Daniel observó como Cecilia hablaba animada con hombres del evento, haciendo que otras mujeres, algunas acompañantes de esos hombres, se pusieran molestas, rabiosas y también celosas.
— Me aburro. — Dijo Daniel, delante de algunos amigos que, como él, trabajaban en las empresas de sus familias.
— ¿De verdad estás diciendo que te aburres? — Le preguntó Raden, uno de esos amigos.
— Sí. — Daniel levantó su copa y bebió de ella. — En este momento me gustaría estar en otro lado.
— Pero si has venido con Cecilia Día, cualquiera estaría celoso de ti. — Le dijo otro de sus amigos, Marcelo, pasándole el brazo por encima de los hombros. — Eres la envidia de todos los hombres que ves aquí.
— Mi novia me ha prohibido acercarme a ella, ni siquiera me permite saludarla. — Comentó el último de sus amigos, Cameron.
Daniel se quitó el brazo de Raden de lo alto, mirando fijamente a Cameron, la novia de éste se hizo amiga de Anastasia cuando ella entró a vivir en la mansión Rossi como su esposa.
— Amaya solo quiere prevenir que caigas antes los encantos de Cecilia Día. — Respondió Daniel, evocando una traviesa sonrisa. — Ella sabe cómo atraer a los hombres.
— ¿Cómo ha hecho contigo? — Insinuó Raden.
Marcelo le dio a Raden un codazo en el brazo.
— Yo la conocía incluso antes de conoceros a vosotros. — Daniel sonrió, dejando su copa en una mesa. — Me iré, nos vemos en otra ocasión.
— ¿Te irás? — Raden le preguntó, viendo como Daniel se marchaba despidiéndose con la mano. — ¿Pero qué le pasa?
— Se ve diferente. — Señaló Marcelo, y dirigió su mirada a la actriz Cecilia Día, ella, que cruzó su mirada con la de él, sonrió sexual, acercando provocativamente su copa con champán a sus labios.
— Me recuerda a mi hermano mayor, casado y con hijos. — Dijo Raden fastidiado. — Qué rabia con él.
— ¿No crees que te pasas? — Le preguntó Cameron, acercándose a él y colocando una mano en su espalda. — Nosotros podemos pasarlo bien sin él.
Raden asintió, era verdad lo que Cameron decía, ellos podían pasar una divertida noche sin Daniel.
Daniel salió de la mansión y miró la pantalla de su teléfono móvil.
— Joven señor. — El chofer Jaime se acercó a él. — El coche está listo para irnos.
— Bien. ¿Has llamado a la empresa y has pedido un coche para la señorita Cecilia? — Le preguntó Daniel.
— Sí, señor. — Jaime respondió, caminando detrás de Daniel cuando él se dirigió hacia el coche.
Jaime no entendía porqué su señor se encargaba de esas cosas de la señorita Cecilia. Si él se suponía que quería casarse con otra joven. Además, la señorita Cecilia no era una mujer necesitada, era una actriz con una gran fortuna que había hecho a los largo de los años que llevaba actuando.
— Quiero que me lleves al mismo lugar de esta mañana. — Le indicó Daniel.
— Pero… Señor, si son más de la nueve de la noche.
— Sí, lo sé. — Daniel miró a su chofer que le abrió la puerta del coche. — Pero soy un hombre que no parará hasta que consiga lo quiere. — Daniel le mostró una sonrisa.
— Como usted diga. — Jaime esperó a que Daniel subiera en el coche y cuando lo hizo, musitó preocupado. — Seguramente esa familia llamará a la policía para echarnos a la policía encima.
— Te escucho, Jaime, no estoy sordo.
— Lo siento, joven señor. — Jaime se disculpó de inmediato y cerró la puerta del coche. — Hoy será una noche larga.
Daniel guardó su teléfono en un bolsillo de la chaqueta de su esmoquin y miró por la ventanilla, pensando con qué cara podría aparecer en la casa de los padres de Anastasia.
Jaime subió en el coche, preparándose para salir de allí y llevar a su señor Daniel a la casa que visitó por la mañana. El chofer arrugó el entrecejo, preocupado de que los padres de su señor descubrieran que éste había abandonado la fiesta para ir a la casa de la señorita que rechazó su propuesta de matrimonio, de ser así, ellos se darían cuenta de la extraña actitud que su señor estaba teniendo.
Anastasia preparó la mesa con su hermano y su padre, hoy cenarían en familia.
— Mamá me ha dicho que aceptarás la casa de la tía Mercedes. — Le dijo su padre y Anastasia asintió.
— Sí, cambiar de aires me hará crecer mucho más como persona. — Respondió Anastasia.
Alejarse de Daniel también le haría crecer como mujer.
Juan asintió firmemente, no quería mostrar que se sentía triste por la decisión de su hija, se lo había prometido a su esposa y al igual que su hija, pensaba que era una gran oportunidad.
— No quiero que te vayas, hermana. — Habló Haru, que se agarró a la camiseta de su hermana. — ¿Qué haré sin ti?
— Podrás ir de vacaciones. — Contestó Juan a su hijo menor.
— Papá tiene razón, te estaré esperando en vacaciones. — Dijo Anastasia, que agarró a su hermano de la cara. — No me iré de inmediato, así que aún podemos pasar tiempo juntos.
Anastasia esperaría a mudarse a que Larisa rompiera su relación con Tom y Aníbal estuviera a su lado.
— ¿Por qué tardar tanto? — Le preguntó su padre.
— Primero tengo que ir a limpiar la casa, sé que no necesita reparaciones, la tía Mercedes la mantuvo siempre perfecta, pero la casa ha estado cerrada por mucho tiempo.
— Es verdad. — Le contestó Juan a su hija. — Si necesitas ayuda no dudes en avisarnos, tus padres siempre te echaremos una mano.
— Gracias, papá. — Anastasia le sonrió y su hermano la abrazó todavía más fuerte.
Anastasia frotó la espalda de su hermano, mientras que Juan miraba a sus hijos, sintiéndose feliz de que su hija mayor quisiera tanto a su hermano pequeño. Los había criado bien, enseñándoles que debían amarse y cuidarse.
La familia Allan se sentó aprender de la mesa para cenar en familia, cuando sonó el timbre de la puerta principal.
Juan se iba a levantar, molesto por quién aparecía en casa a la hora de la cena. Anastasia se levantó, agarrando a su padre del brazo.