09 mayo 2017
Debía ser un sueño, no hay otra explicación para que tú y yo estuviéramos frente a frente… No hay forma…
Sentí un dolor penetrante en mi brazo que me hizo reaccionar. Al abrir mis ojos, descubrí una venda en el lugar de mi dolor y una mancha de sangre que se expandía pero eso no fue lo que más me sorprendió, sino que al levantar la vista me encontré contigo en una habitación que me parecía desconocida y a la vez familiar. Estábamos en un laboratorio de botánica, rodeados de extrañas plantas y flores que crecían libremente por todo el lugar, incluso sobre las mesas que se encontraban cubiertas de varios instrumentos para analizarlas.
—¿En dónde estoy?— fue lo primero que pensé sin dejar de verte. Parecías igual de desorientado que yo pero aún así tuviste el valor para hablar.
—Yoru...—pronunciaste mi nombre con toda familiaridad y fue casi doloroso escucharlo con tu voz. Cuatro años habían pasado desde la última vez que te vi; tu recuerdo se estaba convirtiendo en algo borroso en mi memoria pero aún era lo suficiente nítido para reconocerte, para identificar tu voz y tus palabras. Creí haberte superado pero al experimentar esos sentimientos encontrados, era hora de reconocer que eras una persona difícil de olvidar, así que hice uso de toda mi altivez para parecer indiferente ante ti.
—¿Qué hacemos aquí?— me preguntaste tomándome por sorpresa porque creí que tú me darías esa respuesta.
—Yo… no puedo recordarlo— te respondí apartando mi vista de ti y analicé a detalle el lugar que nos rodeaba. Era un laboratorio un tanto extraño con forma esférica y paredes de color blanco, completamente cerrado e iluminado con luz artificial proveniente del techo. Era fresco y amplió a pesar de la cantidad de vegetación que nos rodeaba y al frente, en el centro, un enorme ojo de buey nos ofrecía la visión de lo que había en el exterior: Un páramo árido y desolado. Nuestro único acceso era la puerta frente a la ventana, que justamente estaba a mi izquierda.
De pronto un sonido penetrante se apoderó de mi mente, y me tambalee, corriste hacia mi preocupado para tratar ayudarme pero te aparte. No quería que me tocaras, no quería sentir tu piel junto a la mía, simplemente no lo soportaría. Me miraste unos segundos hasta que vi que tu experimentaste el mismo dolor, entonces recordé quiénes éramos y qué era lo que hacíamos ahí: Nosotros éramos parte de un grupo de cuatro científicos para cuidar aquellos sujetos de estudio (todas y cada una de esas plantas y flores que crecían en el laboratorio). Analizabamos las propiedades de una flor nueva cuando nuestra base se había tambaleado y sin querer el matraz donde habíamos colocado su toxina se estrelló contra mi brazo y caíste encima de mí. Estabas ayudandome a vendar mi brazo cuando de repente ambos perdimos el conocimiento.
Fingí estar bien para ocultar mi debilidad y mi vergüenza. Había confundido lo que era real con la ficción, la toxina de la flor me había afectado a tal grado que me hizo creer que mi trabajo en el laboratorio era un sueño y que yo, en realidad, me encontraba durmiendo en un cuarto, soñando con un exnovio con el que habían terminado mal las cosas; un exnovio idéntico a Ryu, mi compañero de trabajo.
Él siguió retorciéndose de dolor, seguramente también tendría la misma jaqueca que yo y me atreví a suponer que también había sufrido de alucinaciones.
—Ryu...—susurré. Y al hacerlo mi corazón se apretujo dentro de mi pecho, no era un dolor físico sino anímico, como si pronunciar su nombre me doliera.
—Todo fue una alucinación. Él y yo no tenemos ese tipo de relación, es la culpa de esa toxina el que me sienta así— pensé para apartar esas ideas de mi cabeza.
Tomé su brazo para pasarmelo sobre mi hombre para ayudarle a caminar hasta el diván que teníamos para descansar. Él se dejó llevar por mí y cuando lo recosté, me di cuenta que no dejaba de mirarme, lo que me hizo preguntarme qué clase de alucinaciones habría tenido él. ¿Acaso las mismas que yo?
Coloqué mi mano sobre su frente para revisar su temperatura y me di cuenta que ya lucía mejor que hace unos momentos. Las pupilas de sus ojos purpuras parecieron menos dilatadas y estaba sudando; era buena señal. Sus cabellos rojos estaban casi adheridos a su rostro y con mi mano los aparté un poco.
—Iré a traerte un paño húmedo, te hará sentir mejor— le dije apartandome de él pero tomó mi muñeca casi en un acto reflejo haciendo que me sobresaltara.
Meneó su cabeza de forma negativa sin soltarme y por alguna razón, mi corazón comenzó a latir fuertemente.
—Yoru no te vayas...—pronunció débilmente.