En la mansión de la familia Rossi se celebraba una pequeña reunión, con los invitados de más alto estatus de la ciudad y alguna que otra celebridad.
Anastasia, al ver que su esposo Daniel se había ausentado de la fiesta, decidió ir a buscarlo y lo encontró en su despacho, viéndolo, a través de la puerta entreabierta, en compañía de su amante. Ella, Cecilia, se inclinaba sobre él y se besaban apasionadamente en los labios.
— Lamento interrumpir. — Habló Anastasia, al empujar la puerta y pasar al despacho con paso decidido. — Mi suegro te está esperando con un hombre al que quiere que conozcas.
No era la primera vez que se encontraba con una escena como esa, en ocasiones, incluso estando en el momento de mayor pasión entre ellos.
— La próxima vez llama a la puerta. — Le reclamó Daniel, apartando a Cecilia de él y acomodando su chaqueta.
Daniel era el presidente de la empresa de cosméticos Rossi. Cecilia y él habían sido amigos toda la vida, y todo el mundo, incluida Anastasia, conocía que los sentimientos de Daniel por Cecilia eran los mismos que los de ella. Estaban enamorados.
— La puerta se encontraba abierta, lo siento, no pensé que estarías haciendo algo así en una reunión que tú mismo has ordenado. — Respondió Anastasia, mirando como la amante de su esposo se acomodaba su vestido.
Cecilia era una conocida y bella actriz.
— Ni modo… — Suspiró Cecilia, y miró a Daniel cuando fue agarrada por él. — Ven a visitarme a mi apartamento. — Le pidió y le colocó bien el cuello de la camisa y la corbata.
Cecilia se mordió el labio inferior, se había quedado con las ganas de seguir jugando juntos.
— Iré en cuanto pueda. — Le contestó Daniel, que le apretó las mejillas en un gesto cariñoso y de complicidad, conteniéndose para no besarla. Después, Daniel caminó hacia la puerta y pasó por al lado de Anastasia, mirándola con el rostro frío y sin una chispa de cariño hacia ella. — Vamos, ¿o piensas que iré solo?
— No, claro que no. — Dijo Anastasia.
Daniel salió del despacho y cuando Anastasia lo iba a seguir, escuchó a Cecilia hablar.
— ¿No es muy patético que sigas al lado de Daniel? Cuando él me ama y me seguirá amando toda su vida. — Cecilia caminó hasta Anastasia y se detuvo a su lado. — Aunque tengas una hija con él, eso no cambia el hecho de que Daniel volverá conmigo.
Cecilia se rió y se marchó del despacho. Anastasia se agarró las manos, conteniéndose para no derramar ni una sola lágrimas.
— Anastasia. — La llamó su suegra, que se acercó. — ¿Por qué esa cara? Acaso Daniel, ¿él te ha regañado?
— No, estoy bien. — Mintió Anastasia.
— La he visto salir de aquí, Cecilia y mi hijo son unos sinvergüenzas. — Habló Laura Rossi.
Anastasia negó, ella sabía perfectamente, desde el día que decidió casarse con Daniel, que a él le gustaba Cecilia, aún cuando Cecilia eligió su carrera como actriz que ser su esposa.
— Ellos se aman. — Anastasia era muy consciente de ello, pero eso no evitaba que le doliera y que estuviera enamorada de él. — Entre ellos, yo soy la intrusa.
— No hables así. — Laura la agarró de las manos. — Si hay un culpable somos los adultos que decidimos vuestro compromiso, lo siento tanto por ti como por mi pequeña nieta Daniela.
— No hable tampoco usted así. Me casé con Daniel porque así lo quise, lo único que lamento es no haber podido cumplir con la palabra que le dije una vez a Daniel… Que yo haría que se olvidara de Cecilia y me amará a mí.
— Hija. — La señora Rossi apretó sus manos, llorando en el lugar de Anastasia.
— Señora… — Anastasia se preocupó más por su suegra, que por ella misma.
Fuera del despacho, Cecilia lo escuchó todo y tuvo claro que tenía que quitar a esa mosquita muerta de al lado de Daniel, antes de que él cayera en las estúpidas palabras que una vez le dijo.
Anastasia, junto a Daniel, saludó al invitado que el señor Rossi quería presentar a su hijo.
— Él es quién se está ocupando de la empresa de cosméticos. — Andrés Rossi colocó su mano en el hombro de su hijo Daniel. — Mi gran orgullo.
— Para usted también debe de ser un gran orgullo, ¿no, señora Anastasia? — Le preguntó a Anastasia la esposa de ese hombre.
— Lo es. — Contestó Anastasia con una sonrisa. Daniel agarró su mano y la besó. — ¿Cómo no estar orgullosa de él? Si es el hombre perfecto.
La pareja invitada se rió y felicitaron a Daniel por la esposa tan compasiva y hermosa que tenía.
— Mamá. — Escucharon a Daniela que se agarró a la falda del vestido de su mamá.
— Daniela, ¿no debería estar en la cama? — Le preguntó Anastasia a su hija de cinco años. — ¿Y Jenifer? ¿No está contigo?
Daniela negó.
— He tenido una pesadilla y Jenifer no estaba. — Respondió Daniela y tiró de la mano de su mamá, queriendo que la acompañara hasta su dormitorio.
— Sabes que esta reunión no es para que ande los niños. — Habló Daniel, que se acercó a su hija y se inclinó hacia ella. — Te llevaré a la cama. — Daniel le entregó a Anastasia su copa, dándole luego un beso en la cara y mirando al invitado de su padre. — Disculparme, enseguida estaré con ustedes.
— No se preocupe, nosotros disfrutaremos de la compañía de su esposa. — Habló la señora, con una radiante sonrisa.
Daniel cargó con su hija en sus brazos y Anastasia lo vio marcharse de la sala de fiestas.
Pasado un largo rato, Anastasia se extrañó de que Daniel todavía no fuese regresado de acostar a Daniela y al abandonar la sala de fiestas para ir a comprobar si pasaba algo, se encontró con Jenifer, la nana de su hija, que bajaba las escaleras.
— ¿El señor Daniel se encuentra arriba con Daniela? — Anastasia preguntó a Jenifer.
— No, señora, me encontré con el señor cuando iba a acostar a la señorita Daniela. — Le contó Jenifer. — Me entregó a la señorita dormida y se marchó enseguida.
En ese preciso momento a Anastasia se le pasó por la cabeza lo que había ocurrido, Daniel había regresado a lo que estaba haciendo con su amante Cecilia.