Una hora más tarde, en la cocina terminaba de aliñar la ensalada y Álex servía sus espaguetis a la marinera, el plato favorito de Alma.
— Gabe... — Álex me sacó de mis pensamientos y sólo con mirarle, supe cual era la pregunta.
— Amigos Álex, sólo amigos.
— Ya... ¿Y cómo lo llevas?
— Bien, de momento bien. Todo lo bien que se puede llevar no besarla, ni tocarla demasiado, amigos... — miré los trozos de lechuga que habían sobrado, intentando no derrumbarme. La ausencia de Alma dolía, ella estaba en lo cierto al parecer, era mejor acostumbrarnos a lo que vendría.
— Ha vuelto, Gabe.
— Ya... Está ahí, con Luna— las señalé con la cuchara de madera e iba a preguntarle a Álex si pensaba que lo había soñado o se había fumado un geranio de la terraza por error, cuando me interrumpió.
— ¡Ya lo sé idiota! Me refiero a que ha vuelto nuestra Alma, la que conocíamos. El último mes que estuviste fuera, no era ella Gabe, venía muy poco, casi ni hablaba y había que sacarle las palabras. No te dijimos nada para que no la llamaras... No me mires así, lo hubieras hecho y ella hubiera huido antes.
— Entonces yo tengo la culpa...— me agarré a la encimera con las dos manos, agaché la cabeza y respiré profundamente.
— ¿Qué dices? Claro que no... Alma tiene mucho dentro todavía que no ha dejado salir y de un momento a otro iba a pasarle factura. Cuando no estabas, pasamos muchas noches hablando Gabe, nos lo contó todo, lo de Dani, lo de su bebé... Alma vivió en el infierno y una parte de ella sigue convencida de que volverá allí de nuevo.
— Eso no va a pasar Álex... No está sola, no voy a permitir que nada malo le pase y...
— Y tú te irás Gabe — Álex me apretó el brazo con fuerza para que le mirara— y ella está acojonada porque ese momento llegará pronto. Y no estará sola, estamos nosotros, Andrea, su familia... Pero tú dueles más que nadie.
— ¿Te lo ha dicho?
— No hace falta, Alma es transparente, puedes leerle cada sentimiento mirándola a los ojos. Cada persona tiene sus tiempos y ella necesitaba el suyo... Ahora ha vuelto, no del todo, pero haremos que sea para quedarse.
Álex salió de la cocina con la fuente de espaguetis y en el salón las chicas le recibieron con vítores.
Álex tenía razón, mi Pequeñita estaba emprendiendo el camino de vuelta a casa y nosotros, sus amigos, encenderíamos todas las luces para que no volviera a perderse.