Esta vez será diferente

4. Una segunda oportunidad

Anastasia se quedó un buen rato mirándose al espejo, analizando su rostro rejuvenecido y preguntándose qué había pasado, tal vez, lo más lógico era pensar que se había golpeado la cabeza y que lo que estaba viendo no era más que un sueño.

Pero y si todo era real, y si había viajado ocho años atrás, al momento justo para no caer en los brazos de un hombre que no la amaba.

Su corazón se sintió afligido al darse cuenta de que le faltaba su hija Daniela… su bebé de cinco años.

— ¿Por qué estás llorando? — Le preguntó Larisa, en la puerta de la habitación de Anastasia.

La veía extraña y le preocupaba dejarla sola.

— Larisa, lamento mucho no haber contactado contigo en todos estos años. — Habló Anastasia, que caminó hacia Larisa. — Lo elegí incluso después de saber cómo era su vida.

Larisa le dio con el dedo un toqué en la frente, y Anastasia se quejó, frotándose su frente.

— No sé si te has dado un golpe en la cabeza o que, pero tengo que irme al trabajo y tú deberías despertar de lo que te ocurra. — Larisa se inclinó hacia ella, deteniendo su cara a pocos centímetros de la de Anastasia. — ¿Lo entiendes?

— Lo entiendo. — Anastasia asintió y su amiga sonrió, marchándose luego de la habitación.

— Me voy al trabajo, no te olvides de comerte la comida que te he dejado en la nevera.

— Está bien.

Anastasia se dejó caer en el umbral de la puerta, pensando en su hija Daniela, la última vez que la vio fue cuando se despidió de ella por la mañana antes de irse a la guardería.

El teléfono móvil en la mano de Anastasia sonó y ella vio que era su padre.

Anastasia recordó que se encontraba a nueve de enero de 2016, unos días antes de conocer a Daniel en la cita a ciegas.

— ¿Padre? — Anastasia contestó a la llamada.

— ¿Padre? ¿Desde cuando mi hija se ha vuelto tan formal? — Anastasia escuchó a su padre reírse.

«Es cierto», pensó Anastasia, por aquel entonces llamaba a su padre, papá, hasta que se casó con Daniel Rossi y tuvo que adaptarse a una vida completamente diferente a la suya.

— Lo siento, es verdad, papá.

Juan Allan, su padre, se preocupó por escuchar a su hija tan extraña.

— Hija, quería que vinieras a casa, tengo un viejo amigo a quien me gustaría que conozcas. — Habló Allan y miró a su amigo que se encontraba hablando con las esposas de ambos.

— No sé si puedo ir, sabes que estoy buscando trabajo y que tengo que estar pendiente a la empresa a la que me he postulado. — Mintió Anastasia a su padre. — No creo que pueda hoy, tal vez la próxima vez. — Le habló a su padre en un tono tranquilo. «La próxima vez» eso no pasaría nunca, no mientras que su esposo, Daniel Rossi, no se casara con otra persona. — Discúlpate por mí con tu amigo.

Anastasia no esperó ni siquiera a que su padre respondiera, solo dijo lo que quería y colgó la llamada.

— ¿Qué ha pasado? — Oyó Juan a su esposa Alejandra y él la miró.

— Anastasia no podrá venir hoy, ella me ha pedido que me disculpe con ustedes. — Dijo Juan, sintiéndose apenado, su amigo y la esposa de éste querían que su hija Anastasia se casara con su hijo.

— No pasa nada, ella acaba de terminar la Universidad, debe estar ocupada buscando trabajo y todo eso. — Respondió Andrés Rossi, que sonrió tomando la mano de su esposa Laura, ella era quien mayor interés tenía por conocer a Anastasia.

— Eso es verdad. — Pronunció Laura.

— Lo lamento mucho. — Se disculpó con ellos Alejandra, quien, además de madre y esposa, era profesora en la Universidad. — Sé que Daniel es un buen chico.

— No pasa nada, la conoceremos más adelante. — Dijo Juan, teniendo claro que quería que su hijo se casara con la hija de su amigo para liberarse de la joven actriz que Daniel frecuentaba.

Anastasia buscó ropa informal para ponerse, pero lo único que encontró en su armario era ropa de señorita. Sus padres eran profesores, personas trabajadoras, pero eso nunca evitó que vistieran a sus hijos con ropa buena… Anastasia se rió al pasar por su cabeza la idea de que parecía como si sus padres la hubieran estado educando para casarse con Daniel Rossi desde el principio.

— No, claro que no. — Se dijo Anastasia, negando y cerrando el armario, decidida a buscar entre las ropas de Larisa.

No tardó en elegir uno de los conjuntos de vestir de Larisa, pantalón y sudadera, ambas prendas de color gris. Anastasia se sintió cómoda con algo así puesto, pues todo lo que llevaba eran vestidos o faldas, nunca se ponía un pantalón a no ser que hiciera algo de ejercicio.

Agarró luego su abrigo, también su bolso mochila y se marchó del apartamento, era sábado y no podía ir a casa de sus padres, los amigos de sus padres, los señores Rossi, pasaron casi toda la mañana en la casa.

— ¿Qué debería hacer ahora? — Anastasia se preguntó, mirando el paisaje qué rodeaba el edificio en el que vivía.

Eran viviendas frente al mar y Anastasia recordaba como le gustaba pasear por la playa, creyendo que a Daniel también le gustaba hacerlo. Mientras se conocían los dos pasearon muchas veces por esa playa, hablando de las cosas que le gustaban, fue poco después de casarse con él que descubrió que Daniel se seguía viendo con la mujer a la cual amaba.

«¿A dónde debería ir o qué debería hacer un sábado por la mañana?», pensó Anastasia, comenzando a caminar.

Observó como la playa y parte de la acera habían sido tomadas para la grabación de alguna película o serie de televisión. No tuvo más remedio que cruzar de acera y seguí caminando sumida en sus pensamientos.

Anastasia llegó hasta un parque infantil, donde también había una pista de fútbol, allí encontró a su hermano pequeño de siete años jugando con sus amigos a un partido de fútbol.

— Haru. — Anastasia llamó a su hermano y él, que jugaba llevando en sus pies la pelota, se detuvo al ver a su hermana.

— ¡Hermana! — Gritó Haru contento y la pelota fue robada de sus pies.



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En el texto hay: familia, drama, padres

Editado: 20.09.2024

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