¡estamos en Vivo!

Capítulo doce

Amor Correspondido.

Movida por la desesperación, caminó sin rumbo y se encontró de pronto frente a la librería de Agni y Eva. Por un momento se detestó, se sintió patética y se debatió acerca de entrar o no, pero necesitaba hablar con alguien, él era el único que había demostrado simpatía sin segundas intenciones.

Dejó escapar un suspiro, acarició la perilla áspera y oxidada, cerró los ojos y empujó la puerta. Un sutil chirrido acompañó su entrada al igual que el piso de madera y su inigualable crujido. Respiró profundamente el olor a magia que los libros apilados expulsaban y sonrió.

Por un momento, deseó que Agni no estuviera y que su desesperación no fuera tan obvia. Estiró el cuello para ver sobre la enorme cantidad de libros, no vio a la pequeña mujer, supuso que estaba metida en algún rincón, sonrió con cariño ante esa idea, le recordaba a su abuelo. Él le había enseñado a amar aquellos libros con olor a viejo. Se sacó la campera blanca y la colgó en el perchero cubierto de polvo, no le importó ensuciarla.

Comenzó a recorrer aquella laberíntica librería que la hacía fantasear con tantas cosas que ya había leído antes.

Caminaba perdida en recuerdos, entre pilas y pilas de libros que formaban pasillos, que desembocaban en otros pasillos, más chicos, más grandes, se dejaba guiar por una intuición romántica. Estaba enamorada de ese lugar, de la magia que escondía, de la tranquilidad y el misterio que iban de la mano en perfecta sintonía. Todo era de madera, con un aire rústico, que la volvía loca. Le generaba algo a lo que ella aún no podía ponerle un nombre.

-No pensé que volvería a verte después del fracaso de ayer.- La voz de Agni se escuchaba más dulce de lo normal. Úrsula sonrió, no lo veía, pero podía oírlo. Era un alivio.- Que gusto verte.- Susurró desde algún lugar.

Se podía percibir una expresión burlona en su voz, como si se divirtiera. Pensar eso, hizo que Úrsula sonriera también contagiada solo por algo que creía oír. Levantó la vista expectante, como si el joven fuera a aparecer colgado del techo cual Hombre Araña. Como si fuera a bajar cabeza abajo colgado de una inestable y fina telaraña para que ella lo besara.

-Podría decirse que no fue un fracaso por completo.- Comentó ella ya sin buscarlo. Hablaba mientras leía los títulos de los libros que, sorprendentemente, parecían haber sido prolijamente desempolvados.

-Noto algo en tu voz…- Agni se escuchaba aún más cerca, se sentía aún más próximo a ella. Úrsula se sentía parte de una telenovela romántica, de esas cursis que veía su mama cuando era pequeña y la mandaba a dormir la siesta. – ¿Tristeza? ¿Desilusión?- Se animó a preguntar.

El hecho de que el muchacho se alegrara de verla, por alguna razón le hacía bien, como si necesitara que alguien lleno de una ingenuidad bondadosa, la abrazara y le dijera que todo estaría bien. Su vulnerabilidad emocional lo requería. Se oían los pasos de alguien que supuso sería Agni que, como el empedernido lector que era, le encantaba ese aire de misterio que comenzaba a crearse en aquel pequeño mundo personal. O tal vez era Eva que, aprovechando su pequeña altura, paseaba encubierta entre los libros, sus amadísimos libros.

-Tuve un mal día.- Murmuró casi para sí mientras acariciaba los lomos de los libros a modo de terapia. Se sentía culpable por admitirlo y no entendía la razón. Supuso que era por abrir su corazón a completo extraño, pero no le cerró del todo esa idea.

Carraspeó y enderezó su postura como si, de esa forma, toda su seguridad y buen humor volvieron a ella repentinamente. Siguió moviéndose de un lado a otro como una autómata, ya no leía los títulos de los lomos, sólo miraba sin prestar atención. En cierta forma, que Agni estuviera oculto, la consolaba, porque de esa forma, ella no se sonrojaba con tanta facilidad y si lo hacía, el no podría verlo.

La librería tenía las cortinas abiertas, pero la luz aún así no podía entrar. El polvo estaba tan acumulado en los vidrios que parecían polarizados con un color sepia particular otorgándole cierta magia a ese lugar oculto en una gran ciudad. Los pocos rayos de luz que lograban filtrarse, estaban repletos de partículas de polvo que bailaban y jugueteaban entre ellas.

Se descubrió observando ese pequeño espectáculo y Agni la sorprendió perdida en su mágico mundo. Carraspeó y ella se sobresaltó al sentirlo detrás suyo. Instantáneamente se dio vuelta quedando ambos frente a frente.

-Hola Úrsula Smith.- Soltó su nombre como una exhalación, como si al pronunciarlo, le fuera concedida la salvación, como si verla lo salvara de un suplicio insufrible. – Te ves particularmente hermosa hoy.

-Que frase más cliché.- farfulló ella intentando mantener su inestable orgullo intacto, consciente de la revolución de sentimientos que se libraba en su interior. Su corazón latía a cuarenta mil revoluciones por segundo. Se alejó dando un paso hacia atrás para poner un poco de distancia entre ella y su dulce contemporáneo.




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