Enical
Culpa y miedo, los únicos elementos que encerraban mi existencia en estos momentos, estaba abusando de la bondad de un extraño y la probabilidad de estar loca crecía a cada segundo, la realidad de negar mi cordura y que todo fuera un juego de mi mente, mis recuerdos, mis amigos, mi familia. ¿Todo mentira? Mi consciencia temblaba como papel, necesito comprobarlo.
-Yo... Lo siento, será la última cosa que te pediré, si no estoy loca te prometo que te lo pagaré todo- aseguré sintiendo escalofríos.
-¿Es mi imaginación o estás dudando?- bromeó aligerando el ambiente.
-Lo siento- dije bajando la mirada -Ya no sé qué creer, hace dos noches estaba celebrando mi cumpleaños- agregué encogiéndome de hombros, los recuerdos eran tan frescos que podía sentir la brisa del balcón cuando hablé con Sabrina o los abrazos después de soplar las velas, mi piel y mi mente lo recordaban todo, lo vivieron todo. ¿Cómo eso puede ser falso?
-Dejémoslo por hoy, mañana mismo saldremos del país y lo sabremos- su sentencia caló en mi ritmo cardiaco, a diferencia de él, estaba tan calmado que creí que estábamos hablando de cosas diferentes.
-¿Por qué? ¿Por qué eres tan paciente?- cuestioné volviendo a verlo a los ojos -No me estoy quejando– alcé las palmas como símbolo de paz -Pero te veo tan tranquilo viendo a una extraña en tu casa- mi tono llevó una chispa de humor oscuro.
-Buena pregunta- desvió la mirada al techo y se llevó una mano al mentón para concentrarse por unos segundos -Porque quizá si yo hubiese aparecido en el futuro y tú fueras la que iba en el coche, me gustaría ser bien tratado- concluyó encogiéndose de hombros.
-Lo tendré en cuenta para recibirte si quieres visitarme- respondí dudosa sin poder reprimir una sonrisa irónica imaginándome ese encuentro extraño.
-¿Ya existen los autos flotantes?- inquirió Antonio tratando de desviar la seriedad de la conversación.
-No quiero alterar nada revelando algo importante, pero lamento desilusionarte, aún usamos carreteras- le di la mala noticia mostrando los dientes.
Un sonido extraño invadió el ambiente, nos miramos y no supe descifrar si el estómago quejándose a ese nivel de tortura era mío o suyo.
-Lo siento, muero de hambre- se excusó y tuve mi respuesta -No se me da muy bien cocinar per-
-¿Puedo intentar yo?- lo interrumpí de inmediato -Si no te molesta- también moría de hambre y no iba a arriesgarme a comer mal, suficiente tenía mi cuerpo aguantando hasta ahora, necesito energía o veneno, lo que encuentre primero.
-Claro- contestó invitándome a la cocina con sus brazos como si fuera el portero de algún hotel.
-Revisaré que puedo preparar- avisé desde la cocina bajo su atenta mirada, luego de revisar la alacena y la despensa pude armar opciones -Si su alteza quiere algo rápido, puedo hacer panqueques, una sopa ligera con verduras o tallarines rojos muy prácticos, a juego con el almuerzo- ofrecí en tono servicial fingiendo jugar al restaurante.
-Creo que nos gusta más la segunda opción- dijo descansando una mano en su estómago, como si entre ambos lo hubiesen pensado, no pude evitar sonreír negando con la cabeza.
-Bien, sopa será, ayuda al frío- indiqué antes de prepararme para cocinar.
-No se me dará muy bien, pero en algo puedo ayudar ¿Qué hago primero, capitán?- se acercó remangándose el suéter.
Verlo acercarse fue el primer segundo en el que creí estar soñando. ¿Qué estrella reconocida a nivel mundial era así de tierno? Esto definitivamente no debe ser real.
Hace algunas horas estaba cocinando en mi departamento con Adrián trayendo cosas para preparar porque temía quemarlo todo y tener que comerlo así o botar la comida, esa era mi rutina antes de notarlo y no me molestaba en lo absoluto, incluso Sabrina venía varias noches a cocinar y yo pasaba a ser tan inútil como mi mejor amigo, así que sólo nos sentábamos a esperar porque ofrecernos de ayudantes era sinónimo de oírla renegar por nuestra torpeza y clara falta de coordinación con las manos, no somos cirujanos evidentemente.
Al cocinar con Antonio la idea de no volver a verlos me horrorizó, miré a la isla imaginándolos peleándose como siempre, le sonreí al recuerdo fugazmente con cuidado de que Antonio no me viera y creyera aún más loca, aunque el rizado era diferente al ambiente de cocina que estaba acostumbrada, muy capaz de cortar verduras ni demasiado grandes ni demasiado pequeñas y encender una cocina sin quemarse o quemar el piso.
Cenamos de forma tan familiar que parecíamos dos amigos cercanos, hablamos de cosas referenciales a la época, me puso al tanto de las noticias y lo que era "actual", todos mis pensamientos empezaban con "Entonces aún no sucede" o "Todavía no se ha hecho", fue necesario para no andar por allí hablando sobre el futuro sin darme cuenta.
Al terminar aún repasaba en mi mente las noches tranquilas en el departamento leyendo o mirando algo en la televisión, era un lugar pequeño comparado a los lujos que se podía dar Antonio, pero era mi espacio y contenía mis cosas, mi esencia, sobre todo mi cama, que era lo que más iba a extrañar esta segunda noche fuera.
La habitación de huéspedes tenía casi el mismo tamaño que mi recamara, paredes blancas con un armario marrón, un baño blanco y negro como lo que parecía ser la combinación de colores favorita del rizado, un televisor más pequeño que el de la sala, una amplia cama de cobijas blancas y una pequeña ventana que dejaba ver el brillo de Madrid por la noche.
-Hay ropa que puedes usar en el armario, para que duermas cómoda, puedes usar la ducha del baño, si necesitas algo mi habitación queda al terminar el pasillo- señaló la última puerta blanca del oscuro pasillo, asentí levemente intentando ocultar los nervios de pasar la noche en casa de un extraño -Nadie más vive aquí así que no tienes de que preocuparte, si quieres mira televisión hasta que duermas.
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Editado: 21.07.2022