—Miller, buenos días. —sonríe Alex.
—Buenos días, Alex, ¿alguna novedad esta mañana? —pregunto como cada mañana.
—En realidad sí. —Sigo andando hacia mi despacho —Espera Noelia.
Al entrar no puedo creer lo que mis ojos ven. Tom Biker está sentado en una de mis sillas.
—Hola bella, cuanto tiempo. —Sonríe Tom. —sigues igual después de tanto sin vernos.
—Te dije que esperaras… —me brama Alex volviendo a su escritorio.
—Hola Tom, realmente es una sorpresa, sí. —exclamo —¿Qué es lo que te trae por aquí?
—Soy el abogado de Celil y Paul Gotter abuelos de la pequeña Gisel. Creo que eres la abogada del Sr. Coleman. —anuncia.
—Sí, crees bien. —Sonrío.
No sé qué busca Tom Biker aquí, este hombre es un abogado de la firma Holtman no sé por qué se preocuparía por ese caso.
—Bien entonces, si gustas podría pasar a cenar a tu casa esta noche y vemos si llegamos a un acuerdo. —coquetea.
—No podrá ser, tengo invitados. —no quiero tenerlo en mi territorio.
Biker no es un abogado de fiar en el buen sentido de la palabra. Fiarme, como oponente. Es bueno en lo que hace, tan bueno que si no vas con pies de plomo, te la puede liar. Saca información de dónde y quién sea, vecinos, amigos, camareros…
Estudiamos juntos un año en la Universidad, salimos un par de veces y lo mismo que con Morrison, no llegamos a nada, un par de besos y adiós.
Éramos más jóvenes y teníamos otras prioridades. Él teniendo su familia su propio bufete, su prioridad era divertirse, seducir mujeres y disfrutar la vida, por el contrario, la mía era seguir luchando porque me aceptarán en el que estoy. Aun así lo pasamos muy bien en su día.
—Entonces, cenemos en otra parte mañana, ¿te parece? —insiste sonriendo.
—Está bien, pero solo es trabajo, no intentes nada que nos conocemos. —río.
—Claro, solo pensaba en trabajo, ¿qué más? —dice estirando su mano.
Le devuelvo el gesto, después lo acompaño y Tom sale por la puerta. Segundos después entra Alex emocionado.
—Me explicas, ¿quién es ese Dios romano? —pregunta sentándose en la silla frente a mí.
—Me explicas que hacía el abogado de los Gotter en mi despacho sin vigilancia. —contesto mordaz.
Alex se pone blanco, no esperaba mi contestación tan seca.
Tengo cámaras que revisaré cuando acabe mi jornada, los casos más delicados los llevo conmigo, es algo que nadie sabe, pero esto es un fallo importante que Alex tiene que ver y comprender.
—Lo siento Noelia, me dijo que era un viejo amigo que quería sorprenderte, lo vi tan… —indica preocupado —no volverá a suceder. —¿Me piensas reportar? —consulta preocupado.
—Alex, —suspiro —no voy a reportarte, pero hay que ser más cuidadoso. Llevas poco tiempo conmigo y no conoces las intenciones de las personas que vienen diciendo conocerme. Qué te parece si llega a ver las pruebas que tengo en contra de los Gotter, se hubiera tirado todo nuestro esfuerzo y trabajo por la borda. —explico.
—Gracias Miller, de verdad, muchas gracias. —valora.
—No me des las gracias Alex, no pasaré otra cagada igual a esta. —regaño.
Sigo con mi trabajo durante un par de horas, hasta que me pican los ojos de estar frente a la Laptop.
Miro mi reloj y son las seis de la tarde, mando un mensaje a Levis, hoy creo que tenía inspección en la constructora, no sé si habrá llegado a casa ya.
Responde con un rápido «Ya estoy aquí».
Mike.
—Mike, no puede darte igual. —repite.
—Me da igual si todo se va a la mierda, ¿no lo entiendes? —replico cansado.
—Te están chantajeando, tú no lo ves porque estás jodido, esa gente te manipula a su antojo.
—No me jodas, lo hago porque quiero, lo sabes bien. —replicó molesto.
—Has parado a pensar que soy abogado, Yo puedo ayudarte si lo necesitas, tienes las pruebas que hacen falta. Si no lo haces por ti, hazlo por Samuel. La empresa era su mundo.
—No menciones su nombre, no te atrevas, Sam no está. —digo ahogando mis palabras.
Hablo con Víctor desde la cocina con el manos libres, ya que estoy preparando una ensalada para cuando llegue la niñera podamos cenar y acostarme. Hoy es un día marrón, como dice la loca del trueno cuando viene cabreada del trabajo.
La muy terca me obliga a cenar con ella, según ella, para ver qué he sido un buen chico y no he bebido. Sonrió por dentro por sus ocurrencias, no bebo casi nunca, lo que pasa es que no quiere cenar sola porque se aburre. Se lo recalco cada noche para hacerla rabiar, desde lejos, claro. No se me olvida la última vez, me estuvieron doliendo las bolas como por tres días.
La verdad, en estas casi dos semanas me ha hecho reír como hace tiempo que no lo hago desde que…
—¿Víctor, Eres tú? —sonríe la rubia llegando a la isla de la cocina acercándose al teléfono.
—Hola preciosa, ¿cómo lo llevas? —le pregunta.
—Lo llevo mejor que antes Víctor, no me asusta este ogro, ¿cuándo vuelves?
Se oyen las carcajadas de Víctor desde el otro lado del teléfono.
—Sabía que no te iba a intimidar, en el fondo sabe lo que hace. —dice, haciendo rodar los ojos de Mike. —No creo que vuelva hasta después de mediados de enero, ahora debo irme, tengo algo importante que hacer —nos explica y cuelga.
—Vamos rubia, he hecho una ensalada para que cenemos. —le digo.
—Vaya, vamos mejorando, ni loca, ni bruja… parece que avanzamos. —yo río y él rueda los ojos.
En la mesa, sentado como cada noche, reina el silencio, pero esta noche la rubia remueve la ensalada, pensativa, mirándome de vez en cuando.
—¿Qué me miras, es que te gusto en pijama? —La provoco.
—No, solo quisiera saber quién es Sam, he escuchado a Víctor hablar de él en alguna ocasión. —pregunta casi en un susurro.
Me quedo quieto, serio mirando al plato.
—Sam es mi hermano. —respondo molesto. —no quiero hablar de él —«todavía me hace daño». Pienso.
—Pero, es tu hermano, podríais intentar arreglar vuestras diferencias, seguro que en Navidad te perdona —me asegura.
Editado: 26.01.2024