El sábado por la noche, recogí a Luna en el portal de su piso. Andrea conducía esa noche y Lucía me había rebajado la medicación, con lo que tenía permiso para tomarme un par de cervezas sin peligro, mientras en el asiento trasero Bárbara se terminaba de maquillar. Luna apareció sonriente con Alexander de la mano y MiniA en brazos, que se removía como podía debajo de montones de capas de ropa.
— Dile adiós a la ladrona de tu tía, que se lleva a mami de fiesta, mientras papi y el tío Gabe se tienen que quedar viendo un maratón de "The Witcher"— le di un beso a MiniA que reía mientras su madre le hacía carantoñas y le saqué la lengua a su padre.
— Sí, mucho van a sufrir estos dos... Os he oído llamar a la pizzería y Gabe ha traído esta mañana una caja de Donuts rellenos, así que no le creas nada a tu padre, hija, que es un teatrero.— Alexander le dio un beso a Luna y otro a mí en la mejilla y se despidió agitando la manita de Alma. En el coche, las chicas se saludaron con efusividad y pusimos rumbo a Sakura, nuestro restaurante japonés favorito.
Necesitaba una de esas noches a pesar de no ser consciente, no puedo decir que fue como las de antes, porque me seguían agobiando las aglomeraciones y Valencia los sábados noche se convertía en una marea humana que se movía de acá para allá. Pero volver a reír con mis amigas me hacía sentirme casi normal, disfrutar de una cena tranquila en buena compañía y tomarnos después unas cervezas, la música y el ambiente, recomponían poco a poco la muñeca rota que había vuelto a ser.
— ¿Dónde habéis dejado a los chicos?—
El destino se empeñaba en metérmela por los ojos hasta cuando salía sola. Carla saludaba a las chicas con dos besos, en los que amablemente me incluyó y le preguntaba a Luna, mientras sus amigas buscaban donde sentarse en nuestro pub. Para no verla deberíamos haber evitado ir allí, más aún en mi día libre, pero las chicas conscientes de que los lugares familiares me hacían bien, decidieron terminar allí la noche para que pudiera ser yo misma. Y el hecho de que Gabriel estuviera en su casa y no hubiera salido, formó en mi mente la idea de que no me la encontraría. Pero me equivoqué.
— En casa, hoy me tocaba a mi disfrutar de la vida— le dijo Luna alegremente mientras bebía un trago de su cerveza.
— ¡Ah! Me extrañó no verlo por aquí y estoy mandándole mensajes pero no me contestó ninguno en toda la noche, así que...— mientras Carla seguía hablando con Luna, saqué mi teléfono del bolso y le mandé un WhatsApp a Gabriel "¿Quien va ganando, mi sobrina o la televisión?"
Y Gabriel me contestó enseguida.