NOELIA.
Mamá abraza a Mike cuando entramos por la puerta y papá gruñe.
—Primero deberías abrazar a tu marido, ¿no te parece?
—Deja de ser tan gruñón, menudo día lleva el chico. —besa a papá.
En este momento parece que el mal sabor de boca, con mis padres en casa, pasa un poco.
Necesito darme una ducha, relajarme y estar con los míos, me tiro a la cama.
El que Mike todavía esté en el punto de mira, me inquieta todavía, no deja que mi cabeza descanse por completo.
Las palabras de papá también han hecho mella en mi cerebro, ¿realmente López no entiende que fue un accidente? ¿Tanto odio es el que acumula?
Me gustaría acelerar el tiempo y poder resolver todo esto de un plumazo, pero bien sé que no es posible. Nos esperan meses difíciles.
Unos golpes en la puerta hacen que me incorpore en la cama.
—Pasa —respondo sin saber quién es.
—Hola pequeña —sonríe mi madre. —¿Cómo estás?
—Estoy bien mamá, no te preocupes. —la abrazo.
—Conozco esa mirada, es la misma que tiene tu padre cuando algo no anda bien, creéis que engañarme, pero soy la mujer de un policía. —Sonríe. —Vine a decirte que tu novio se ha quedado en la cocina con tu padre y como no vayas no nos vamos a ir hoy, ya está tu padre de nuevo con las batallas con el viejo Levis.
—Está bien, voy a por Mike antes de que haga más tarde.
MIKE.
—Por entonces tu padre era un Don Juan, claro que no conocía a tu madre. —Se carcajea.
Noelia entra a la cocina con el ceño fruncido, su padre y yo nos miramos.
—No hemos hecho nada, ¿por qué nos mira así? —Le pregunto.
Niccolò solo se encoge de hombros.
—No creéis que es hora de ducharse y arreglarse, no quiero que lleguemos tarde a casa de Víctor.
—Yo sí lo creo. —digo dejando a mi suegro sentado en el taburete de la cocina.
No quiero enfadar a la rubia, me levanto para dirigirme al baño de mi habitación, al pasar por el lado del sargento, susurra un “cobarde”.
Antes de salir de la cocina, mi suegra grita un “Nicooooo”, que se apresura a responder con un “Voy” saltando del taburete, que me hace soltar una carcajada y ganarme una mala mira de mi suegro.
—Dúchate en mi habitación si lo deseas, digo al ver que mi suegra está maquillándose en el baño del pasillo.
—Gracias tardaré poco. —responde.
Antes de pasar a la que es mi habitación, entro al cuarto de Noelia, y cierro el cerrojo, mi rubia se está desvistiendo para hacer lo mismo que voy a hacer yo.
—¿Qué haces Levis? ¿Estás loco?
—Sí pero loco… —no puedo decir lo que pienso, no sé qué es lo que ella quiere. —Mi rubia… La beso tomándola sobre la cama. —necesito tus labios…
—Mike… —me besa con desespero.
Continuamos besándonos tumbados en la cama hasta que el ruido de unos zapatos de tacón se acercan a la puerta.
Noelia me empuja, abre el cerrojo de la puerta y se encierra en el baño.
La madre de Noelia para mi sorpresa pasa de largo, y escucho como cierra la puerta de mi habitación, minutos después escucho el sonido del agua caer y me marchó frustrado al salón a esperar.
Mis queridos suegros, si puedo llamarlos así, salen de mi habitación quince minutos después, sonrientes, Sofía lleva un trapo, papel de cocina y un detergente en spray en la mano.
—Ya puedes ducharte chico. Está todo limpio.
—Sofía… porque has limpiado la ducha no hacía falta…
—¿Yo? Se ha duchado él, pues el limpia no te equivoques cielo —Me sonríe.
—Mmmm… entiendo… —Sonrió burlón.
—No te rías, —dice pasando por mi lado —tú estás con su hija.
Bajo las gotas de agua reflexiono, estoy en un apartamento que no me pertenece, con una familia que no es la mía, cerca de una rubia que me ha defendido a capa y espada, junto a unos amigos que esperan en su casa por mí.
¿Cómo es posible que una persona de metro sesenta sea capaz de cambiar un mundo azul helado por uno lleno de luz?
Me doy cuenta de tantas cosas que podía remediar antes y no lo hice por dejarme arrastrar por el dolor. Ahora, entiendo el alejamiento de mi madre, y el desespero de Víctor, no volveré a dejarme consumir, ya no.
—Levis como no salgas en cinco minutos conseguirás verme enfadada realmente. —grita la rubia desde la puerta.
No quiero hacerla esperar, por eso me visto a toda prisa, un pantalón gris y una camisa negra. Un clásico abrigo de paño y listo para celebrar fin de año.
Al salir, la imagen de Noelia con un vestido rojo de noche me deja mudo, en mi estómago una sensación parecida al hambre me invade, no puede ser solo la conozco de hace un poco más de un mes, no es posible.
NOELIA.
—Bienvenidos —Me abraza Nerea. —Llevo mucho tiempo sin verte, ¿cómo estás?
—Por ahora muy bien, ¿y tú mejor?
—Si, gracias por hacerte cargo de todo, necesitaba irme unos días.
—Te entiendo. —Le sonrío.
Pasamos al comedor de Víctor donde una gran mesa adornada con velas rojas y pequeños trozos de muérdago artificial nos espera.
La cena que prepara Nerea está exquisita, mamá y papá se ríen de las tonterías de ver a un Víctor sumiso ante la presencia de su esposa.
—Menudos hombres somos, le tenemos miedo a unas mujeres de metro cincuenta —se carcajea.
—Este metro cincuenta y cinco, se va a divorciar como no le des tu porción de tarta de queso. —se carcajea mamá.
Editado: 26.01.2024