Estamos AquÍ

6- Oscuridad

6

OSCURIDAD

Cuando creí haberme liberado, me encontré con una multitud de miradas penetrantes y escalofriantes, con pupilas pequeñas e inhumanas que me observan fijamente. Cerré los ojos por breves momentos, en busca de cordura, pero cuando los abrí de nuevo los sentí más cerca de mí.

Retrocedí con rapidez y volví al umbral de la puerta, sus ojos me aterraban y sus intenciones me decían que pretendían hacerme daño. Apenas pude cerré la puerta y volví a observar el corredor de la entrada con lágrimas en mis ojos y un nudo en la garganta.

Me dirigí hacia el espejo más cercano y lloré delante de él, en consecuencia de la frustración y el miedo que sentía. Tenía días aguantando mi llanto, esperanzada en que encontraría un plan para volver a casa, un plan para salir por aquella puerta e irme lejos de este lugar maldito.

—¿Ya te quieres ir?

Lo vi a través del espejo empañado, Edén me observaba con cinismo, como si hubiésemos sido enemigos durante mucho tiempo.

—Por favor, no me hagan nada —rogué con la voz entrecortada—. Si me dejan ir, no diré nada a nadie. Me olvidaré de este lugar y no me verán más nunca. Lo juro.

—¿Por qué todos dicen eso? —preguntó Edén.

—¿Quiénes son ustedes y por qué se comportan tan extraño? —dije pegándome más al espejo, pues miraba sus intenciones de acercarse a mí—. Te vi... te comiste a mi gata.

El gesto de placer al recordar la escena se dibujó en su rostro, y su forma de soltar un gemido placentero me hizo confirmar que no se arrepentía. Me aterraba su frialdad y el cinismo que desbordaban sus azules ojos.

—Eso fue un impulso —me dijo—, no pude contenerme.

Noté sus lentas pisadas acercarse y lo primero que pensé hacer fue amenazarlo con romper el espejo que tenía atrás. Ni siquiera sabía si eso funcionaría, pero el momento me obligó a reaccionar de ese modo.

—Si te acercas, lo romperé —dije con mi puño sobre el cristal.

—Que chica tan mala —replicó con una sonrisa intimidante—, apuesto que si lo harás.

—¡Edén, basta! —intervino Hausten, quien bajaba con el resto por las escaleras—. No hagas que rompa otro espejo, no hay necesidad.

—¡Lo haré si no se alejan de mí!

—¡Mataste a uno de los nuestros y ahora quieres asesinar a otro! —gritó Sandra, haciéndome sobresaltar—. Atrévete a hacerlo y te devoraré sin piedad.

Mi puño se inclinó hacia abajo cuando las pupilas de ellos se encogieron hasta volverse diminutas, de pronto, el iris pareció expandirse y sus miradas dejaron de tener luz. No sabía donde me encontraba ni que clase de criaturas tenebrosas tenía en frente. No eran humanos, aunque físicamente lo parecieron y en aquel instante, supe que estaba encarando demonios despiadados.

—Ha llegado el fin, linda —dijo Edén—. Has sido la más valiente, la más paciente y nos enseñaste muchas cosas, pero como dicen ustedes: todo llega a su fin.

—¿Qué me van a… hacer?

—Es tiempo de encerrarte, haz hecho enojar a los nuestros.

Pensé que regresaría a mi habitación y que mi secuestro transcurriría. Sin embargo, las arrugadas manos de la señora Hausten me mostraron un espejo que reconocí de inmediato. El mismo espejo de madera negro enmarcado por un intrincado borde de madera tallada que descansaba en la pared frente a la cama de mi habitación.

No comprendía nada, sentía que me habían encerrado en un manicomio lleno de mentes corrompidas que buscaban ayuda, me sentía como una carnada que sería lanzada en cualquier momento hacia un enorme y tenebroso tiburón. Estaba rodeada que extraños con miradas penetrantes y opacas que esperaban el momento para atraparme.

—Estás preparada, puedes salir —dijo Hausten, quien aun sostenía el viejo espejo de la habitación—. Es hora.

Lo que vi luego de eso, fue indescriptible para cualquier ser humano que habita la tierra.

Una figura oscura emergió del espejo, como si la misma oscuridad hubiera cobrado vida siendo un ente o un ser maligno. Su presencia llenó la habitación con una sensación de terror palpable que solo pareció conmoverme a mí. Aquel extraño ser, alto y delgado me observaba con sus diminutas pupilas, grabando cada parte de mi cuerpo, cada lágrima que brotaba de mis ojos y el sudor que empapada mi frente.

Su olor me hizo confirmar que aquellos aromas que emanaba la casa, estaban contenidos en los cientos de espejos que albergaba el lugar y que durante mis noches nunca estuve sola en aquella habitación. Miles de criaturas desconocidas me observaban con detenimiento mientras dormía, e incluso mientras hacía mis necesidades.

Nunca estuve sola, la oscuridad siempre estuvo junto a mí.

Sus ojos, dos abismos vacíos, brillaban con un resplandor sediento como si alguien finalmente hubiese encontrado la liberación, mientras su mirada penetrante intentaba apresar mi alma.

Los sonidos a su alrededor parecían amortiguarse, como si su mera existencia absorbiera la vida y la luz que habían dentro de mí. Al moverse, un leve susurro, como el roce de telas viejas, acompañaba cada uno de sus pasos, y un olor desagradable me obligó a vomitar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.