Estambrisueños

EL VELORIO

26 abril 2020

La mayoría de las personas recuerdan su época de preparatoria como una época de hacer amigos, tener pareja y disfrutar de la juventud. Ya no eres un niño pero tampoco un adulto, comienzas a pensar acerca de tu futuro y también, a quien quieres conservar a lo largo de tu vida. Es quizás la etapa más importante de una persona porque se figura en qué tipo de adulto se convertirá.

Durante esa época, no, quizás toda mi vida yo he sido una persona realmente deprimente.  No tengo confianza en mí misma y aunque soy amigable, en realidad me cuesta hablar con otras personas. Puede que esa sea la principal razón por la que me enamoré de Hamza, mi mejor amigo. Fue la primera persona que intentó conocerme, me vio con la cara metida en un libro y me preguntó sobre él. Nunca antes me había interesado entablar una conversación con otros compañeros de clase, me sentía tan ajena a ellos que desistí abruptamente en tratar de entrar a sus pequeños grupos llenos de curiosidad juvenil. A mí me gustaban más los lugares tranquilos, el silencio y la soledad; esconderme tras un libro y fingir que era invisible porque así era como me sentía la mayoría del tiempo. Ya fuera en mi casa o en la escuela, yo era invisible para los demás. Mi introvertida y penosa personalidad sumada a un descuidado arreglo personal me permitió pasar inadvertida pero Hamza de alguna forma me vio y quiso acercarse a mí. Yo no se lo impedí, estaba deseosa de estar con alguien, de tener a alguien a mi lado; quería confiar en otros.

Hamza resultó ser un chico muy amable, tanto que me enamoré perdidamente de él pero cuando creí que el sentimiento era mutuo y arriesgue todo en una mala confesión, me di cuenta que solo yo pensaba que podía haber algo más entre nosotros.

 

“Perdón, Azahara. Yo no te veo de esa forma, en realidad, te aprecio como a una hermana” Esas palabras me destruyeron, Hamza jamás me había visto como mujer, tan solo como alguien débil que debía ser protegido, como una pequeña hermana… No podía culparlo, esa era la imagen que yo proyectaba y no intente modificarla. Entonces incapaz de cambiar mis sentimientos por él, hice lo que era mejor para mí, me aleje de él. Fui yo quien tomó esa decisión y Hamza la respeto.

 

Hasta el día de la graduación, él y yo no volvimos a cruzar palabra. Quería irme de ese maldito lugar y olvidar que alguna vez tuve la esperanza de vivir mi juventud  como los demás. Me concentré en mis estudios y pedí la especialidad en Filosofía y letras en la Universidad de Fogtown. No fue difícil con mis calificaciones y aunque mi madre estaba renuente de que me mudara a la enigmática ciudad de la niebla, al final me apoyo. Así me mude lo más lejos de mi ciudad natal, Heaven Water, esperando olvidar como había vivido mi patética vida durante los últimos años.

 

Mi timidez no me abandonó al contrario se arraigó y me hizo alguien esquiva y solitaria. Afortunadamente, esto no importaba en la Universidad, hay tanto por hacer que si eres alguien aplicado, rara vez tienes tiempo de divertirte. Para mí eso estaba bien, no necesitaba a nadie y nadie me necesitaba a mí. Iría por la vida como una inadaptada social porque me sentía incapaz de socializar con otros.

 

Apenas comenzaba a olvidar mis años de preparatoria cuando un correo llegó a mi buzón electrónico. Al leer el nombre del remitente, sentí un pequeño escalofrío, no podía creer que después de tanto tiempo Hamza me escribiera. Tuve un atisbo de esperanza y pensé que quizás él extrañaba la amistad que habíamos compartido. Debía confesar que durante ese tiempo no había olvidado los sentimientos que tenía por él, tan solo acepté que en algún momento desaparecerían.

 

Di click para abrir el correo que tenía por asunto “Reunión” y al ver la lista de contactos al que les habían enviado el mismo mensaje pensé que se trataría de una fiesta de exalumnos. Me pregunté molesta porque Hamza me enviaba algo así conociendo mi personalidad. Iba a eliminarlo sin siquiera leerlo cuando alcance a distinguir la palabra “Velorio” y decidí ver de qué se trataba.

— ¿Qué?— fue todo lo que pude expresar al terminar de leer el mensaje y me llevé una mano a mi boca. Recargué mi espalda en el respaldo de la silla de mi escritorio sin creer todavía lo que estaba leyendo.


En ese instante la lluvia que caía en la ciudad arreció y un rayo cruzó el cielo haciendo que la electricidad fallara. Quedé iluminada únicamente por la luz proveniente de la pantalla de mi laptop y no pude evitar temblar cuando el cielo se estremeció en un sonoro rugido.

 

Era la cita al velorio de mi excompañera “Yuki Nakamura” al parecer, ella estudiaba en la misma universidad que yo, solo que en otra área. Lo terrible del mensaje no era lo prematuro de su muerte sino la circunstancias en las que había muerto y la petición de Hamza de llevar carteles con el hastag #JusticiaparaYuki cuando llegarán a la entrada de la ciudad para exigir justicia por su muerte. No entendí a lo que se refería hasta que deslice el mensaje para ver los archivos adjuntos y en ellos encontré el vídeo de un reportaje sobre una chica hallada muerta en un callejón, vestida como una muñeca antigua y con un capullo de rosa dentro de su boca. El modus operandi ocupado por el esporádico asesino de las rosas como lo apodaban los medios.




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