— ¿Te vas a exterminar una plaga de termitas, Gabe?
Álex, apoyado en el marco de la puerta de mi habitación abrazó a Luna que salía de la de MiniA, a la que acababa de dormir.
— ¿Por? — le pregunté mientras me ataba los cordones de las zapatillas.
— Porque te has echado media botella de colonia encima y van a ir muriendo conforme entres — contestó risueña Luna y yo, con disimulo olí mi ropa, porque si estaban en lo cierto correría a la ducha.
— ¿Con quién has quedado pendón?— me preguntó Álex.
— Con Alma... — contestó Luna apoyando la cabeza en el pecho de Álex, que frotaba la mejilla contra su pelo — ¿No ves la cara de tonto que se le ha puesto?
Le di un beso en la mejilla a mi Luna, una palmada en el culo a mi Álex y salí en busca de Alma, nervioso, atacado más bien, tras dos semanas sin hablar. En ese tiempo, sólo supe que tal y cómo me contó en nuestra despedida, estaba en la casa de la montaña.
Una noche, la madre de Alma llamó a Luna porque no la localizaba y, desde el sofá donde estaba viendo una nueva serie mientras Álex dormía, escuché como ella les decía que estaba en la ducha y que les llamaba en cuanto terminara. A continuación, Luna le mandó un whatsapp y a los pocos minutos, Alma contestó. Seguí mirando la televisión, como si no hubiera escuchado nada y Luna, para la que siempre fui un libro abierto, se sentó en medio, apoyó la cabeza en mi hombro y me tranquilizó.
— Estaba en el jardín con Eir y no ha oído el teléfono... Tranquilo, está bien— yo también apoyé la cabeza en la suya.
— Te quiero rubia.
— Y yo a ti, americano.
— Anda rubia, ayúdame a llevar al abuelo a su cama, que no nos dejará ver nada como empiece a roncar.
— Te he oído cabrón... Cuando seas padre, te llamaré cada 3 horas todas las noches— y cumplió su amenaza... Zoe me obligó a dormir durante 1 mes en el salón por su culpa y encima le animaba a no parar de hacerlo vía Skype.