Estambrisueños

PACTO TERRIBLE

Protege el todo, protege el todo, protege el todo…—repetía en voz baja con sus labios partidos mientras caminaba descalza en medio de la lluvia que se había desatado en la ciudad.

Avanzaba sin rumbo como si una fuerza más allá de ella le obligará a continuar a pesar de su lamentable estado. Temblaba de frío y trato de cubrirse con la raída capa que vestía, en otro tiempo quizás hubiera sido una hermosa capa de color blanco pero ahora solo parecía un harapo lleno de hoyos y suciedad del bosque por el que había salido. En contraste con su vestimenta, en su cuello colgaba una llave de oro con cuatro joyas incrustadas, tres de ellas carecían de brillo a excepción de la roja.

La gente al verla pasar le dedicaba miradas de asco y molestia; la creyeron trastornada. Últimamente en el país de Sherezade, había aumentado de manera alarmante los casos como los de esa chica, magos atormentados, víctimas de Los cuatro terribles. Corrían muchos rumores sobre el origen de estos cuatro,  contaban que antaño habían sido humanos, hermanos, magos talentosos de gran poder. Corría el rumor que la mismísima Arcana Sherezade los había instruido pero esto no estaba del todo confirmado. Se decía que estaban obsesionados en alcanzar el nivel de los dioses y que al no conseguirlo por su propio esfuerzo, frustrados, buscaron hurtarlo de otro lugar. Así fue como los cuatro desdichados se transformaron en Djinns, entidades mágicas inmortales. El poder antiguo que robaron fue tanto que no pudieron controlar su naturaleza indomable, la magia contaminó sus mentes frágiles y se convirtieron en malignos seres que azotaron al mundo con sus caprichos. Causaron mucho dolor y destrucción, hasta que Sherezade, la primera Arcana, Cardinal de los cuatro elementos, los enfrentó y logro aprisionarlos con un hechizo propio. Fue así que liberó a su pueblo, que nombró a su nación como su salvadora. Ahora con la caída del castillo de Mil y una noches, alguien los había liberado y cada vez se veían más personas como esa chica.

“PROTEGE EL TODO”

— ¿Qué era “el todo”?—pensó la joven intentando recordar dónde había escuchado aquella frase. Sabía que era importante, algo que no debía olvidar pero su mente estaba demasiado afectada por los últimos acontecimientos.

Podía recordar verse rodeada por largas llamas en medio de lo que parecía una biblioteca destruida. Su cuerpo estaba atrapado entre los escombros y el humo comenzaba a llenar sus pulmones, sabía que moriría ahí. Estaba comenzando aceptar su final cuando una voz masculina le habló.

—Mírate, todavía sigues viva a pesar de que él te arrebato los otros tres libros de Sherezade, a excepción del mío. Si fueras como ella podrías haberlo detenido pero supongo que tu batalla en aquel plano atemporal consumió demasiado de ti para que pudieras protegerte de su ataque. Si me lo preguntas, su ataque fue mezquino; atacarte cuando estabas más vulnerable—

Ella había alzado su rostro con pesadez para ver el origen de aquella voz y encontró flotando a su lado a un joven de largos cabellos rebeldes de color negro. Sus ojos de color ámbar la observaban con curiosidad mientras que sus labios formaban una juguetona sonrisa. Bajó la mirada hasta sus manos y observo que un par de grilletes con cadenas etéreas aprisionaban sus muñecas, si seguía la dirección de la cadena observo que esta provenía de su propia espalda. ¿Ella era la que lo retenía?

Quiso preguntarle quién era y qué hacía ahí pero no encontró las fuerzas para hablar; él pareció darse cuenta e intervino.

— ¿No recuerdas nada, cierto?— le preguntó él  sin esperar respuesta. Pasó la palma de su mano por su rostro y luego la elevó para formar surcos entre  sus cabello con una actitud de impaciencia.

—Esto se ve muy mal. A este paso tú y yo moriremos ¡Demonios!— gritó molesto y agito sus manos haciendo sonar sus cadenas y luego, como si hubiera encontrado una solución se calmó.

Descendió hasta donde se encontraba y con un solo chasquido de sus dedos, las piedras que la aprisionaban se movieron por si solas liberando su cuerpo.  La alzó entre sus brazos y le susurró algo a su oído. No podía recordar bien lo que le había dicho, solo que ella había respondido “Acepto”.

¿Qué le había dicho para que ella dijera eso? No podía recordarlo, tan solo sabía que la salvó y la abandonó a su suerte en el bosque. Había tenido que caminar durante días para llegar a la ciudad más cercana sin haber comido o bebido nada las últimas 72 horas; estaba comenzando a marearse.

— ¡Oye! Vamos a morir si no consigues algo de comida— escuchó la voz del hombre dentro de su mente pero la ignoró o mejor dicho estaba muy débil para concentrarse en ella.




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