Estaré a tu lado

Capítulo 14

Enical

Cada día perdía más su sentido, la luz del día ya no me impedía llorar cuando estaba sola, si a mi cuerpo se le antojaba, cual fuera la hora, yo sólo cumplía hasta quedarme dormida y poder verlos otra vez.

En verdad intentaba fingir llevarlo bien para Antonio porque era el único que reflejaba preocupación al verme, la única persona que se preocupaba por mi, ni yo lo hacía.

A veces entraba al estudio buscando un libro y distraerme, pero nunca creí que hasta eso perdiera el atractivo para mi, imaginarme las historias, las emociones en mi piel, todo se volvió gris, insípido y aburrido.

Soy la princesa inútil encerrada en una torre, aislada, esperando que algo o alguien me rescatara para devolverme a casa, ni siquiera puedo rescatarme, no hay camino, se sentía como bajar en una parada de bus equivocado sin saber a dónde caminar.

La compañía de Morelia era lo mejor del día, la pequeña castaña de ojos claros y preguntas escolares eran lo único que lograba distraerme por 20 minutos como máximo, era un descanso de los problemas, los recuerdos y las pesadillas que empezaban asomarse por las noches.

Por otro lado, ver a Antonio en las cenas ya se empezaba a sentir como una responsabilidad, fingir estar bien mientras me desesperaba por estar atrapada, sentía una voz que me reclamaba cómo podía fingir tanta cordura sabiendo que lloraría a mares un par de horas después, mordía mi lengua e intentaba despejar esos pensamientos, tampoco quería ocasionar más molestias a la única persona amable que tenía.

¿Decirle lo mal que me siento? ¿Llorar frente a él? ¿Para qué? ¿Acaso él podría hacer algo al respecto?

Si no estuve loca al llegar de seguro a este paso no me faltara mucho para estarlo, si se podría escoger quisiera ser una loca como Alice Gould, un renglón torcido de Dios digno de recordar, no otro que sólo quede archivado y olvidado…

Una mañana mirando la ciudad desde la ventana del departamento con una pequeña taza de té entre las manos como desayuno, miraba a la gente normal haciendo su hermosa vida normal, era mi pasatiempo masoquista preferido, le seguía el paso a alguna de esas hormiguitas con los ojos hasta que se perdía en alguna esquina y buscaba a otra.

Divisé una iglesia que debía estar a un par de cuadras, era la primera vez que la veía, empecé a sentir en el pecho como si algo me empujase a ir corriendo hasta allí, no era muy frecuente en visitar iglesias antes, pero sí tenía fe y rezaba pidiendo por los demás antes de dormir cuando estaba en casa.

Debo reconocer que lo primero que se quebró al ser escupida en ese bosque fue mi fe, si existía Dios. ¿Por qué se ensañó tanto conmigo, alejándome de todo?

-Iré, me debes un par de respuestas- declaré al vacío, pensando en que alguien que no puede verse podría escucharme.

Me deshice del pijama y me coloqué lo que era prácticamente mi uniforme mientras desenredaba mi cabello para llevarlo suelto, el suéter de Antonio y los vaqueros, la única ropa que tenía aparte del vestido.

Fue mucha suerte contar con una lavadora y secadora en el departamento, Antonio mencionó que no le gustaba enviar su ropa a que se pueda juntar con la de alguien más. Sí, toda una diva el rey.

No había salido desde que volvimos de Perú, esta era la primera vez en una semana que iba a cruzar esa puerta principal, cuando lo hice me congelé, vi mi vida pasar y me resigné a mi juicio final donde me condenarían por hacerle ciberacoso a la cuenta de Instagram de Orlando Blom, de tanto que andaba actualizando por segundo su perfil para ser la primera en ver sus fotos nuevas, ojo que a Katy Perry le tengo envidia de la buena…

El pre-infarto que me dio fue por ver un hombre mayor de espaldas, vestido de negro y tan grande que de seguro como abriendo una botella podía estrangularme, mis mejillas estaban adormecidas y un mareo me avisaba que mi cara debía parecer papel, estaba segura que iban a matarme en ese instante, aunque si lo pensaba mejor, era de la misma estatura que Antonio, creo, pero de complexión mucho mas ancha sin parecer gordito.

-Señorita, buen día, soy Augusto, estoy aquí para ayudarle en lo que necesite- hizo una reverencia de cabeza sin perturbar su serio semblante.

Mi corazón volvió a latir y el color volvió a mis mejillas al recordar que Antonio mencionó a su seguridad. ¡Que puta vergüenza! Debe estar riéndose de mi. ¿O le pasará seguido?

-Buen día, solo quiero dar una vuelta, vi una iglesia cerca desde la ventana- expliqué intentando no sonar asustada y señalando con el pulgar el ventanal de la sala como si se pudiera ver fácilmente. Sí Enical, como la iglesia esta justo frente al departamento…

-Permítame acompañarla, por seguridad- dijo de una forma tan suave y amable que por un segundo creí que hablaba alguien más, fuera de ese cuerpo que escupía una milla a la redonda “Tocame y te mato”.

-Está bien, de todas formas, no sé muy bien donde está, guíeme por favor- contesté al salir por completo y cerrar la puerta.

-Colóquese esto por favor- me extendió unos lentes de sol -Sólo por si le hacen alguna foto, que dudo mucho, pero es para evitar problemas.

No lo entendí muy bien, Antonio no está aquí, pero prefiero no retar, sabía que no estaba en posición de hacerlo, así que con los lentes cubriendo mis ojos nos dirigimos al ascensor.

En la recepción envidié mucho a las personas caminando sin notarme, quería ser uno de ellos, vivir en mi tiempo y espacio correcto, en el que nací sin alteraciones.

Al salir, el sol me dio completamente en la cara, los lentes me protegían, se sentía bien estar fuera por primera vez, ya sé que sentía la sirenita, los rayos del sol y la brisa acariciándome mientras el murmullo de las personas y las fuertes pisadas que daba la multitud a mi alrededor inundaba mis oídos, en estos pocos días en España me sentí Rapunzel en su torre, alejada de todos casi sin recordar lo que se sentía caminar por la calle. Augusto no medió palabra y sólo me guio, yo respiraba para captar cada detalle a mi alrededor sin perderme así que mi boca estaba ocupada en estar abierta de la impresión, inapta para hablar coherentemente.




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