La comida fue bastante mejor de lo que esperaba. Alexander y sus locuras me hicieron reír constantemente, Luna nos contaba avergonzada como había metido un papel en la taquilla del portero invitándole a venir a comer de parte de toda su familia y él, que era un trozo de pan, se lo había devuelto por debajo de la puerta, contestando que se iba a pasar las fiestas al pueblo con sus hijos y su mujer, pero que lo pasáramos bien y en la postdata, le decía a Alexander que no la dejara beber porque era capaz de invitar a los okupas del edificio de enfrente. Y de hecho lo intentó, pero la pillamos a tiempo.
Recibí un mensaje de mis padres con un video adjunto y morí de vergüenza ajena, porque estaban cantando villancicos en el restaurante con todo el personal y el resto de clientes haciéndoles los coros. Gabriel, Luna, Alexander y Andrea también lo recibieron y fue divertido ver cómo le intentaban explicar a una alucinada Carla, que ese señor tan entregado a cantar Jingle Bells a voces, era coronel del ejército americano. Ella, a mi pesar, era tan simpática que a ratos olvidaba que acababa de besarlo delante de todos y él la tenía abrazada como hacía conmigo meses antes.
Cuando terminamos de recoger, Andrea, Luna y Carla se fueron paseando hasta la playa con la bebé, mientras Alexander y Gabriel guardaban neveras, mochilas y demás en el maletero. Aún tan cerca del mar, el bosque de pinos de la Dehesa era como estar en mi amada montaña y no me uní a ellas, sino que quise recorrer uno de los senderos cortos sola.
— ¿Tienes cobertura? A ver, enséñame el móvil— me pidió Alexander — Si no vuelves en media hora, salimos a buscarte.
— Vale papá... Mira... ¿Tranquilo?— saqué mi teléfono del bolsillo y se lo enseñé. Se puso a pasear con el teléfono en alto comprobando que no se le perdía la cobertura al movernos y me lo devolvió.
— Sí... estaremos en la playa, luego nos vemos.
Me despedí de ambos y emprendí el camino, la naturaleza era un bálsamo instantáneo y saber que pasaría las fiestas en mi casa de la montaña había hecho pasar mi ansiedad del nivel 8 al 6,todo un logro. Paseé durante 15 minutos y di la vuelta para que Alexander no montara una patrulla vecinal y saliera en mi busca con la guardia civil.
— Dime que no te ha mandado a buscarme— caminaba mirando al suelo y al oírme levantó la vista.
— No, tranquila, está haciendo un castillo de arena con la peque. Luna intentará matarlo si se resfrían pero ya le conoces— Gabriel se apoyó en uno de los enormes pinos que flanqueaban el camino, cruzado de brazos y me sonrió con esa mirada que derretiría glaciares. En vez de acercarme di la vuelta y volví sobre mis pasos con él a mi lado. —Quería disculparme contigo, anoche me pasé de la raya Alma— caminamos unos metros más en silencio, porque ni yo misma sabía que decirle. Y me la jugué.
— ¿Te acuerdas del juego de la playa?— esa pregunta no se la esperaba. Verdad o Beso.
— Alma...
— No... no quiero que juguemos así... Quiero que nos hagamos preguntas y nos contestemos con la verdad, si no queremos contestar alguna pregunta, el otro puede hacer una nueva y esa debemos contestarla sí o sí. Creo que es la única manera...— me cortó porque sabía que me costaba la vida decirle aquello, como siempre. Y aceptó.
— Carla y tú... ¿Sois novios?
— No, somos ¿Amigos con derechos? Supongo que somos algo así, estamos medio saliendo o saliendo, pero nada serio. Carla en genial, pero es muy joven todavía, para ella todo gira alrededor de divertirse. Mi turno... ¿Jacobo y tú?
— Amigos, solo amigos— contesté tan rápido que se rio, él había pensado bastante más su respuesta. — Me toca... ¿Sabe que te vas en unos meses?
— Es lo primero que le conté cuando... bueno, ya sabes... cuando empezamos a tener algo. No me gusta mentirle a la gente Alma, cuando digo o escribo a alguien, le digo siempre la verdad.— miré al suelo, en todo el trayecto fueron pocas las veces que le miré a los ojos y cuando lo hacía buscaba una respuesta que no sería capaz de ofrecerle.