Enical
Definitivamente crucé un limite en ese rincón, soy otra persona, no sé si una mejor, pero una más resignada a aceptar lo que veo ahora como una verdad, Antonio Ulfrein existe y es la misma persona que me alojó en su casa.
Perdí, me acaba de derrotar algo a lo que ni sabía que me enfrentaba, el sabor de la derrota se me hacia tan horrible como el del fierro en jarabe que me daban de niña.
No había perdido contra algo antes, es decir sí como cualquier otro, pero no este tipo de caídas estrepitosas, pelear sola nunca fue lo mío, incluso para entrar a la universidad estudie con Sabrina y Adrián, creo que ya me di cuenta de lo mala que soy defendiéndome sola.
¡¿Quién me mandó a hacerme la heroína en un maldito accidente?!
Un propósito…¿Un motivo para que yo esté aquí? ¿Cuál? Tendría más sentido vestirme de payaso en un velorio.
-¿Te parece si pedimos comida china? Hace poco fui a un restaurante con Theodor, pero se comió mi parte también- se quejó Antonio casi gruñendo mientras veía al vacío como si estuviera el castaño sonriente con su almuerzo y bastaría mirarlo para matarlo.
No pude evitar reírme, conocía poco al abogado, pero sonaba a algo que él haría sin vergüenza alguna.
La luz del día entrando por la ventana se me hace diferente, ya no es algo que rechace, el sonido de las risas de todos en los momentos divertidos se repite una y otra vez, la mirada cálida y tranquilizadora de Adrián, la sarcástica de Sabrina, incluso Dereck sonriendo coqueto se me vino a la mente. Ya estoy delirando…Creo que le llaman a esto la “aceptación”. ¿O sigo en “negación”?
-En fin, lo poco que comí sabia bien- finalizó el rizado frunciendo ligeramente los labios. ¿Qué decía? A sí, comida china.
Asentí y Antonio sacó su teléfono, se me acercó con un sobre blanco y me lo tendió, lo miré extrañada, no entendí, creo que dijo algo y no lo escuché.
-Casi lo olvido, nos pareció justo pagarte por la asesoría -dijo tendiéndome el sobre -Es el reconocimiento contando las horas que nos ayudaste aquí y en la reunión.
Abrí el sobre y encontré un fajo de billetes, me supo mal, presiento que esto viene directamente de su parte.
-Es mucho dinero- estaba dispuesta a devolverlo negando con la cabeza.
-¿Me estás diciendo que debo desmerecer tu trabajo?- alzó una ceja antes de seguir buscando algo en su teléfono.
-No, pero yo- titubeé, sentí mucha vergüenza, ese sobre me hacía cosquillas en los dedos, tal vez lo habría aceptado si no estuviera en su casa, pero justo en este momento se siente como depender de él y ya lo he jodido bastante con mi existencia.
-El monto no lo puse yo, así que no es ningún regalo, Theodor habló con recursos humanos para darte la cantidad justa, es lo proporcional a lo que se te pagarían legalmente como asistente por tus horas de trabajo, ni más ni menos, esta en internet- explicó a la defensiva, como si le diera igual.
-Está bien- acepté entendiendo que de todas formas no me lo iba a recibir si lo rechazaba, me emocionó luego de pasar la vergüenza, es como mi primer pago, no era regalado, no del todo, además él suficiente hacía con mantenerme aquí tanto tiempo.
Espera…¿Cuánto tiempo llevo aquí? Y hace cuanto que yo no…
¡Ay por Dios! Casi puedo escuchar las alarmas en mi cabeza. ¡Soy mujer!
Bravo Enical, te vuelves más inteligente cada día…
Mi voz sarcástica ya me empieza a joder…mi punto era…que no me acuerdo cuando fue la última vez que me vino el periodo y eso sólo significa que debe estar cerca otra vez.
¿Antonio? Si, verás. ¿Tendrás toallitas para chicas?
No, que asco, seguro me mira feo y ahí sí que me bota. Ni hablar, antes le pido al asesino en potencia de afuera que me lleve a la tienda, eso suena mejor.
¿Por qué siento que algo me baja? Ya estoy en pánico.
-Antonio…- susurré demasiado bajo, aún asustada.
-Dime- avisó sin mirarme -Creo que no atienden a su número, mejor voy por la comida, no esta muy lejos- finalizó la llamada que tenía y guardó su teléfono -¿Qué sucede?- ahora su atención estaba solo en mí nublándome un poco.
¿Qué le iba a decir? ¿Dijo que saldría?
-Te acompaño- sugerí animada -Quiero comprar un par de cosas- para que no sospeche me abaniqué con el sobre blanco -Con mi nueva mesada- bromeé alzando las cejas.
Creo que le hice gracia porque sonrió, quién diría que hace un rato estaba deshaciéndome en lágrimas en un rincón de la habitación contigua, cosa del pasado, equis.
-Esta bien, déjame ir al sanitario y disfrazarme entonces, salimos en diez minutos- ordenó señalando su habitación a mi espalda.
-De acuerdo- asentí. ¿Disfrazarse? Bueno, fui al baño, falsa alarma, me apliqué un poco del maquillaje que conservaba en mi único bolso, mi cabello aún seguía suelto así que lo dejé estar, peinándolo un poco con los dedos ya estaba listo.
Antonio aún debía estar alistándose, la sala estaba vacía, encontré un papel y lapicero, mientras esperaba fui armando una lista con cosas esenciales, sí soy la morra de las listas…toallitas sanitarias, ropa interior y, si alcanza, algo que se viera formal para mi nuevo empleo, alguna mochila para que Antonio no viera lo que compraba, no olvidar, seguía siendo un chico y era vergonzoso.
-¿Estás lista?- reconocí su voz a mis espaldas.
-Sí, creo que sí- aseguré guardando el papel en el bolso junto al sobre, al voltear mi cerebro tuvo un apagón.
Al carajo todo, sí que sabía como disfrazarse, llevaba una media cola que resaltaba sus ojos, los que ahora eran azules, con unas gafas de montura dorada que cambiaba totalmente su rostro volviéndolo más delicado, una camisa de cuadros rojo oscuro y negro un poco grande con los primeros botones abiertos, unos vaqueros claros y unas zapatillas botines negras, al tener un suéter rojo me sentía a juego con él.
-¿Quién eres tú?- inquirí en tono de susto con una mirada extraña.
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Editado: 21.07.2022