Esta vez será diferente

3. Mi yo del pasado

Antes de acostarse, Anastasia caminó hacia la habitación de su hija, todavía se encontraba vestida, maquillada y peinada, hermosa como le habían dicho muchos de los invitados.

Pero Anastasia no se sentía hermosa para nada, la persona que ella quería que la viera así nunca la había visto realmente…

«Soy un completo fracaso», pensó Anastasia, caminando con la cabeza agachada y agarrándose las mano, sumida en sus pensamientos.

Tan descuidada, que se le dobló el pie con el borde de una alfombra y cayó al suelo, frenando con sus manos la caída para no acabar también dando con la cara contra el suelo.

— No puedes andar distraída. — Anastasia oyó a Daniel y su sombra fue revelada frente a ella por la luz de la luna que entraba a través de los cristales de la ventana. — Podrías hacerte daño.

Anastasia levantó la cabeza y Daniel extendió su mano para ayudarla a levantarse. Pero Anastasia se levantó por sí sola, disimulando el leve dolor que sintió en el pie.

— Puedo ocuparme de mi misma.

— ¿Segura? ¿No prefieres que te acompañe hasta tu habitación?

— No, estoy bien. — Anastasia olió el perfume de Cecilia en él, sabiendo que ellos habían estado juntos hasta hacía escasos minutos. — Puedes ir a descansar, seguro que estás cansado.

— Un poco, la verdad. — Daniel sonrió y se iba a marchar cuando Anastasia lo agarró de la chaqueta.

Daniel la miró y Anastasia bajo su brazo, soltándolo y hablando con seriedad.

— Todos preguntaban por ti en la reunión, así que le he hecho saber a tu madre que no me sentía bien y que tú me estabas acompañando. — Le explicó. — Procura no olvidarlo cuando estés en presencia de tus padres.

Daniel le asintió y siendo descarado al sonreír libremente.

— Gracias por ocultar mi encuentro con Cecilia, hacía un tiempo que no pasábamos un rato juntos.

Anastasia sintió un nudo en el estómago, manteniéndose firme para no caer frente al hombre que amaba. Un amor que no era correspondido y que, en cualquier momento, él podría echarla de su lado.

— Buenas noches. — Le deseó Anastasia, y caminó hacia la habitación de su hija con el pie adolorido, pero ocultando su dolor.

— Buenas noches. — Daniel respondió dándose la vuelta y caminando hacia su habitación.

Anastasia se paró en mitad del pasillo, lejos de él, y dejó entonces escapar unas lágrimas de sufrimiento… Desde el principio, ella nunca tuvo una oportunidad con él.

— Soy una completa idiota… — Anastasia caminó cojeando hasta alcanzar la puerta y se dejó caer en ella, sintiéndose una auténtica estúpida. — Ojalá nunca me hubiera casado con él, ¿por qué creí que podía tener su corazón para mí cuando nunca ha dejado a Cecilia?

Por la mañana, Anastasia se levantó con el pie todavía adolorido y, aunque intentaba ocultarlo, era evidente que ya no podía aguantar el dolor.

— Anoche nos tenía que haber avisado, señora Anastasia. — Habló Jenifer, preocupada de que una pequeña lesión le pasara factura.

— En unos días estaré bien, ya has escuchado al doctor. — La calmó Anastasia. — Y a todo esto, ¿qué haces aquí y no con mi hija Daniela?

Jenifer no había podido dormir nada en toda la noche por lo que escuchó en el invernadero por la noche.

— Safi se está ocupando de la señorita Daniela en mi lugar. — Dijo Jenifer, haciendo la cama y sintiendo la mirada de su señora Anastasia en la nuca.

— ¿Por qué?

— Por-Porque… — Jenifer tembló, se dio la vuelta y se confesó. — Anoche me atreví a volver al invernadero para ver lo que estaba ocurriendo entre el señor Daniel y su amante...

— Jenifer, no debiste hacer eso. — Anastasia la regañó, sentada en un sillón. — ¿Y si alguien te hubiera visto? Pensaría que te había mandado yo a vigilar al señor Daniel.

— Lo sé y lo siento, mi señora, pero es que… debía hacerlo.

Anastasia suspiró, ya no se podía hacer otra cosa que esperar y rezar para que nadie la hubiera visto rondando el invernadero de su suegra.

— Y… qué fue lo que escuchaste? — Le preguntó Anastasia. Jenifer se le acercó con una mueca en la cara. — Por tu cara, debió de ser algo malo.

Jenifer asintió, agarrándose las manos y mirando a su señora Anastasia, dispuesta a contarle todo lo que escuchó.

— Anoche, la amante del señor Daniel le preguntó qué pasaría si terminaba embarazada por lo que habían hecho dentro del invernadero. No se cuidaron al tener relaciones, señora.

— ¿Cuál fue la respuesta de Daniel?

— Que ocuparía su lugar de la mansión Rossi, porque usted, mi señora, solamente lo está ocupando hasta que ella decida estar con él como su esposa. — Pronunció Jenifer, dolida por hacerle daño a su señora, pues conocía los sentimientos de ella por el señor Daniel. — Lo siento mucho, señora.

Jenifer se contuvo para no llorar como una niña delante de su señora, era impropio ponerse así, cuando su señora Anastasia era la única afectada.

— Gracias, Jenifer, por lo buena que eres conmigo y con Daniela. — Le agradeció Anastasia. — Pero que no te afecte esas palabras por mí, yo ya sé que eso puede, lo sé desde que me di cuenta de que no soy nada para mi esposo.

En realidad… En ese instante, Anastasia, hubiera querido no haber contestado a la llamada de su padre para conocer al padre de Daniel. Así no habría ido a esa cita a ciegas y no se hubiera enamorado de Daniel creyendo ella que podía enamorarlo.

Después de despedirse de su hija, que iría a la guardería, Anastasia fue al despacho de Daniel.

— Adelante. — Habló Daniel, que no había ido a la empresa de cosméticos con la intención de hablar con su esposa.

Anastasia bajó su mirada a su pie, lo llevaba vendado e iba con zapatillas de casa. El dolor seguía ahí, pero se encontraba controlado debido a los calmantes que el doctor de la familia le recetó.

— ¿Me has llamado? — Preguntó Anastasia, al entrar, no pudo evitar mirar el sofá donde anoche Daniel y su amante tuvieron un pequeño encuentro hasta que ella los interrumpió.



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En el texto hay: familia, drama, padres

Editado: 19.11.2024

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