25 de marzo de 2020
Desde que tenía memoria el mundo se separaba en dos: adentro y afuera. Ella pertenecía al “mundo de adentro”; vivía en un pequeño cuarto con enormes mamparas de cristal al frente y un baño oculto en la pared. Sus muebles se componían de una cama sencilla y una sábana que apenas la protegía del frío. Una mesa y silla de metal en la que solía sentarse a comer o responder entrevistas de las personas de blanco y en ocasiones, la ocupaba para dibujar cuando Yuzan le llevaba una caja de colores y papel.
Yuzan era su persona favorita; él vivía en el mundo de afuera al igual que las personas de blanco. El “mundo de afuera” era triste, gris y frío; las personas de blanco caminaban de un lado a otro de su mundo y de otros, que como ella, vivían en el mundo de adentro. La observaban y luego se dirigían a unas enormes máquinas incrustadas en la pared, llena de pantallas con símbolos y números extraños que ella no conocía. Las personas de blanco siempre iban y venían, le daban de comer pero ninguna caricia, ni una palabra amable; se sentía muy sola hasta que Yuzan entro a su vida.
Desde que se conocieron, Yuzan y ella se volvieron muy apegados. Al principio, cuando ella era más pequeña, él la visitaba de vez en cuando junto a un hombre bastante mayor al que él llamaba “Papá”. Ella no entendía el significado de esa palabra pero supuso que ese hombre debía ser importante para él, ya que Yuzan siempre lo obedecía. Posteriormente, ella dejo de ver al hombre mayor y a su querido amigo, eso la puso muy triste, ya que él era el único que parecía querer interactuar con ella. Los hombres de blanco nunca le hablaban, le ordenaban, cuando se metían a su pequeño espacio era para pinchar su piel, darle descargas eléctricas que la dejaban agotada o resolver aburridas pruebas y cuestionamientos.
No supo cuánto tiempo paso, pero cuando Yuzan regreso se veía cambiado. Era más alto y delgado, su rostro que antaño había sido bastante redondito ahora era un óvalo perfecto que delineaba la forma de sus ojos, nariz y boca; ella apenas pudo reconocerlo vestido con ese uniforme negro con gorra que ahora usaba. Cuando sus miradas volvieron a encontrarse, ella sintió en su interior algo parecido a lo que sentía por las personas de blanco, no conocía el nombre de ese sentimiento pero pudo expresarlo a través de un gruñido que salió de su garganta, fue cuando se percató de algo importante; había perdido la poca capacidad de hablar que le quedaba. Apenada se cubrió la boca y se dio media vuelta, Yuzan preocupado la llamó varias veces a través del cristal pero ella corrió a esconderse debajo de su delgada sabana en su cama mientras lloraba. ¿Qué rayos le habían hecho las personas de blanco? ¿Cuándo había sido la última vez que había usado su voz? No podía recordarlo…
Arte: JealousCartoonist
— ¡¿Qué rayos le hicieron a Erin?!— Escuchó a alguien gritar molesto y cuando ella asomó la cabeza por debajo de su sabana, se dio cuenta que era Yuzan quien gritaba. Hasta su voz había cambiado durante ese tiempo.
Un grupo de personas de blanco lo miraron confundidos hasta que uno de ellos se decidió por hablar. Se trataba de un hombre de estatura baja y complexión robusta, la bata blanca apenas y le cerraba; parecía que en cualquier momento algunos de sus botones saldría volando contra el rostro de alguien. El hombre dio un paso al frente fuera del grupo y Yuzan pudo observar con detalle su rostro regordete oculto por unas gruesas gafas de color negro que hacían ver sus ojos más chicos de lo que en realidad eran.
— ¿Se refiere a No. 7?— pronunció con un tono despectivo que molesto a Yuzan.
—Su nombre es Erin— se apresuró a corregirlo el joven.
El hombre de blanco elevó su mirada al techo y suspiro con una mueca de hartazgo. Alzó la tableta electrónica que sostenía en su mano derecha y leyó en silencio ignorando la presencia de Yuzan.
—El sujeto de pruebas No.7 ha sido maldecido con éxito, aunque su capacidad de habla se ha visto afectada consideramos que esto no es perjudicial para su propósito. Pronto será enviada a la Orden para que comience su entrenamiento— informó el hombre y dio media vuelta para retirarse cuando Yuzan le tomó con fuerza del hombro.
— ¿Cómo que la maldijeron?— preguntó confundido el chico. — Mi padre no tenía esos planes para Erin, forzar el favor de Xaria en ella fue un error ¡Su cuerpo no puede resistir la energía espiritual! ¡Tendrá una transformación a medias! Mi padre había dicho que ella podía tener un mejor desempeño en…
—Eso no nos interesa—lo interrumpió el hombre con una actitud prepotente— Si ella no sirve como mascota para la orden entonces no tiene ninguna utilidad aunque…—el hombre hizo una pausa y se relamió los labios— siempre puede terminar en uno de los sitios de placer del señor Ian como terminan todas las basuras híbridas.
Yuzan furioso lo tomó por el cuello de la bata y lo aporreó contra uno de los pilares de metal del laboratorio. Erin se levantó de su cama al oír el ajetreo y se acercó a las mamparas; pegó sus manos al vidrio mientras trataba de entender porque Yuzan se veía tan alterado y molesto.