Estaré a tu lado

Capítulo 10

Enical

La sala de conferencias estaba pintada de beige con una mesa larga color marrón claro y asientos negros, no podía faltar un proyector con una pared blanca para que todos expongan sus temas importantes con gráficos, se veía todo muy serio e importante. Había seis personas esperando, dos mujeres y cuatro hombres.

-Buenos días ¿Ya estamos todos verdad?- saludo Theodor al cerrar la puerta y los presentes dieron los buenos días en forma general mientras nos dirigíamos a los únicos tres asientos juntos disponibles, el rizado iba directo a la cabeza de la mesa y dejé que un asiento nos separara, para Theodor.

-¿Quién es la señorita? – preguntó un joven trigueño con unas gafas grisaseas rectangulares, una camisa verde pálido, pantalón negro y cabello corto marrón peinado hacia un lado.

Me sentía totalmente fuera de lugar, todos estaban vestidos formales, propio de una vida de oficina mientras yo llevaba unos vaqueros y un suéter prestados, sólo espero que nadie reconozca la ropa de Antonio en mí.

-Es una vieja amiga mía de la universidad, de intercambio, por eso tiene acento diferente- informó Theodor sentándose tranquilo y salvándome el pellejo de ser comida por los lobos de esta mesa -Preséntate querida.

-Buen día, soy Enical- me puse de pie -Soy estudiante de Trabajo Social, ayer Theodor me habló de su proyecto y le di algunas sugerencias, por eso me invitó hoy- di una sonrisa falsa para finalizar la presentación, intentando parecer amigable y no tímida.

-¿Eres latina, verdad?- preguntó una rubia de ojos azules, llevaba una coleta alta mucho mejor definida que la mía y un traje formal gris que sólo emanaba perfección a su alrededor.

-Sí- declaré sintiendo un leve sonrojo.

-Bueno, comencemos- apuró Theodor leyendo uno de los papeles que sacó de la oficina de Antonio -Carolina ¿Nos das un resumen de las estadísticas?- preguntó el castaño antes de ver fijamente a la otra mujer en la sala, me pareció curioso como él podía ser tan bromista, pero guardaba todo eso bajo un semblante, serio casi como el de Antonio, si hablaban de algo importante.

-Claro, aquí llevo una presentación- anunció una morocha de rizos muy bien definidos que le llegaban casi hasta la cintura, atados por un listón rojo en su nuca.

No perdí detalles sobre cada uno de los miembros de la conferencia, algún día podría ser yo la que expone un proyecto y su desarrollo, cada uno de los presentes estaba escuchando con atención, anotando o aportando ciertos detalles, deben ser jefes de algún área que estaba involucrada con este proyecto, me atreví a alzar la mano en ciertos momentos dando pequeñas sugerencias, basándome en estudios recientes, el obstáculo era que aún no eran tan conocidos así que debía explicar un poco la lógica de mis ideas, por suerte todos escucharon sin destruirme e incluso sonrieron.

Cuando todo terminó Theodor me ofreció ir por un café, Antonio estaba detrás de él conversando con alguien más, escuchó la invitación, pero antes de que pudiera intervenir lo rechacé y me despedí buscando el baño, si intervenía de seguro el castaño relacionaría que ambos desaparezcamos para tomar el vuelo y le causaría aún más problemas.

Frente a la oficina de Antonio toqué antes de entrar y para mi mala suerte el castaño estaba allí, pedí mi bolso fingiendo estar apurada sin ser grosera para que la mirada de Theodor, que ya viajaba del rizado a mí evaluándolo todo, no jalara más los hilos que dejamos descuidadamente.

-Te llevo a tu casa, me dijiste que hoy estabas ocupada ¿Verdad?- ofreció Antonio, inventando una cuartada para salir juntos supongo, mientras me daba el bolso.

-La verdad sí, olvidé algo importante en casa- acepté sonriéndole a ambos con inocencia.

-Bueno creo que yo también me voy, ha llegado un documento que tengo que revisar- informó Theodor leyendo un mensaje en su teléfono -Hasta la próxima, señorita Trobaler- me tendió la mano guiñando un ojo antes de irse.

-Nosotros también debemos irnos- informó el rizado cuando estuvimos solos y abrió la puerta caballerosamente permitiéndome salir primero.

Antonio

Esta mañana, continuando con el segmento "descubriendo mi casa", aprendí cómo se freía un huevo y hacer un desayuno decente, por suerte todo estaba en la cocina y no tuve que salir. No quiero presumir, pero debo ser muy bueno para que todo me saliera como en las fotos de restaurantes, también busqué lo más fácil en internet.

Me pensé dos veces llevar a Enical a la sala de conferencias, todos allí preguntando quién era, no gracias, es un problema que no quiero sumar a mi día, la vi listo para darle una negativa, como si lo supiera me lanzo su mejor carta, una mirada suplicante y manipuladora, que jugada tan sucia, el recuerdo de su llanto desgarrador desde el alma en el hospital en contraste con ese gesto de ilusión eran la combinación idónea para conmover a cualquiera y yo entraba en esa lista de víctimas.

Theodor haciendo muecas exageradas al lado de la castaña me ayudó a soltar un seco y directo "Esta bien", me propuse dejar se mirarla antes de que Theodor vuelva a bombardearme de preguntas como esta mañana, las evadí todas porque no quiero inventar una historia de como la conocí, si la olvido será un problema peor.

Al salir, Carlos seguía en el estacionamiento para llevarnos al aeródromo, nuevamente Enical sólo podía ver las calles a su alrededor sin despegarse de la ventana. ¿Qué tan diferente debe ser España de Perú?

Nos alejamos un poco de la ciudad para llegar al aeródromo, todo fue fácil gracias a mi jet privado, el esférico lugar plateado de techo tan alto con el sonido del viento corriendo alrededor libremente era abrumador, de niño creía que era como entrar a una capsula del tiempo.

Cuando el auto se estacionó Enical ya no veía la ventana, como el domingo por la mañana que la lleve al bosque, sus ojos se perdían en su regazo sin ser consciente de su alrededor, le pedí a Carlos avisarle al piloto que ya habíamos llegado para que prepare todo, imagino que necesita un momento para digerir todo lo que estaban haciendo.




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