Esta vez, será un hasta luego

Gabriel

 al baño de empleados seguidos de Maika, que corrió a buscar el botiquín.

— No es nada, Pequeñita, no llores— le supliqué mientras le lavaba la herida para ver la profundidad del corte —No mires, pero no es profundo, la sangre es muy escandalosa pero tienes suerte de que hubiera un médico presente— Alma se rió entre sollozos y Maika carraspeó dándome el botiquín, me sonrió y salió dejándonos solos. 

Pero no duró, Carla entró al momento a preguntarme si tenía para mucho, porque sus amigas se iban a otro sitio. No le contesté, salió con un bufido y continué curando a Alma, le puse un par de puntos de sutura adhesivos a su mano y cuando terminé, le besé la palma sin pensarlo y salí. Julia me contó que Carla había salido cabreadísima del baño y se había ido con sus amigas. Bien por ella, porque no pensaba seguir la fiesta estando Alma tan alterada y esperé a que cerraran para llevarla a su casa. Al llegar a la mía, Carla me esperaba en el portal.

— Has tardado mucho.

— Llevé a Alma a su casa ¿No estabas con tus amigas?

— Sí, pero te echaba de menos— Me abrazó mimosa e intentó besarme, pero di un paso atrás que la dejó perpleja. Lo volvió a intentar y giré la cara— ¿Qué te pasa, te cabrea que me haya ido y por eso me rechazas?— le cogí las manos con las que me rodeaba el cuello y se las retiré.

— Me cabrea que siempre tenga que ser lo que tú quieres y sólo cuando tú quieres.

— Es Alma... La princesita se ha hecho daño y el resto sobramos ¿No?

— Piensa lo que quieras Carla, me voy a dormir.

— ¿No me vas a dejar subir?

— No... Buenas noches Carla— cerré la puerta mientras, por segunda vez se marchaba sin decirme palabra y subí andando para deshacerme de la mala vibración que Carla dejaba últimamente en mi mente. En el salón, Álex dormía con la televisión encendida, se la apagué, le puse bien la manta y me fui a mi habitación.

No podía dormir, me escocía la herida y esa canción y los recuerdos de nuestra primera noche en el almacén y la última en su casa no colaboraban demasiado. Miré la hora en el teléfono, las 3.20h...

Revisé Facebook, Instagram y finalmente WhatsApp y Gabriel estaba en línea.

Alma: ¿Insomnio o Skype a deshoras con tus sobrinas?

Gabriel: Ambas...

Alma: No cobran por palabras, puedes explayarte.

Gabriel: Es complicado.

Alma: ¿Empieza por C?

Gabriel: Y termina por A... siempre termina por A...Pequeñita.

Suspiré no queriendo leer entre líneas que esa A era yo, dejé el teléfono sobre la cama de nuevo e intenté dormirme. A las 3.30 recibí una notificación de un nuevo mensaje suyo.

Gabriel: Los juegos se nos dan bien... ¿Jugamos a que esta noche no somos tú y yo? A que no tenemos pasado y podemos sincerarnos sin miedo... Necesito a mi amiga.

Alma: ¿Esa que desde que estás con Carla no ha vuelto a beberse un café con leche tranquila en el bar de María? Las novias me odian y si por fin acierta con mi pedido, lo mismo me envenena.

Esa era mi Alma, la que conocí en la biblioteca, a la que no le gustan los niños, la que lo anota todo en su libreta, lo bueno y lo malo, la que haría sonreír al mismísimo diablo.

Gabriel: No es mi novia...

Alma: Pero tú eres el suyo, así que quieras o no quieras, eres su novio, asaltacunas...

Gabriel: No me hagas hablar de asaltos a estas horas...

Alma: Como bien decía Ted, en Cómo conocí a vuestra madre, Nada bueno sucede después de las dos de la madrugada"

Gabriel: Y como bien decía Barney... lo mejor ocurre después de las 2am. Ven.

Alma: NO.

Gabriel: Porqué?

Alma: Sabes perfectamente porqué...

Le mandé una foto y Alma me llamó.

— ¿Tenemos 15 años para que me mandes una foto empalmado?— no podía parar de reír, ni en mi adolescencia había pasado por esa etapa.

—No, yo más de 30, tú casi... Ven— me repitió riendo también.

—No... recuerda que tienes una NO novia muy celosa— me tumbé de nuevo mirando por la ventana, como empezaba a llover.

—Bruja...— Gabriel suspiró y yo me planteé su propuesta.

— Somos lo peor...— le dije en voz baja, cuando escuché a Andrea entrar en casa.

— Una gamba y un mero malvados...— esa frase de Gabriel me sacó una sonrisa tonta. Demasiado tonta.

— No te he dicho que te quiero, para que termines mi rima.—

— Ahora sí... Y yo a ti, Pequeñita. Buenas noches.

 




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