NOELIA.
Cuando me doy cuenta, Mike sale por la puerta con el rostro descompuesto. No sé quién es el hombre con el que estaba sentado, pero me da muy mala espina.
Si algo me destaca de los demás abogados es que tengo muy buen instinto y nunca suele fallar.
Lo poco que sé de él, es lo que Víctor me contó, me explicó que era un hombre bueno y que antes de que se volviese un ogro era un chico agradable y sonriente del cual todo el mundo quería estar cerca. Ahora, en cambio, cuando llegan las navidades es una persona difícil de tratar.
Después de salir de los juzgados volví a hablar con Víctor y me pidió que lo cuidara aun si la cosa se ponía difícil.
Sí, me avisó que sería difícil, pero no tanto.
Mike es como un niño pequeño enfadado con el mundo, que se vuelve egoísta y no atiende a razones.
Acabo de tomar declaración a Coleman dejando a mi cliente satisfecho con los planes que he comentado, podemos demostrar «mala fe» en los actos previos a la cesión de la niña.
Nos despedimos, acordando vernos el día del juicio.
Ya en casa el corazón me da un vuelco al ver qué Mike no está aquí. Tenía que volver después de la comida, ese es el acuerdo al que llegamos.
Intento relajar mis pensamientos imaginando que está trabajando todavía.
Voy a la ducha antes de cambiarme de ropa para estar más cómoda. Pasa el tiempo y voy dándome cuenta de que no va a llegar.
Empiezo a preocuparme por este hombre, sin dudar marco a su secretaria, pero esta hace que mi esperanza desaparezca al informarme de que no se encuentra, «Mike no volvió después de la comida», me explica, no obstante me da información valiosa de donde lo puedo localizar
Dándole vueltas a la situación y sin pensarlo dos veces decido salir hacia el local donde su secretaria cree que se puede encontrar, como esté en ese lugar me va a escuchar. «Maldito imbécil» grita mi conciencia.
Me lleva unos veinte minutos encontrar el puñetero bar de mis desgracias.
—Disculpe, ¿está se encuentra aquí Mike Levis? —pregunto al gorila que está parado delante de la puerta.
Miro hacia la puerta pintada de negro dentro de un arco pintado de madera gris.
Esta es la dirección que me ha dado su secretaria, pero este lugar es un cuchitril de mala muerte, seguro debe de ser de donde lo sacaron la última vez.
—¿Quién lo quiere saber? —escupe molesto el guardia.
—Millas, Noelia Millas, su abogada. —digo en tono intimidante enseñando mi acreditación.
El gorila parece pensarlo por unos momentos, poco después para mi sorpresa sonríe, asiente con la cabeza y me abre la puerta.
Al entrar está todo bastante oscuro y tranquilo, hay como cinco o seis hombres jugando a las cartas con miradas curiosas. Al fondo en la barra veo a Mike charlando con una morena, con muy poca ropa, eso me molesta, no entiendo que esté aquí tan tranquilo a sabiendas de que puede ir a la cárcel con sus actos y acabar con mi carrera.
Lo peor es que tiene un vaso de whisky en la barra delante de él, lo coge y le da un pequeño sorbo, negando con la cabeza. Lo que hace que en este preciso momento lo odie, yo preocupada y el aquí de cháchara.
—Mike… —digo acercándome despacio.
La morena me mira entre curiosa y sorprendida al igual que él.
—¿Noelia? ¿Qué haces tú aquí? —pregunta atónito.
La morena me mira disgustada, parece que los he interrumpido en un buen momento, pero no me importa, no tengo tiempo para estupideces, acaricia con la mano por el brazo de Mike, sonriente.
—Quién es esta chica Levis, ¿tu hermana? —cuestiona con voz chillona.
—¿En serio? —Ruedo los ojos burlona. —Soy rubia con los ojos claros y Mike morenos con los ojos negros. —Su intención claramente es provocarme. No sé qué cree.
—He venido a buscarlo —miro Mike sería —siento arruinar su noche, pero él se viene conmigo. —exijo dando un paso hacia él.
—Y debería hacerte caso, ¿por? —responde altanera.
—Porque no me gustaría tener que llamar a papá Morrison para que me ayude —le sonrío irónica.
La morena no entiende ni una palabra, en cambio, Mike, parece reaccionar. Se levanta de su silla, maldiciendo con la mirada, hace el amago de seguirme, pero la morena no deja y lo sujeta del brazo.
—Levis, ¿te vas a marchar? —protesta, haciendo un mohín y cruzándose de brazos.
Este no contesta, solo saca un billete de cincuenta de la cartera y lo deja encima de la barra al lado de ella.
La morena que lo miraba molesta, sonríe, agarra el billete y se da la vuelta. «No ha sido difícil que se vaya» pienso.
Subimos al coche rápido ambos, me pongo música para disipar un poco el enfado que tengo, Mike a mi lado se ha recostado en el asiento. Sigue sin hablar, aunque sus miradas intermitentes hacia mí indican que está molesto, no me importa nada si lo está.
No he notado que esté borracho, pero no me puedo fiar de nada de lo que haga, mi carrera está en juego.
Poco después al llegar a casa intenta escabullirse entrando directamente al cuarto de invitados, si cree que va a escapar de mi furia esta noche, está muy equivocado.
Esta noche me voy a dar el placer de odiarlo, y me va a escuchar, por supuesto que me va a escuchar.
Mike.
«La loca del trueno esa ha venido a buscarme, no lo puedo creer», digo en voz alta negando con la cabeza.
Sonrío hacia mis adentros, pensando en que seguramente no sabe ni dónde se metió. La prostituta que intentaba convencerme para que la acompañase fuera del local, ahí ha flipado igual que yo, al verla acercarse.
Luego tengo que indagar en por qué, Bart, el portero, dejó que entrase al bar sin darme aviso antes.
No me he tomado la copa completa, ha entrado cuando la tenía llena un trago, he logrado dar, creo que ha sido por la impresión al verla entrar al bar.
El bar es de Alex, un amigo, es un sitio incorrecto para una dama como ella, hay apuestas y alguna que otra «Dama de compañía».
Editado: 26.01.2024