Habían transcurrido unos días y era jueves 14 de enero, Anastasia había ido a recoger a su hermano Haru al colegio.
Mañana era el día en el que Anastasia debía de haber tenido la cita a ciegas con Daniel Rossi, cosa que no pasaría y que hacía a Anastasia respirar tranquila.
— Hermana. — Se acercó Haru corriendo a su hermana mayor y la abrazó. — ¿Has venido a por mí?
— Sí. — Le dijo Anastasia, agarrando de la espalda de su hermano su mochila. — ¿Qué te parece que almorcemos en mi casa?
Haru asintió caminando con Anastasia. Sus padres no podían llegar a casa temprano por culpa de su trabajo como profesores, así que, Anastasia decidió que mientras ella no tuviera trabajo se haría cargo de su hermano de siete años.
— ¿Podemos comer algo dulce para la merienda? — Preguntó Haru, sus padres miraban con ojo cada cosa que sus hijos comían.
— ¿Un pastel? Me parece una buena idea. — Anastasia le sonrió a su hermano. — Sé que nuestros padres son estrictos con nuestra alimentación, pero ellos se preocupan por nosotros.
Anastasia colocó su mano en la cabeza de su hermano y se lo acercó, terminando Haru por abrazarla de nuevo.
— Ojalá me dejaran vivir contigo.
— No digas eso, papá y mamá se pondrían tristes si te oyeran. — Le explicó Anastasia a su hermano. — Los padres aman a sus hijos.
Anastasia pensó en su hija Daniela y en si realmente era una mala madre por cómo estaba actuando… Podría acercarse a Daniel solamente para quedarse embarazada y largarse con su hija en su vientre, pero, las cosas no eran tan fáciles para una mujer joven y embarazada.
— ¿Hermana, estás triste?
Anastasia reaccionó a la pregunta de su hermano pequeño y negó con la cabeza, agarrando la mano de Haru.
— No, estaba pensando en que deberíamos almorzar y que le gustaría a nuestros padres para la cena.
— ¿Harás también la cena? — Haru se puso muy contento y Anastasia se rió.
— ¿No te parece bien?
— ¡Me parece muy bien, magnífico! — Contestó Haru, con una sonrisa. — ¿Y por qué no vuelves a casa?
— Aunque sería estupendo regresar a casa, no puedo hacerlo, tengo veinticuatro años y debería demostrar a nuestros padres que puedo encontrar un trabajo y tener mi propia vida. — Le contó Anastasia. — ¿Me comprendes?
— Sí, te comprendo, hermana…
Anastasia no podía regresar a casa, no debía hacerlo. Ella tenía que conseguir su primer trabajo y enfocarse en una nueva vida donde no estuviera la familia Rossi.
Llegaron a casa después de pasar por el supermercado del barrio, y Anastasia se puso a preparar el almuerzo para ella y para Haru.
— Hermana, ¿te puedo ayudar en algo? — Se ofreció Haru, que se aferró a su camiseta y Anastasia le sonrió.
— Presupuesto que me puedes ayudar. — Le dijo Anastasia, acercándose a uno de los muebles de la cocina y abriendo el cajón de los cubiertos. — Me harías un gran favor si pones los cubiertos en la mesa.
Haru estiró sus brazos, queriendo que su hermana le entregara los cubiertos que debía poner en la mesa.
— Yo me encargo de ponerlos.
— Pero ten cuidado, ¿vale? — Le dijo Anastasia, dándole los cubiertos. — No quiero que te caigas llevándolos a la mesa.
Haru puso una mueca, su hermana lo estaba tratando como un bebé cuando él tenía siete años.
— Hermana, tengo siete años, puedo ayudar poniendo la mesa. — Se defendió Haru.
— Entiendo y está bien, yo me ocuparé del almuerzo y mi hermano de poner la mesa. — Anastasia le sonrió y Haru asintió, caminando hacia la mesa de la sala. — Es todo una monada cuando se enoja. — Se divirtió y siguió preparando el almuerzo, que sería algo sencillo, unos filetes de pollo a la plancha con patatas fritas.
Haru estaba colocando los cubiertos sobre la mesa, a él le encantaba el pollo y si era con patatas mejor. Pero a su nariz también le llegó el olor de la cena y en cuanto puso los últimos cubiertos fue a la cocina.
— Hermana. — Haru se acercó a Anastasia, dándose cuenta de que en la placa de cocina había una olla guisando algo. — ¿Qué estás preparando para la cena?
Anastasia miró a su hermano, ya había servido el almuerzo en sus platos.
— Cenaremos sopa de pescado y como estoy cocinando dos merluzas, haré unas croquetas de pescado también.
— Ohh. — A Haru le gustaban las croquetas de pescado. — Pero, hermana… ¿desde cuándo sabes cocinar esas cosas?
Anastasia se quedó paralizada con los platos en la mano para llevarlos a la mesa, lo que su hermano estaba diciendo era cierto, ella empezó a cocinar cuando se casó con Daniel y se apuntó a clases de cocina.
— Lo he aprendido por una aplicación de cocina. — Anastasia se vio obligada a mentir a su hermano.
— Mi hermana es muy inteligente, el otro día solo te defendías en la cocina y hoy sabes cocinar. — Haru creyó a su hermana.
— ¿Dónde has escuchado eso de defenderse en la cocina?
— De mamá. Es lo que dicen mamá y papá cuando hablan de ti. Se preocupan de que te mueras de hambre viviendo sola.
— Mamá y papá tenían mucha razón... — Anastasia sonrió apenada. — Vamos a almorzar, Haru, tengo mucha hambre.
— Sí, yo también tengo mucha hambre. — Contestó Haru, contento de que su hermana estuviera en casa y se ocupara de él. — ¡Tengo hambre, tengo hambre!
Anastasia llevó los platos a la mesa del comedor, pensando en que cuando sus padres regresaran del trabajo también le iba a tocar mentirles.
Haru se sentó a la mesa y tomó su cubierto preparado para empezar a comer, pero tocaron al timbre de la casa.
— ¿Quién será? — Anastasia se lo preguntó a sí misma.
— Tengo hambre… — Haru puso cara de desilusión.
— Iré a abrir la puerta, tú puedes ir comiendo, ¿vale? — Le dijo Anastasia y Haru asintió, aliviado de no tener que esperar.
Anastasia caminó entonces hacia el recibidor de la casa de sus padres y al abrir la puerta se sorprendió cuando se encontró de cara con Daniel Rossi.