Enical
-Cu-cuéntame ¿Qué paso?- su tartamudeo me hizo sentir peor, sabía que no debía decirle la verdad.
Es que ni yo lo puedo creer, es algo tan absurdo, fantasioso y loco que sería incluso un tema de conversación extraño en alguna cena, pero mi mayor prueba de que en verdad estaba pasando era la persona frente a mí.
-Yo… no lo sé, hubo un accidente en la carretera- dije lo primero que recordé, intenté ser breve y le conté, casi sin respirar, todo el accidente, oculté las voces llamándome, eso sí sonaba demasiado, me escuchó atento pretendiendo ocultar su confusión, no lo logró, pero fue un buen intento -Ahora que lo pienso bien, ese niño se me hizo familiar porque lo había visto esta mañana, no es muy común un niño con rasgos asiáticos en Latinoamérica, al menos no por donde vivo.
-Bien… primero- rompió el silencio después de unos segundos -¿No te parece que un niño corriendo hacia un bosque es algo escalofriante?- preguntó mirándome a los ojos, desvié la vista huyendo de sus mirada sin saber que responder.
Nunca he sido desconfiada, eso me ha cobrado muchas facturas y llamadas de atención de mis padres, Sabrina y Adrián. Si lo pienso bien, no lo culpo por sobreprotector, siempre me ha salvado. ¿Por qué no lo hace ahora? ¿Adrián dónde estás? Tal vez, sólo tal vez esta vez debí haberlo pensado dos veces…
-Bueno- Antonio volvió a hablar -Quiero decirte algo más, no estás en América, estamos en… Europa.
Sus palabras dolían como golpes secos sobre piel adormecida, hice una mueca, me sentía confundida, cansada y resignada, había pasado por muchas sorpresas para un sólo día y una más sólo seguía destruyendo los escombros en bloques más pequeños o polvo.
-Eso explicaría tu identificación- no parece que me lo dijera a mí. ¿Mi identificación? No la tenía, llevaba vestido, esperé una respuesta y se fue al sillón, un escalofrío me envolvió, no sé si era por el susto o en verdad el calor físico, pero había sido una fuente de calidez que me empezó a hacer falta a los segundos de irse.
Volvió a sentarse en la camilla, aunque no tan cerca, me entregó mi bolso, no sabía que lo tenía, eso explica lo de la identificación, mi teléfono…lo desbloqueé y el fondo de pantalla apareció enseñándome una foto de mi familia en navidad, las ganas de llorar volvieron, aguanté la respiración ahogando un sollozo, al menos esta es la prueba de que mis recuerdos no son mentira, tampoco lo que veo ahora parece mentira. ¿Qué es real?
-Pero, entonces… ¿Cómo llegaste aquí?- preguntó frunciendo el ceño.
-No lo entiendo- dije bloqueando el aparato, mi alma se apagaba como la pantalla, mostrándome mi reflejo, la sombra de una chica despeinada en ropa de hospital -La única puerta es el bosque- deduje sintiendo que era la única respuesta, abrí mucho los ojos y volví a entornillarlos por un mareo, me estaba punzando la cabeza ya hace un rato -Eso es, debo volver al bosque, quizá así pueda regresar a casa, como en las películas- mi fundamento era estúpido, no lo voy a negar, pero justo ahora es lo más seguro que tengo, me incorporé para salir de la cama, cuando mis pies tocaron el suelo me sentí como peso muerto, mis piernas no me respondían tan rápido.
-Espera, espera, ese portal no se va a mover de allí y tú tienes cara de desmayarte a medio camino, aún estás en observación- advirtió Antonio tomándome de los hombros antes de que me estampe contra el suelo, me movió con tanta facilidad de vuelta a la camilla que parecía papel entre sus dedos, sentí un mareo nauseabundo, no quiero darle la razón, quiero irme.
-Al amanecer yo mismo te llevaré donde te encontré, estás no son tus mismas calles, no sabes dónde estabas así que sólo te perderías- su voz de advertencia me molestó, pero tenía razón, lo miré mal y me sentí muy infantil por eso, resoplé mirando al techo para calmarme, no es su culpa de todas formas.
Este dolor de cabeza no me permite refutarle, asentí echándome en la cama, se acercó alzando la cobija para arroparme, su mirada cambio de una severa a ¿compasión? Da igual, no quería verle.
-Estaré aquí en la mañana ¿Si? Descansa- lo vi unos segundos, antes de volver a desviar la mirada a la ventana -Tengo una duda- lo observé esperando que continuara -Si dices que vienes del futuro… ¿En qué año estabas?- preguntó dejándome muda.
La máquina que emitía pitidos por mis signos vitales invadió el sonido, la tecnología no ha avanzado mucho, he visto maquinas parecidas en los internados de Sabrina. No sabía cómo responder a ello, ¿Estaba bien si decía la verdad? ¿Se rompía algo en el cosmos si hablaba? Tomé aire y confesé.
-2021, 8 de octubre del 2021, mi cumpleaños- especifiqué sintiendo un golpe secó en el estómago al tener los recuerdos de mi cumpleaños y el almuerzo con mi familia tan frescos y lejanos a la vez.
Hizo una mueca extraña, como si encajara cosas en su mente -Sabes, hoy es mi cumpleaños- confesó con una media sonrisa, sé que intentaba aligerar el ambiente, pero detesté su sonrisa en ese momento.
-Lo siento, debe ser horrible pasar tu cumpleaños con una extraña y en una clínica, espero que lo hayas pasado bien antes de que literalmente apareciera frente tuyo- ironicé entonando mi voz con algo de gracia, no quería sonar bromista, tampoco molesta con él porque no es el responsable de esto.
El ambiente se aligeró un poco, supongo que esas sonrisas sueltas provocaron en mí el florecer de una pequeña semilla entre tanta tierra muerta, de todas formas, fingir que es algo ligero es lo que quedaba por ahora, mis lágrimas aún se están recargando.
-Descuida, eres lo más entretenido que me ha pasado en muchos años, a decir verdad- dijo Antonio con un asomo de sonrisa, esta parecía más sincera que la anterior -Volveré a las 7- informó alejándose un poco.
Asentí y él hizo lo mismo como despedida antes de marcharse, una vez sola en la habitación, la desolación se hizo presente, la angustia de no saber qué hacer y el cansancio predominando en mi cuerpo, cerré los ojos agotada acurrucándome, con la esperanza de sólo descansar sin pesadillas esta vez.
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Editado: 21.07.2022