Desilusiones.
Agni estaba nervioso y Úrsula lo notaba; las manos en los bolsillos, la cabeza gacha y un constante rubor en sus mejillas. Caminaban en silencio, miraban a cualquier lado excepto a ellos mismos, las veces que sus miradas se encontraban, ambos se sonrojaban e inmediatamente miraban hacia otro lado esperando que su timidez desapareciera a lo largo del día.
Úrsula intentaba concentrarse en otra cosa, en las nubes que bailaban entre ellas como jugueteando, o en el trinar de las aves que revoloteaban sobre sus cabezas musicalizando su momento, iban y venían entre cables negros entrelazados y se tiraban en picada para alzar vuelo de la manera más majestuosa posible, como si compitieran por el mejor puesto.
Así fue como se le ocurrió que el personaje de su novela, la desafortunada Clarisa debía identificarse con algún animal. Convenientemente, un pequeño lorito verde emergió de una fuente de agua y su plumaje pareció brillar con la luz del sol. Úrsula se frenó en seco y de su bolso, tomó la libreta roja y anotó, no sólo las características del plumífero, también su idea de identificar a su personaje con un animal tan hermoso.
Al levantar la vista, se encontró con los inquisitivos ojos de Agni quien, sin preguntar nada, pedía que le contara. Ella le explicó que estaba escribiendo una novela y que era su forma de avanzar sin hacerlo.
-Entonces… ¿eres novelista?- preguntó entusiasmado.
-Eso intento… si.- Úrsula se encogió de hombros y esbozó una sonrisa humilde. – Espero serlo algún día.- confesó con un suspiro.
-¿Podría… leerlo?- preguntó con un carraspeo. Ella se sonrojó y negó con la cabeza.
Ambos notaron lo mucho que se sonrojaban estando en presencia del otro y se sintieron completamente ridículos. Eran dos personas normales, sólo debían buscar la forma de comportarse como tales.
Por alguna razón, Agni estaba nervioso, aunque intentaba no estarlo. Admiraba la seguridad que ella transmitía, pese que había perdido su empleo, aunque había terminado con su ex novio, aunque se sonrojaba con facilidad, parecía tener todo resuelto, todo bajo control, le transmitía tranquilidad. Le atraía.
Ella caminaba en silencio, él la admiraba mientras le seguía el paso. Sabía que los movimientos eran los mismos de siempre, automáticos, pero se sentía torpe, sentía que no podía controlar su cuerpo, sus extremidades se habían vuelto de gomo, las sentía flácidas, se sentía patético.
Aunque creía en la historia que Eva le contaba de pequeño, había tenido varias novias antes, creía que era la mejor forma de buscar a su amor verdadero, una estúpida ideología de que siempre se arrepentiría. De joven creía que, cuando encontrara a su chica ideal, sentiría ese cosquilleo tan particular en las entrañas y que sus manos comenzarían a sudar, por eso, intentaba con cada mujer que creía, era la adecuada. Pero cuando el día anterior, Úrsula se apareció en aquel sucucho al que su abuela le tenía un gran apego, sus manos no sudaron y sus entrañas no cosquillearon, fue una sensación desconocida pero su corazón supo que era la indicada. Todo su ser vibró, reconoció aquellos ojos como si los hubiera visto durante toda su vida y sintió mucha paz, como si hubiera encontrado algo que había perdido hacía tiempo.
-¿En qué piensa?- Era el turno de Úrsula para hacer preguntas incómodas, lo tomó desprevenido y dio un respingo. Ella carcajeó. – Eres como los niños cuando los encuentran haciendo desastre.
-¡Mentira!- Agni también rió. Tenía una risa particular, melódica, dulce. A Úrsula le gustó.- Pensaba en lo torpe que me siento a tu lado. – Explicó.- Eres tan hermosa y caminas de una forma tan elegante.
-Voy a detenerte ahí.- Espetó ella levantando un delgado dedo índice decorado con una uña pintada de azul. – Si crees que la forma de conquistarme es… halagándome, déjame decirte que vas por un muy mal camino, amigo.- Fue el turno de Agni para carcajear y ella no pudo más que sonreír.
En cierto modo, Úrsula se sentía un poco hipócrita, estaba cautivada por él y de alguna forma cursi e irracional, quería que él la enamorara, que hiciera que todo el dolor que Genaro aún le causaba fuera solo un recuerdo. Pero su parte racional decía exactamente lo contrario, gritaba que se alejara de él, que todo el verso del amor a primera vista, acabaría en cuanto la conociera, que tuviera cuidado porque no sabía nada de él.
-Úrsula, no soy un sociópata, ni un asesino en serie.- dijo entre risas.- Soy solo un hombre que quiere conquistar a una mujer demasiado hermosa.
Ella dio un respingo, le había leído el pensamiento y, como si fuera poco, lo pronunció en voz alta y allí se dio cuenta lo ridículos que sonaban sus pensamientos.
-Debe ser eso lo que no me convence de ti, que eres hombre. Eres igual a todos los demás.- Comentó con cinismo. Agni se encogió de hombros y metió las manos en los bolsillos con una elegancia poco calculada, estaba relajado y sonreía de la forma más sincera. No le afectaban sus comentarios.