Vi entrar a Jacobo y sonreí casi sin poder evitarlo, era de las pocas personas con las que sentía paz. Jacobo era mi amigo. Pero nada más, por más que intenté verle de otra manera, por más que Andrea intentara hacer de Celestina invitándole una y otra vez a cada evento al que yo asistiera. Me hacía reír, podía escucharle hablar durante horas de la estructura de aquel edificio que vio en uno de sus tantos viajes, porque el modo en que le brillaba la mirada me daba fuerzas, me contagiaba su ilusión y borraba parte de la niebla que se agazapaba aún en el rincón oscuro de mi mente.
Llegó hasta mi barra y cuando le serví, empezó a contarme como había emborronado con tinta un proyecto que tenía en marcha y yo reí ante sus ocurrencias mientras vigilaba como Carla se sentaba junto a Gabriel y se agarraba a su brazo coqueta.
Jacobo era y es, de las mejores personas que he encontrado en mi camino... Pero Jacobo no era Gabriel.
Froté la casi inexistente mancha de la barra hasta hacerla desaparecer.
Jacobo se terminó su refresco y me señaló el baño para hacerme saber donde iba, yo me limité a asentir sin apartar la vista de Carla que le apartaba el pelo de la cara a Gabriel, provocándome una punzada en el pecho y que mi mente repitiera en bucle "No es nada, no te importa". Sonó mi teléfono y de reojo, vi que en la pantalla aparecía la notificación de un WhatsApp de Luna, como no había mucha gente a pesar de ser viernes noche, alargué la mano hasta la cafetera donde normalmente lo dejaba y lo cogí para leerlo.
Luna: "Bebé en los brazos de Morfeo, su padre babeando un examen que si no lo quito de debajo de su cara a tiempo, a ver como se lo iba a explicar a su dueño y yo aburrida. Cuando tengas la pausa del cigarrilllo, si te apetece me llamas "
Maika dejó la bandeja en la barra y me preguntó si me apetecía parar un rato antes de que empezara a llegar toda la gente y no fuera posible, así que asentí y cogí mi abrigo para salir fuera. En la calle, el aire frío me golpeó con fuerza despejando mi mente, metí las manos en los bolsillos y me apoyé en la pared respirando profundamente. Dejé de fumar cuando volvieron las crisis y no volví a hacerlo nunca más, con lo que la pausa del cigarrillo era la excusa para liberar mi mente de presión y volver dentro con energías para completar el turno.
Llamé a Luna y hablamos varios minutos, Alexander se había despertado y de camino a la cama me mandó un beso que me sacó una sonrisa. Ella se despidió recordándome que el sábado iba a ser nuestra noche y volví a meterme en el pub, buscando calor. Cuando volví a mi puesto, Gabriel se acercó a pagar sus consumiciones y las de Carla, que no le soltó la mano ni para pagar, provocando que tuviera que reprimir una mueca de desagrado por esa muestra de posesión por su parte. Él notó mi incomodidad y con un sutil movimiento se soltó para apoyarse en la barra y hablar con Maika y aunque innecesario, agradecí su gesto y Carla me fulminó con la mirada consciente de que su rechazo se debía a mí.