Carla me mandó un WhatsApp cuando ya estaba terminando de comer, pidiéndome que quedáramos en su cafetería favorita, esa de la que Bárbara siempre hablaba para molestar a Andrea. Llegué antes que ella y pedí un café con el que despejarme la mente y vi llegar a Carla, teléfono en mano mientras leía sin mirar sus pasos hasta llegar a mi mesa.
— Te perdono— esas fueron sus palabras. Se sentó, dejó el móvil en el bolso y me cogió la mano.
— ¿Perdón?—
— Eso mismo, que te perdono— volvió a repetirme muy sonriente— No pasa nada, habrás estado ocupado estas fiestas con tus cosas y yo debo entenderlo.—
Tras esas palabras retiré la mano y pedí otro café, pero descafeinado, necesitaba mantener la calma y la cafeína no iba a poder ser una buena aliada.
— Carla, eres lo suficientemente inteligente como para entender lo que te voy a explicar una vez más— ella, cambió la sonrisa con la que la vi llegar por un rostro serio.
— ¿Me vas a dejar?— debí decirle que sí en ese instante. Pero no había nada que dejar, porque no éramos pareja y mi mente sádica, me recordó una vez más las palabras de Alma "Solo será esta vez" y su ausencia en mi cama confirmándolas. —No te hubiera costado nada llamarme... Porque a Alma bien que le mandabas mensajes. Para ella nunca estás ocupado.
Y ahí estaba la verdadera razón de su enfado. Dejé la taza en la mesa y la miré, igual de serio que ella me miraba a mí.
— Carla... No somos pareja, somos amigos. Así que no podría "dejarte". Los dos somos adultos, o al menos eso me decías el día que nos liamos y desde ese momento, te dije que no te podía prometer nada, que no te ilusionaras con la idea de hacerme cambiar de opinión sobre mis planes de marcharme en Junio, porque no iba a hacerlo ni por ti ni por nadie— y recalqué ese NADIE...para que le volviera a quedar claro, que Alma no tenía nada que ver — Cuando me conociste, mis amigos ya estaban en mi vida y lo seguirán estando siempre, le pese a quien le pese. A Alma le contesto los mensajes, pero también se los contesto a Álex y a mi rubia, y a los que has definido como "tus cosas" que son mi familia, a la que para mi desgracia veo poco. A ti también te los contesto, no te equivoques, pero te contesto uno, no los 50 que envías cuando te aburres. Y si piensas que soy un cabrón, que te utilicé o lo que sea que pienses de mi ahora mismo, te daré la razón si quieres. Pero no lo pienso, porque fui muy claro Carla y tú lo aceptaste o hiciste como si lo aceptaras. Así que si tenemos que tomar cada uno un camino, lo haremos, pero no me exijas lo que yo jamás te exigiré a ti.
Carla se relajó al escuchar que "no iba a dejarla" y estoy convencido de que no escuchó el resto de la conversación, porque volvió a sacar el teléfono del bolso y se puso a revisar su instagram mientras seguía hablando. Yo, me limité a terminar de decirle todo lo que pensaba y cuando acabé, me volvió a sonreír y muy segura afirmó "A veces se me nota la edad, no me hagas caso. Somos amigos, no tengo porqué exigirte nada"
Fue la peor excusa a sus celos que volvería a escuchar en mi vida, pero me sentía tan mal por haberla "traicionado" pasando la noche con quien realmente deseaba, que cedí a sus palabras y me conformé. Esa era la realidad, me conformaba con una imitación de la felicidad y la dejaba cogerme de nuevo la mano, mientras yo dibujaba una sonrisa falsa que tanto me recordó a la que Alma lucía cuando quería esconder su verdad al mundo.
Cantaba Alejandro Sanz, que después de la tormenta siempre viene la calma, pero después de ti...
Enero pasó rápido, con largas jornadas de trabajo en la biblioteca uniendo los cabos sueltos de mi tesis doctoral, esa que terminaría en EEUU, pero debía presentar primero a mis directores para darle el visto bueno. El poco tiempo libre que me quedaba lo monopolizaba, una cada vez más exigente Carla que ya no se preocupaba por disimular, sumergiéndonos en una constante rutina de rabietas cuando no conseguía salirse con la suya a las que yo respondía con indiferencia, enfadándola aún más.
La meta de la carrera que llevaba años corriendo estaba muy cerca y no iba a bajar la velocidad, porque un jueves se empeñara en salir a una nueva discoteca o un domingo decidiera que sería genial escaparnos y no volver hasta el martes. El 14 de Febrero, se empeñó en pasar el resto de la noche en nuestro pub, a sabiendas de que Alma trabajaría y yo, que simplemente me dejaba arrastrar accedí. ¿Qué podía pasar?