09 de agosto de 2016
Cuando mi madre me había sugerido a mi hermano y a mí de tomar rumbos diferentes para tomar nuestras vacaciones. Yo creí que se trataba de un juego, pensar que me dejaría en algún punto de una ciudad que no conocía a mis anchas para quedar varada en quién sabe dónde; me aterró la idea.
—Bromeas ¿Verdad?— dije cruzándome de brazos mientras me acomodaba la larga bufanda rosa que ella me había tejido. Estaba un poco enferma de tos y tenía frío.
—No, Yoru, no es una broma— dijo con en esa sonrisa que sabía le perdonaba cualquier cosa.
—Tú y tu hermano deberían disfrutar explorar este lugar y reunirnos aquí después —Me entregó una tarjeta con el nombre y dirección de una pensión.
— ¿Estarás bien sola?— preguntó mi hermano, adelantándose a uno de mis temores, lo cierto es que mi madre estaba un poco enferma y me preocupaba dejarla sola.
— Estaré bien—contestó ella tranquilamente y se alejó a paso lento. —¡Los veré allá!— agitó su mano y desapareció.
Me quedé sentada en la parada de autobús en la que estábamos con mi mochila colgando bajo mi brazo, cuando Chesshire, mi gatita, asomó su cabeza. La acaricié y ella me regaló su ronroneo que parecía alejar todos mis miedos. Volví a toser, la verdad es que me sentía un poco mal en ese clima tan húmedo.
—Anda, tenemos que ganarle a llegar— dijo mi hermano tomando mi mano para empezar a caminar.
Atravesamos varias calles de piso empedrado y varias construcciones de estilo colonial, incluso había personas que viajaban en calesas. La vista se hubiera apreciado mejor sin la niebla que reinaba en el lugar y sin el acelerado paso de mi hermano.
—Espera Akaito— dije casi sin aliento y comencé a toser, lo que nos hizo detenernos. —No puedo caminar a tu paso, me dejas sin aliento, baka.
—Siempre con lo mismo. Ven te llevaré cargada— dijo y me indicó que me subiera a su espalda.
— ¡Ni de coña. Es vergonzoso que mi hermano me cargue!— me quejé efusivamente. —No me siento tan mal como para no caminar.
— Como quieras— dijo él encogiéndose de hombros y una tenue lluvia comenzó a caer por el lugar.
— ¡Maldición!— me quejé y abracé más el bolso donde venía Chess, quien se quejó en el interior.— Tenemos que encontrar un lugar rápido donde quedarnos.
Mi hermano sacó de mi bolsillo la tarjeta que mi mamá nos había entregado y volvió a tomar mi mano para correr.
—No está lejos de aquí, sígueme. —
Corrimos con nuestras maletas y Chess en el bolso, que seguía quejándose del movimiento. La lluvia se soltó con más fuerza y alcanzamos a ver nuestro destino, una enorme casa gris de estilo colonial y ventanas un tanto viejas. En el frente crecía un descuidado jardín que me recordó a aquellas casas que aparecen en las películas y libros de terror. Trague saliva nerviosa y nos dirigimos a la entrada principal subiendo por unas escaleras custodiadas por dos enormes leones de metal.
Mi hermano notó que no había timbre, solo una enorme aldaba en forma de león que ocupó para tocar a la puerta produciendo un escalofriante sonido metálico. Esperamos unos momentos y nos recibió en la puerta, un joven de cabello rubio y ojos azules, vestido con unos jeans y camisa azul marino. Me sorprendió su aspecto tan atractivo y desvíe la vista instintivamente; la verdad es que para algunas situaciones de la vida soy bastante introvertida, sobre todo en aquellas que se supone tratar con otras personas que no sean parte de mi familia.
Mi hermano asentó su enorme maleta y le explicó al joven que nuestra madre nos había dado aquella tarjeta y preguntó si teníamos alguna reservación. El joven lo miro de arriba y abajo con ojos sorprendidos, lo cual me pareció extraño.
— ¿Eres Akaito? ¿En verdad eres Akaito?— le preguntó con una extraña alegría.
—Si por qué lo dices— contestó confundido mi hermano.
—Pasa por aquí, mi padre ya está con Misaki- obasan— dijo tomando su hombro para indicarle el camino donde supuestamente estaba mi mamá.
—Oye, oye oye— me quejé de ser ignorada— Necesito un lugar para cambiarme de ropa y secar a mi gata.
Chess asomó la cara del bolso y estornudo.
— ¿Y tú quién eres?— preguntó con actitud indiferente.
—Yo soy Yoru, soy hermana de Akaito— expliqué adelantándome a mi hermano.
— ¿Es tu hermana?— preguntó despectivamente a mi hermano y me señaló con el pulgar de su mano cerrada.