Estambrisueños

LA BRUJA

27 junio 2020

Su vida había sido una tragedia constante y supuso que su final no sería distinto…

Nara Angelis nació como la hija de un humano común y corriente y una sobrenatural del clan de Lobos Ancestrales. Por lo tanto, no fue extraño que tuviera afinidad con la magia e incluso pudiera cambiar de forma con la ayuda de una piel de lobo que su madre le había dejado al nacer. Ella le había abandonado con su padre y supuso que lo había hecho porque según contaban las leyendas cuando una loba perdía a su pareja debía asegurarse de proteger su clan engendrando nuevos cachorros, incluso si tenía que mezclarse con hombres humanos para hacerlo. Así que Nara nunca la  conoció ni tampoco a los hermanastros lobeznos que seguramente tendría; su madre la había echado y rechazado de su clan desde el momento en que la dejo con su padre. Quien no dejaba de recordarle que su madre se había aprovechado de él mientras lloraba por su verdadera y difunta esposa. Así que no le extrañó que su padre le guardara resentimiento y en cuanto tuvo la oportunidad, la corrió de su hogar dejándola a su suerte.

Nara vagó durante mucho tiempo, haciendo de todo para sobrevivir, incluso conjurando magia oscura para complacer los deseos de las personas y ganar unas cuantas monedas para comer. Hasta que se estableció en una pequeña ciudad llamada Mist Hill donde continuó satisfaciendo los deseos egoístas de las personas sin importarle si era  bueno o malo lo que hacía. Fue en esa ciudad que conoció al hijo de la gran Verónica Vircone “La fantasma”, una médium de la que había escuchado durante su travesía. Una mujer que había sido capaz de batirse contra sobrenaturales ancestrales para proteger a humanos de sus ataques. A su muerte, Romualdo Vircone continuó su labor y también llegó a ser tan querido como su madre.

El destino que los unió fue cuando una carroza casi la atropella, Romualdo la había salvado de ser aplastada y desde ahí ambos quedaron prendados uno del otro. Nara creyó que por fin podría ser feliz a lado de Romualdo y se entregó a él con todo el amor que nunca le había proferido a nadie, sin importarle las formalidades de la época y que no estuvieran comprometidos. Por primera vez alguien la aceptaba y la amaba como era, sin importarle de quien era hija o su origen.

Nara pensó que podría remplazar el triste pasado que cargaba con un futuro prometedor y feliz a lado de tan distinguido hombre; nunca más volvería a estar sola. Lo supo cuando después de unos meses se enteró que estaba embarazada. Tendría su propia familia; habría amor en su vida.

Pero la realidad distaba mucho de sus fantasías, la noticia para Romualdo no fue tan agradable. Él había estado hurgando en su pasado y sabía que era la hija mestiza de una Loba ancestral y un humano. Le preguntó si lo había usado para vengarse de lo que su madre le había hecho a la suya y ella no supo de qué hablaba hasta que se enteró de una terrible verdad: la madre de Romualdo había luchado durante tres días y noches contra una pareja de Lobos Ancestrales que pretendía matar a todos los habitantes de Mist Hill. Eran tan poderosos  que cuando logró acabar con el macho, con su último aliento maldijo a la médium y que desencadenó en su prematura muerte. La loba viendo que no podría enfrentar a la mujer sola, escapó con la promesa de vengarse. Su madre, a quien nunca conoció continuaba arruinándole la vida. Romualdo creyó que ella era parte de un elaborado plan de venganza en contra de su familia. La acusó de Bruja y de haber usado su magia para seducirlo. Nara le juró que nunca había usado su magia contra él pero Romualdo no le creyó y la denunció con las autoridades.

Encerraron a Nara en una prisión especial con sellos que anulaban su magia, tampoco podía escapar cambiando de forma porque había ocultado su piel en una cueva lejos de Mist Hill temiendo que alguien la viera y revelara su verdadero origen. Nadie lo sabía pero Nara odiaba ser una sangre mezclada, por lo que se encargó de guardar bien su piel en un lugar dónde jamás sería encontrada.

Nuevamente estaba sola, señalada nuevamente por un origen que jamás pidió tener. Temía por su futuro pero más por el de su hijo no nato. La mantuvieron encerrada hasta que dio a luz en esa prisión. La noche en que nació su bebé, las parteras entraron a realizar su trabajo y no le permitieron ver el rostro de su hijo aunque ella chilló y se los suplicó. No supo si era una niña o un niño, tan solo pudo gritar que no se llevaran a su Estrella lejos de ella. Así había llamado a su bebé durante todo su embarazo, su pequeña estrella brillante en la oscuridad de su vida. 

Al día siguiente, mientras aún se recuperaba de la tristeza y el esfuerzo que había supuesto su parto, fue llevada ante un tribunal que no le dio la oportunidad de defenderse. La acusaron de practicar la brujería y de todos los trabajos denigrantes que había hecho para sobrevivir. La sentenciaron entonces a ser sepultada viva en un cajón de piedra en la zona pantanosa de Mist Hill junto a otras dos chicas que habían sido acusadas de lo mismo.

Nara aceptó su destino sin llorar, sentía que en su encierro había derramado todas las lágrimas que le quedaban o eso creyó. Caminaba encadenada junto a las dos pobres almas que compartirían su mismo destino cuando entre la multitud que la señalaba con su dedo índice y le gritaba una sarta de infamias, vio a Romualdo con el bebé de ambos acunado en sus brazos. La mirada que le dirigió ya no era de reproche si no de condescendencia. El guapo hombre de cabellos negros y ojos de distinto color, que alguna vez la miró con una sonrisa, le dirigió una despectiva mirada de lástima que hirió a Nara en lo más profundo de su ser.




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