Antes de meter la llave en la cerradura, ya nos llegaban las voces desafinadas del "Coro cincuentón de la Malvarrosa" y dábamos gracias mentalmente a que en invierno, en nuestro bloque sólo viviéramos nosotros y los del primero, que si estaban en casa no tardarían en unirse.
Al abrir, nuestro salón se había transformado en una oda a la Navidad, con renos hinchables sobre la mesa, un árbol que no habíamos comprado nosotros, música navideña y nuestras familias llenando la mesa del comedor de polvorones, turrón y vino moscatel.
— ¡Chicos! ¡Pensábamos que no llegabais a la merienda!— el padre de Álex cogió a su nieta que miraba atónita el despliegue decorativo y su madre me abrazó antes de meterme un trozo de turrón de chocolate en la boca.
— Pues casi, porque Alma apagó el móvil— farfulló Álex con la boca llena, ganándose una mirada de ira de ella.
Mi padre, el de Alma y los de Luna empezaron a reír, mi madre y la de Alma exclamaron a la vez "¡Álex!", los padres de Andrea estaban distraídos con la peque y no se enteraron, su padre le dio una colleja que Luna aplaudió, Carla me cogió la mano más fuerte porque no entendía nada y la madre de Álex le dijo que Alma era mayorcita para no rendirle cuentas a nadie... Y luego dijo en voz baja "Pobre MiniA, el padre que te ha tocado cariño" mientras le robaba la niña a su marido y se la pasaba a su consuegra.