— Gracias por invitarme a cenar. — Agradeció Daniel una vez sentado a la mesa. — He estado en un evento, pero ya saben que en esos sitios la comida era buena pero poca.
— Aquí tampoco vas a pillar un gran banquete. — Anastasia le habló molesta por tenerlo en la casa de sus padres y sentado a la mesa. — No sería mejor que te fueras a tu casa, tengo entendido que vives en una gran mansión. Seguramente, allí encontrarás algo mejor que lo que cenarás aquí.
— Hija. — Alejandra la regañó y sonrió amable a Daniel. — Disculpe a mi hija, ella no es una chica grosera.
Haru miraba a Daniel, pensando en si ese hombre era amigo de su hermana.
— No se preocupe, tal vez tenga razón en una cosa… — Respondió Daniel. — En que debería de haberme ido a mi casa.
— No digas eso, eres el hijo de Andrés y eso significa que eres como de la familia. — Le dijo Juan.
— Gracias, tío, ¿no le molesta que lo llame tío, verdad? — Daniel actuó lo más simpático y encantador que podía ser.
— Claro que no.
— Gracias por invitarme a mí también… — Habló entonces el chofer Jaime, sentado a la mesa y mirando su plato con sopa de pescada. — Para mí es extraño encontrarme sentado en la mesa de mi joven señor.
Daniel lo miró y se rió colocando una mano en la nuca de Jaime.
— ¿No comemos juntos muchas veces en el coche? — Le dijo Daniel.
— No es lo mismo, señor. — Jaime contestó con lágrimas en su ojos. — El coche no es una mesa.
— Bueno. — Habló Juan, que sonrió a todos. — Comamos, si no tendremos que calentar la sopa de nuevo.
Daniel asintió y nada más probar una cucharada de sopa, supo que la había cocinado Anastasia, cuando los dos quedaban para cenar en familia con su hija, siempre era ella quién preparaba la comida para los tres.
— Está muy deliciosa… — Dijo Daniel y miró a Anastasia, quien se ocupaba de su hermano Haru.
Ver ese momento entre hermanos, a Daniel le recordó a cuando Anastasia estaba pendiente de su hija para que comiera.
— ¿Le gusta? Me alegro que sea así, lo ha preparado mi hija. — Presumió Alejandra de las dotes culinarias de su hija. — Me tiene realmente impresionada, soy su madre, pero no conocía que sabía cocinar.
— En internet puedes aprender cualquier cosa hoy en día, mamá. — Respondió Anastasia, observando que Daniel tenía una fastidiosa sonrisa de oreja a oreja.
— Es verdad, en internet se aprende hoy de todo. — La apoyó Daniel y dejó la cuchara para probar una croqueta que le entregó Juan.
El sabor también le resultó cálidamente familiar, de un futuro que se encontraba a la deriva en ese momento.
Anastasia lavaba los platos y vasos de la cena con su madre, teniendo el oído puesto en el salón donde su padre tomaba una copa de vino con sus invitados.
— ¿Tanto te incómoda el hijo del amigo de tu padre? — Le preguntó Alejandra y Anastasia miró a su madre.
— Sí, me pone incómoda, porque es con quien queríais que me casara. — Contestó Anastasia.
— No crees que tal vez él solo quiere conocerte y que por eso ha aparecido de sorpresa esta noche. — Alejandra le sonrió a su hija y alabó a Daniel. — Parece un buen chico.
— Puede… — Anastasia sabía que Daniel era perfecto para parecer bueno y encantador. — Pero yo aún me siento incómoda con él.
Alejandra sonrió, su hija estaba dejándole claro que no quería que la acercaran a Daniel, algo que su esposo estaría dispuesto a hacer.
— Lo he entendido.
— ¿Entiendes qué, mamá?
— Por qué no va y le echas un vistazo a tu hermano, es tarde para él y mañana es viernes y tiene clases. — Le pidió Alejandra, mientras continuó lavando los platos.
— Sí, claro.
Anastasia se secó las manos en un trapo de cocina y caminó hacia fuera de la cocina.
— Que pena, la verdad es que los dos se ven bien juntos. — Lamentó Alejandra, que con un profundo suspiro siguió lavando los platos. — Tal vez en otra vida pueda ser posible…
Anastasia se detuvo a mirar a su padre en el salón con Daniel y su chofer. Jaime se veía incómodo, todo lo contrario que Daniel que se reía y hablaba con su padre con familiaridad.
Anastasia apretó sus puños, no estaba dispuesta a caer en las provocación de Daniel.
— Hija. — La llamó entonces su padre al verla. — ¿Podrías venir un momento?
Anastasia observó la cara de descarado de Daniel y cómo éste le enseñó su copa con vino.
— ¿Para qué? Mamá me ha pedido que le eche un vistazo a mi hermano. — Contestó Anastasia a su padre.
Juan dejó su copa en la mesa y se levantó, acercándose a su hija y agarrándola del brazo.
— Yo me ocuparé de tu hermano, tú porque no hablás un rato con Daniel, él ha venido hasta aquí para verte.
— Papá… — Anastasia se vio empujada hacía Daniel, que se levantó.
— Vamos, vamos, hablar aunque sea una vez. Me haríais muy felíz. — Insistió Juan y caminó después hacia el recibidor para subir las escaleras a la segunda planta.
— ¿Podemos hablar entonces? — Preguntó Daniel a Anastasia, caminando hasta ella y abrochándose la chaqueta de su esmoquin.
— Ya hemos hablado mucho, ¿no te parece? Solo acepta la nueva realidad, vete de aquí y no regreses nunca. — Le dijo Anastasia y se iba a ir, pero Daniel la agarró de la muñeca del brazo. — ¿Qué estás haciendo? — Se quejó, pero Daniel la llevó afuera de la casa, a la parte de atrás, agarrando también su abrigo.
— El joven señor debería dejar en paz a la chica, no ve que no quiere casarse con él. — El chofer Jaime susurró, bebiendo luego de una copa con vino. — Tendré que llamar a un chofer de la mansión...
Anastasia se soltó bruscamente de Daniel, no comprendiendo el problema que Daniel tenía, ni qué era lo que quería de ella. Se sorprendió cuando Daniel le cubrió los hombros con su abrigo.
— Hace frío. — Habló Daniel y Anastasia se agarró a las solapas del abrigo, cubriéndose de la helada noche de enero.
— Deberías de estar junto a Cecilia, es a ella a quien amas. — Dijo Anastasia seria. — ¿Por qué pierdes el tiempo en mí, cuando tenemos la oportunidad de empezar de nuevo?