaños. Yo no iba a destruir eso, por que él se levantaria en contra de Ivete y eso significaria el entierro de su ferreteria.

— quiero ir a la ciudad papá — esquive su mirada, no quería ver su dolor, era su única hija — sólo será por un tiempo, tia Maruca me invita a su casa por unos dias.

Papá no responde, su mirada está en el paisaje, en el rio, luego en aquellas hojas que se mecian por el viento.

— está bien — su gorra ya desgastada y que no se quitaba desde el dia que se la obsequie,era estrujada en sus manos — cuándo estes lista, me cuentas realmente lo que pasó— sus mano callosa sujetó mi rostro para que lo mirará a los ojos — te conozco mi pequeño pastelito, le temes a la ciudad y para que decidas irte, algo fuerte debió pasar.

Cerré los ojos, inspire para tragar mis lágrimas.

— Te amo papá.

Alejandro.

— ¿Qué? — su ir y venir por la estancia me tenia mareado — ¿Estás loco Alejo?

Enarco una ceja, cruzo mis piernas mientras mi abogado no deja de ir y venir.

— no tienes necesidad de trabajar en ese lugar — me encogo de hombros.

— no me has puesto mente ni un momento, te dije que necesito espacio, tiempo cómo quieras llamarlo, estoy hasta el copete de sentirme vacío.

— pero puedes irte a alguna playa exótica, no sé, pero irte al lugar donde tomabas fotos de barrio.— levantó la mano molestó y Oscar decide callar.

— me tiene hasta la mierda toda está vida que llevó, tengo todo lo que el dinero puede comprar pero no es suficiente, dentro de mi hay un gran vacío, no hay una meta en mi vida, cómo antes, cuándo mi sueño era ser un famoso fotógrafo. Hoy no tengo nada.

Oscar carraspea y no responde, nadie iba a entender bien lo que sentia, me sentia cómo un cascarón vació.

Para todos, yo Alejandro Blanco, era un hombre sumamente feliz por mi gruesa cuenta bancaria pero nadie sabia el mal de cada quién, hasta que calzaba el mismo zapato.




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