Antonio Ulfrein
Mi cumpleaños. ¿Qué le ven a ese día? Es uno como todos los demás en el año, es más, se supone que debería dar un concierto, pero adelantaron la gira y lo hice la semana pasada, sólo quiero llegar a casa a revisar los papeles que me faltan.
-Antonio, cumples 25 años, debes celebrarlo- exigió Theodor al otro lado de la llamada telefónica, bufé cansado apartando el aparato para que no me escuche -Todo el mundo quiere verte en esa fiesta, puedes conocer a muchos artistas con quienes grabar nuevos éxitos- reconocí el tono persuasivo, me conoce perfectamente, cuando me hablan de trabajo no puedo ser indiferente.
¿Adicción al trabajo? Supongo, esta bien para mí, de todas formas, no tengo nada más en que ocupar mi tiempo.
Recosté la cabeza en la ventana polarizada del auto sintiéndome cansado, bien, suponiendo que fuera a la fiesta, mi camisa celeste y pantalón marrón están arrugados por todo el día de oficina, tengo que ir a casa y cambiarme.
¿Cuántas horas dormí ayer? ¿Cuatro? El título de rey indiscutible no se defiende solo, definitivamente, y a mi me encanta tenerlo.
-Bien, pero llegaré tarde- no estaba convencido, pero bastaría para evitar las llamadas de Theodor al menos por dos horas, llevé una mano a mi cabello para peinar mis largos rizos oscuros hacia atrás desahogando mi molestia, observé mi reflejo en el vidrio, el cabello me llega a los hombros, es fastidioso en las mañanas y cuando hace mucho calor, lamentablemente al público parece gustarle así que de todas formas no me molesta mucho.
-Hay un par de cosas que debo arreglar, pero iré- agregué para poder cortar al fin la llamada.
-Ese es mi chico, te veo allá galán- de despidió animado antes de cortar.
El silencio otra vez me devolvía cierta calma, me gustaba ese ambiente donde se detectaba sólo el motor de la camioneta avanzando por la carretera, ni la respiración de mi chofer en el asiento delantero era miembro de mi pequeña esfera de paz, debía interrumpirla, sólo por unos segundos.
Le pedí a Carlos, mi chofer, irnos al departamento, no estaba tan cerca, puedo tomar una siesta, acomodé otra vez la cabeza en la ventana observando las nubes, tenían un grisáceo muy oscuro, llovería dentro de poco, cerré los ojos y intenté relajarme.
En un par de minutos el auto dio un freno intempestivo que me devolvió a la realidad en segundos, miré a los lados asustado pensando que habíamos chocado.
-¿Qué pasó?- pregunté alarmado.
-Alguien se abalanzó al auto, señor- respondió la cabellera rubia de casi 23 años antes de desabrocharse el cinturón y salir a revisar, lo seguí de inmediato esperando que no sucediera lo peor.
¿Quién se abalanza a un auto en plena carretera?
La camisa blanca y los vaqueros de Carlos se hacen a un lado y me revelan a una chica tirada en el suelo frente a nosotros.
¿Una chica? ¡Maldita sea, una chica! Saqué mi teléfono mientras nos acercábamos a ella, los demás autos alrededor seguían avanzando, por suerte no habían tanto así que no provocamos un embotellamiento.
Sentí las gotas pesadas de lluvia caer sobre mi cuando la vi, cabello castaño, vestido rosa, zapatillas negras. ¿Vestido? ¿Quién usa vestido en Marzo?
No había sangre, buena señal, analicé llamar a emergencias, tenía el numero listo, pero demorarían en llegar, la carretera era de un solo sentido, el otro estaba al otro lado del bosque, demasiado tiempo perdido, mi tiempo.
Su vestido estaba empezando a pegarse a su cuerpo por el agua, no había nada más que pensar.
-La llevaremos a la clínica más cercana, no quiero que se haga un escándalo de esto, me ocuparé de ella- declaré tajante -Abre la puerta de atrás- ordené y mi chofer desapareció de mi vista.
Me quedé solo con la desconocida, la cargué con cuidado, agradecí no encontrar sangre debajo de ella, dormía tan tranquila entre mis brazos que no sabía si despreocuparme o asustarme, necesitaba que un doctor me dijera que estaba bien y no representaba un problema.
Luego bloquearía cualquier manera que la prensa se entere de esto y no volvería a verla, fácil.
Al llegar a la clínica ingresé con ella por emergencia, no sabía si necesitaba alguna intervención o algunos exámenes urgentes por los golpes y eso era lo que más me preocupaba, no quería algo así en las noticias.
Nada más entrar una enfermera rubia con una coleta alta ajustada, en su uniforme celeste me reconoció agrandando los ojos pensando que era una alucinación, sí, esa suele ser la primera reacción.
Se acercó con una sonrisa más que coqueta, odiaba tanto esas actitudes, para mi suerte, la enfermera rápidamente observó a la chica que traía e hizo que trajeran una camilla, al menos lo que tenía de coqueta lo tenía de profesional.
Reconsideré el haber entrado con ella, me estoy exponiendo a alguna foto que salga en la prensa, voltee hacia los lados y para mi suerte había pocos civiles, demasiado cansados o preocupados por sus familiares que ni me notaron, si enviaba a Carlos quizá no la atendían rápido, ese fue mi motivo principal para entrar y la verdad, tuve suerte.
-Buenas noches. ¿Qué le pasó?- la enfermera me sacó de mis divagues examinando a la chica en la camilla, le tomó los signos cardiacos y llamó al doctor de turno.
-No lo sé, se apareció frente a mi coche en la carretera, por suerte mi chofer frenó a tiempo o eso creímos- expliqué aceleradamente pero sin trabarme -¿Está bien?- necesito oír que está bien.
Abrió la boca, pero no me contestó, un hombre de bata blanca y gafas circulares con cabello corto canoso se acercaba a nosotros captando la atención de ambos. Noté la mirada del doctor en mí, creo que su cerebro está reiniciando, tardó casi 3 segundos en volver a respirar y saludarme.
Esas reacciones eran normales a estas alturas, pero específicamente ahora quería que alguien me respondiera de manera normal y profesional la condición de la chica recostada en la camilla y si debo llamar a mi abogado para que limpie mi desastre antes de que se me salga de las manos.
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Editado: 21.07.2022