Narrador
Su mirada se poso en la nueva revista, está descansaba en su escritorio. Apreto los dientes al verla radiante y por que negarlo... bonita, si, algo loco. Nunca penso que un dia iba a decir que Agustina Palacios era bonita. La prueba estaba ahi, ante sus ojos.
Ella con sus libras de más, con la cintura más gruesa que la de Ivete se veia bella, encantadora. Apreto sus puños con fuerza y dio un golpe seco en la superficie del escritorio, esto no podía estarle pasando, pensó, desearla. Era algo que rayaba en lo absurdo pero lo hacia, su cuerpo se había puesto duro como una roca al recorrer sus piernas, estas se veian hermosas, ahora que lo pensaba ella no las mostraba, sus anchas caderas en armonía con todo ella.
El cerdo Palacios habia cambiado para convertirse en alguien sexy y deseable. Si, deseaba enterrarse en ese cuerpo que rechazo pero que hoy le parecia apetecible.
Sus grandes senos y redondos se veian tentadores, una gota de sudor recorre su cien al imaginarlos en sus manos.
—Paul —la puerta es abierta y ve entrar a Ivete, su novia de toda la vida. Alguien que cuidaba su cuerpo y lo mantenia en forma pero de pronto le pareció insulsa, sus senos grandes pero que sabia no eran naturales ya que ella se los había operado, no le parecieron apetecibles, su cintura estrecha en estos momentos no le provocó abrazarla, sus caderas eran demasiado delgadas e igual sus piernas. Dentro de él las comparaba, en la revista ella estaba de medio lado, dejando entrever aquel gran trasero, respiro profundo mientras se maldecia asi mismo, tuvo la oportunidad de azotarlo, acariciarlo y no lo aprovecho —Iré a la ciudad —parpadeo para enfocar a su novia y que su cerebro pusiera atención a lo que ella habia declarado.
—¿Qué dijiste? —se sentia totalmente idiotizado, bajó sus manos hacia su parte intima, aún estaba dura.
—Iré a la ciudad —se acerca a su escritorio y toma la revista, su mirada es de burla —Iré a está revista —la gira para que él pueda ver una vez más la portada que lo estaba volviendo loco —es increíble que el cerdo Palacios salga en una revista y yo —lo mira con altaneria —nacida para triunfar no lo esté haciendo.
Él suspiró y pensó que lo que menos queria era escucharla hablar de su belleza, de que ella merecia lo mejor del mundo. No se sentia de humor.
—haré un casting y está mujer quedará para la historia.
—¿Irás a la misma revista? —Ivete asiente, mientras él por primera vez se plantea que era hora que hiciera una visita a la capital. Si, queria verla, ella desde niña lo adoro, lo idolotro asi que estaba seguro que al verlo dejaria que él hiciera lo que deseará... y en estos momentos era posearla.
Sacudió la cabeza por que no sabia que rayos le pasaba pero si estaba seguro que en este momento Agustina Palacios era la cosa mas deliciosa para él.
—Te acompañare —se recosto en su silla y ella lo miró sorprendida, sabia que él odiaba ir a la ciudad —no quiero perder a mi novia —la elogió para que se sintiera tranquila —eres tan bonita que sé, muchos quedarán prendados de tu belleza.
—Oh Paul —ella rodeo el escritorio, dejandose caer en sus piernas, abrió más los ojos al sentirlo —vaya que linda sorpresa la que me he encontrado.
Cerró los ojos mientras Ivete lo acariciaba, por primera vez desde que estaba con ella que se imaginaba que era otra mujer la que lo acariciaba... si, se la imaginaba a ella... a Agustina y sólo era cuestión de dias para tenerla entre sus brazos.
Agustina
—son buenas noticias —tia Maruca sonríe mientras cruza una pierna sobre la otra —ya no dependeré sólo de la pensión que me pasan, sino que tendré mi propio negocio.
—Lo sé y me alegra mucho —tia Maruca continua revisando las fotografías del local donde instalaria la comideria Doña Maruca, parte de mi sueldo lo habia depositado en la cuenta de papá y estaba invirtiendo en el sueño de mi tia.
—¿A que horas llega la jovencita? —levantó la mirada y veo a Melissa en el umbral de la puerta, ella esta mirando hacia todos lados. Levantó la mano y ella se dirige hacia nosotros, me pongo de pie y nos saludamos con un fuerte abrazo.
—Llegaste —nos separamos y puedo notar las bolsas oscuras debajo de sus ojos —tia Maruca ella es Melissa, mi amiga.
—Un gusto jovencita —su mirada se posa en ella —estás muy delgada, te ves casi transparente —tia Maruca le hace señas a la camarera y pide por Melissa quién no ha tenido tiempo ni de respirar.
—¿Pasa algo Melissa? —ella baja la mirada, su sonrisa y el brillo de sus ojos había desaparecido.
—Estoy sin empleo —sus ojos tristes me causan una punzada de culpa, no habia contactado con Melissa, una vez sali del salón...hasta ahora, habia sido mala amiga.
—Perdóname —susurre, no podia ser que en el mundo que me habia sumergido de tanta lástima que sentía por mi misma por mi peso me habia hecho actuar con egoismo.
—No tienes por que disculparte —calla cuando la camarera le ha llevado la comida —estabas pasando por momentos dificiles Agustina pero me alegra saber que estás bien.
—Me agradas jovencita, en medio de tu desgracia tienes un corazón de oro —murmuró tia Maruca.
—¿Qué paso? —me atreví a preguntar.
—Este señor quiso sobrepasarse conmigo —la veo con la boca abierta —asi que le patie las bolas —sonríe y lleva un bocado a su boca —me quede sin trabajo pero me di el gusto de verlo de rodillas, sujetandose las bolas y el rostro morado de dolor.
Suelto una carcajada, Melissa era una mujer de armas tomar.
Tia Maruca la observaba con un brillo en los ojos, la admiraba. Comenzó a hablarle del trabajo, necesitabamos a alguien que administrará el negocio. Recordaba que Melissa habia estudiado Administracion de Empresas, asi que era la indicada para el puesto. Su rostro se iluminó y dejó los cubiertos a un lado, Melissa estaba feliz.
Las observé por largo rato. Me sentía mal por los dias grises que le tocó vivir y yo no estuve enterada.