Estar contigo

CAPITULO 37

 

 

 

Narrador omnisciente

 

Víctor entró en el bufete, las luces seguían apagadas, no había rastro de nadie, ellos siempre eran los primeros en llegar, por lo que extrañado fue a por Noelia a la oficina.

La escena que encontró no era la que imaginaba, un aire de desorden invadía la pequeña habitación, pero ella no estaba.

El bolso de Noelia estaba sobre la mesa y el teléfono descolgado.

De Alex, el fiel asistente de su amiga no había rastro alguno tampoco, por lo que Víctor con el teléfono en mano llamo a la policía.

Después de hacer la llamada se dirigió al habitáculo de Alex, nada ni nadie lo ocupaba.

Una pequeña luz en el baño, lo alertó.

Al abrir la puerta, encontró allí a Álex tirado en el suelo inconsciente, por lo que decidió también llamar a una ambulancia.

 

MIKE.

 

He salido a correr un rato, el aire fresco del parque me despeja.

 

Estar sin hacer nada, me consume la poca energía positiva que me da Noelia, tengo que hacer algo para no aburrirme durante estos días.

 

La música de mis cascos ha dejado de sonar para dejar paso a una llamada entrante, hago un descanso sentándome en un banco del parque.

 

—¿Si? —Es Víctor el que llama.

 

—Mike ¿dónde estás? —El desespero en la voz de mi amigo, me pone en alerta.

 

—Por el Parque Broke, he salido a correr. ¿Qué ocurre?

 

—Escúchame bien, necesito que cojas el primer taxi que encuentres y vengas a mi oficina. —Ordena.

 

—Claro, iré a ducharme, no tardo ni media hora.

 

—¡No! —grita. —Mike, ha pasado algo, ¡necesito que vengas ahora! —Un mal presentimiento me invade.

 

—¿Le ha pasado algo a Noelia?

 

—Mike, no te preocupes. Solo ven a la oficina.

 

Un escalofrío intenso sacude mi cuerpo, lo conozco perfectamente, ha pasado algo con Noelia, Dios mío, ella no, no dejes que nada le pase.

 

NOELIA.

 

—Sube al coche —ordena enfadado.

 

—¿Por qué haces esto?

 

—Conduce y no hagas preguntas.

 

Me apunta con un arma, no puedo creer que él tenga algo que ver con el registro en mi oficina.

 

Llegamos a una casa aislada cerca de la playa, baja abrazándome como si fuese mi pareja, guiándome hacia la puerta trasera.

 

Una vez aquí abre la puerta del sótano que está al lado de la entrada trasera.

 

—¡Baja! —Grita.

 

—¿Vas a matarme? —pregunto en un susurro.

 

Lo cierto es que ahora mismo estoy aterrada.

 

Empiezo lentamente a bajar las escaleras.

 

—Voy hacer pagar a Levis lo que me hizo. Y el que una zorra como tú haya entrado en el juego lo hace todo más excitante, gracias a ti, mi venganza será completa.

 

—¿Qué te ha hecho Mike? Vosotros queréis su empresa. Él no tiene culpa alguna…

 

Me quedo callada, no puede ser… —Tú mataste a López. 

 

Su siniestra sonrisa me atemoriza.

 

Mis palabras no le gustan nada, de un empujón hace que baje los tres escalones que quedaban, haciendo que caiga al suelo.

 

Este sótano lleva años sin ser visitado, el polvo y las telarañas que tiene lo demuestran.

 

La puerta del sótano se abre, dejando ver a un hombre bajar las escaleras.

 

—Siéntate preciosa, voy a cerrar esa boquita que me ha dado tantos problemas. —Pide moviendo una silla.

 

Una vez me siento en la silla, me amordaza con un trapo sucio que me provoca arcadas.

 

—Me voy un rato, si intenta algo, ya sabes lo que tienes que hacer.

 

MIKE.

 

—Las cámaras de la entrada estaban desconectadas. —Explica el oficial.




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