30 de abril de 2017
Antes que la generación humana denominada como la generación de los Mil, terminará con los pocos recursos y especies del planeta por su inconsciente y egoísta forma de pensar. La joven generación “Z” les quitó las riendas del poder gracias a su ingenio y conocimiento en nuevas formas de tecnología amigables con el planeta. Se consideraban así mismos como los salvadores de Roxan y establecieron reglas en su nuevo orden mundial que fueran benéficas para la población y sobre todo para nuestro planeta que agonizaba.
Con el tiempo, los motivos de los “Z” quedaron claros y fueron aceptados por cualquier Roxaniano incluso por la generación de los Mil y los radicales que los apoyaban. Dejaron entonces trabajar a los Z sin contratiempo en sus ideas y ellos crearon para la humanidad 10 ciudades santuarios auto-sustentables y amigables para el medio ambiente. Para ello, los Roxanianos tendrían que abandonar sus hogares y vivir dentro de las nuevas ciudades amuralladas en las que se contendría a la humanidad, así como su población para dejar al planeta sanar por el tiempo que se había abusado de él. Las criaturas salvajes y las plantas podrían crecer en libertad y los humanos solo tomaríamos lo necesario para seguir existiendo.
Y funcionó,la violencia, la hambruna y la pobreza disminuyó, el planeta se fue curando y fuera de la muralla se podía ver al mundo lleno de vegetación y vida otra vez. Gracias a la tecnología de los Z los roxanianos llevamos vidas cómodas dentro de la muralla y no fue necesario aventurarse al exterior porque los escuadrones GEA de los AR-K (Nombre de las ciudades santuarios) nos proporcionaba todo lo que necesitábamos. Duró así muchos años hasta que una nueva enfermedad del exterior se coló al interior de nuestro santuario y destruyó lo que nos había llevado años de trabajo como sociedad.
Yo nací y viví en el AR-K 7 antes de lo sucedido. En el tercer y último piso de los círculos en el que está dividida nuestra ciudad, destinado mayormente para las personas que trabajan en el exterior del muro. Mi madre y yo éramos las responsables de una pensión que nos había dejado mi padre y la rentabamos mayormente a las familias de los escuadrones GEA y otras personas de clase trabajadora. Lejos de lo que pensarán las generaciones pasadas, ser la clase trabajadora tenía sus ventajas, los Z reconocían nuestra habilidad y mano de obra, la paga era buena y nuestra infraestructura era de las mejores ya que nuestros mismos obreros ofrecían su trabajo a la comunidad, mejorando notablemente su aspecto y funcionalidad.
Cuando todo comenzó solo era un rumor a voces. Un escuadrón entero que había salido al exterior por recursos había enfermado inexplicablemente. Al principio, solo parecía una fiebre inofensiva por lo que no hubo ninguna alerta pero cuando sus cuerpos fueron invadidos por una inexplicable y extraña Rash, se dio aviso a los Z de la situación. Quienes de inmediato mandaron un grupo de científico y médicos a evaluar el nivel de peligro y encontrar una posible cura antes de que se saliera todo de control. Mi hermano que era miembro de uno de los escuadrones GEA de protección y defensa, nos platicó en secreto lo que había escuchado entre pasillos por lo que nos recomendó a mi Madre y a mí que abandonaramos el tercer círculo y nos fuéramos al segundo donde vivía mi tía.
Ella no quería dejar la pensión, ya que era nuestro único sustento de vida por lo que me ofrecí a cuidarlo en su ausencia. Le dije que en caso de que mi vida corriera peligro contaba con mi hermano para sacarme del tercer círculo y llevarme al segundo con ella, pero no pensé lo equivocada que estaba en el momento en que contemplé que todo se vino abajo.
Dos días después que mi madre se fuera, me quedé a cargo de la pensión y fue cuando la enfermedad se salió de control. Eran las dos de la tarde cuando estaba a punto de servir la comida de los inquilinos cuando me llamó mi hermano, se oía agitado y en medio de una gran pelea. Me advirtió que cerrará toda la pensión porque una horda de infectados, a los que describió como zombies, se acercaban corriendo hacia mi ubicación; lo que me dejaba con 20 minutos a lo mucho de asegurar la cortina metálica con la que cerrábamos de noche y cubrir cada rincón de nuestro edificio para protegerme a mí y todos los que estaban adentro.
Así que sin pensarlo mucho, corrí a activar las cortinas metálicas del estacionamiento subterráneo por el cual se entraba al edificio. Los inquilinos curiosos salieron de sus cuartos para preguntarme sobre mis acciones pero antes de que lo hicieran, les grité que bajaran todos sus muebles de casa para reforzar las cortinas. Al principio me miraron como si hubiera perdido la razón pero al escuchar una explosión cercana comenzaron a moverse.
—¿Qué sucede Yoru?— Me preguntó preocupada una de las inquilinas que tenía mucho tiempo viviendo en la pensión. Su nombre era Peggy, una mujer de la tercera edad.
—No lo sé pero será mejor tomar precauciones, Akahito me llamó y me dijo que los enfermos enloquecieron y están comiendo a otras personas—respondí angustiada en lo que empecé acarrear sillas hacia la puerta.