Que llegara casi julio y con él, el fin de las clases en nuestra casa de New York implicaba año tras año lo mismo.
¡Avalancha de niñas!
Harper tenía ya 4 años y nuestra segunda hija Charlotte, estaba a punto de unirse a nuestra extensa familia. Cuando terminaba oficialmente el colegio en verano, mis hermanas, mis sobrinas, Luna, Álex y las niñas aparecían en la puerta para traer algo más de locura a nuestras vidas, porque desde que dejé España, se ponían de acuerdo para hacer coincidir las vacaciones y se convirtió en tradición amontonarnos en cada una de nuestras casas, a lo largo de los años.
Ese año, conseguí tener días libres y esperaba con una impaciente Harper en brazos la llegada de todas sus primas. Azlyn y Bryanna, las hijas de mi hermana Erin, salieron del coche para ayudar a bajar a la pequeña Enya, la hija de mi hermana Chloe, mientras mis hermanas abrían el maletero e iban sacando todo su equipaje y mis tres amores, corrían a abrazar a Harper en la entrada. Tras ellas llegó el coche alquilado de Álex y Luna y en la parte de atrás, mis otras tres sobrinas, Alma, Vega y Gabrielle, saltaban y saludaban impacientes por reunirse con el resto.
Desde que nació la pequeña Alma, siempre hablaba con ella en inglés. Álex quiso que cuando yo no estuviera pudiera seguir presente en la vida de sus hijas y cuando Zoe pasó a formar parte de mi vida, tanto Luna como las niñas la incluyeron en nuestras largas sesiones de Skype, a ella, a mis hermanas, a mis sobrinas... y ese día en el jardín delantero de nuestra casa, las 7 niñas parloteaban sin cesar ignorándonos, contándose de nuevo todo lo que ya sabían de las demás y corrían felices a jugar al jardín trasero, mientras yo abrazaba a Álex hasta dejarle sin respiración, porque llevaba meses sin poder hacerlo.
Zoe salió a nuestro encuentro a duras penas, las últimas semanas del embarazo se le estaban haciendo eternas y nuestra pequeña Charlotte se estaba haciendo notar.
— ¡Estás enorme Zoe!— exclamó Álex al abrazarla, ganándose una colleja de Luna que Zoe recibió entre risas. — ¡Auch! ¡Es verdad! ¿Queréis que le mienta? Está como tú en el embarazo de Alma— y se ganó otra... Álex aún no sabe cuando callar a tiempo.
— Vuelve a llamarme gorda y reza para que tengan una batidora potente... o ya vas viendo como cenas esta noche— le amenazó Luna mientras abrazaba a mis hermanas.
Entramos en el salón y repartimos las habitaciones como cada año.
Mis hermanas dormían juntas en la habitación de invitados de abajo, las siete niñas, dormían en la habitación de Harper en el suelo con sacos de dormir. Álex y Luna en la futura habitación de Charlotte y Luna aprovecharía para terminar de decorarla como ya había hecho con la de Harper, una versión de las habitaciones de sus hijas con las paredes en azul claro y el techo negro con las constelaciones que correspondían a su signo del zodíaco iluminando la oscuridad.
Cuando todos estaban ya instalados, las chicas salieron al jardín a vigilar a nuestros demonios y Álex se quedó conmigo en la cocina a tomar una cerveza.
— Te he echado de menos— me dijo abrazándome cuando por fin nos quedamos solos.
— Y yo a ti, hermano. ¿Cómo lleva Luna el proyecto?— Luna trabajaba desde España con la Agencia espacial europea y era alucinante lo que había conseguido en tan poco tiempo. No solo era una de las ingenieras más jóvenes de la plantilla, sino que dado su excelente desempeño era la niña consentida y le permitían trabajar la mayor parte del tiempo desde su casa, aunque constantemente estaba viajando a la sede de Madrid.
— Muy, muy bien... ¡Mi chica es un genio! Si algún día conseguimos enviar gente a Marte, los pienso obligar a que pongan una placa en suelo marciano que diga "Sin Luna Palau, no estaríamos aquí" y a poder ser en varios idiomas.— Álex me señalaba la pared donde aseguraba que me colgaría una réplica el día que se hiciera realidad y yo, no podía sentirme más orgulloso de la familia que elegí.
Volví a abrazarle muy fuerte, cuando las chicas entraron.
— ¡Soltaos ya Romeo y Julieto! Las que no tenemos a nuestros maridos cerca vamos a empezar a odiaros — Chloe abría la nevera para sacar la merienda de las niñas, mientras Erin reía. Tras ellas, entraron Luna y Zoe, que se sentó con dificultad en uno de los taburetes de la cocina y me acerqué, para darle un pequeño masaje en los hombros.
— En serio chicas, si fuera vosotras, no me preocuparía de que ninguna vecina se pueda fijar en vuestro hombres... ¡Tenéis el enemigo en casa!— exclamó Erin mientras buscaba los zumos en la despensa.
— Álex... cuéntale tu plan, anda— Luna amontonaba los zumos que le pasaba Erin en una bandeja y mi Álex, me rodeó la cintura y procedió a contarle a mis hermanas, lo que tantas veces le repitió a Luna. ¿He dicho alguna vez cuánto quiero a Álex?
— Veréis... La vida es injusta y cruel y sabemos que nada dura eternamente— mis hermanas dejaron las bandejas en la mesa, Luna se sentó sonriendo frente a Zoe, que ya reía sabiéndose de memoria los planes de Álex— Por eso mismo, aquí mi Gabe y servidor, tenemos ya el plan B...
Nuestras esposas, aman ir de compras a los centros comerciales— hizo un pausa y mis hermanas intrigadas y a sabiendas de que las historias de Álex, cortas no suelen ser, tomaron asiento también — ¿Cuándo suelen ir juntas de compras? Cuando venimos a veros a New York, porque dicen que las tiendas de Valencia, las tienen muy vistas— les echó una mirada a las dos que asintieron felices y siguió hablando— ¿Qué hay en EEUU que en Valencia no tenemos? Bueno, sí que tenemos pero menos... ¡Armas! ¡Tenéis armas! y... ¿Qué hacéis con las armas porque no acabáis de estar bien de lo vuestro? ¡¡Masacres en centros comerciales!!