Esta vez, será un hasta luego

Gabriel

Carla... Desde que Alma y yo terminamos, era habitual de todos aquellos lugares en los que pudiera toparse conmigo, excepto en nuestra biblioteca. Jamás le hablé del que yo consideraba nuestro lugar y a pesar de que Carla estudiaba en nuestra universidad, no me la encontré por allí por suerte en el tiempo que pasé haciendo el máster.

Tenía 22 años, un poco joven para mi gusto, estudiaba óptica y optometría y se sacaba un extra, como tantos estudiantes trabajando en la pastelería de María, la que estaba cerca de nuestro piso. Desde que la conocí noté su interés, más que notarlo me lo dejó bastante claro una noche que coincidimos en una de las discotecas y me metió mano mientras me susurraba su dirección. En aquel momento no le hice caso, rechacé amablemente su propuesta y tuvimos una relación bastante cordial sin llegar a ser más que conocidos, hasta que Alma me dijo hasta luego. La noticia corrió bastante rápido, según pude entender al ver a Jacobo rondando, a mi pesar, de nuevo a Alma.

Era mi amiga y él un gran hombre, lo sigue siendo a día de hoy, pero el simple hecho de que Alma pudiera sonreírle como solía hacerlo conmigo, dolía y no poco. ¿Y Carla? con ella fui claro desde el principio, no buscaba una relación, no le iba a prometer cosas que jamás le cumpliría, tenía ya 31 años y ella, mucho que aprender de lo puta que puede llegar a ser esta vida y no iba a jugar con ella, como tantos otros habían hecho juzgando sólo por su físico.

Carla medía casi 1'80, se machacaba a diario en el gimnasio, tenía curvas y le gustaba enseñarlas, porque para algo era la dueña de su cuerpo, segura de sí misma y de lo que quería, los chicos de su edad se acercaban buscando un polvo y una cabeza hueca que hiciera lo que ellos quisieran y encontraban una mente brillante que les llevaba años luz de ventaja a la mayoría. Compartimos horas de charla aquellos meses, de cualquier tema, con ella podía debatir desde la necesidad de una nueva política global que encarara la situación climática a la actitud de algunos concursantes del reality de turno. Era como hablar con Alma... pero Carla no era mi Pequeñita.

 




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