AVISO: Este capítulo contiene episodios de violencia no explicitas.
Enical
Mantuve mi bocota y curiosidad a raya hasta llegar a Madrid, tampoco es que él tuviese cara de “pregúntame lo que quieras”, a la mínima pregunta sutil cambiaba el tema, más evidente que un elefante queriendo esconderse en un poste o simplemente abandonaba la habitación con alguna excusa.
Se presentó la etapa más tediosa y oscura en la vida de los universitarios, sí, exámenes, sueño ligero, exceso de energizantes y duchas relámpago solo para no apestar a caballo. Sin contar mi plus de “adelantar cursos” por mentirosa.
Monté el campamento estudiantil de apuntes y libros en mi habitación, mi cama pasó a ser un adorno de mucho espacio, usado 15 minutos entre espacios o algo que miserablemente llegaba a un par de horas sin ser un descanso decente.
La Nerd estaba completamente al mando con su pizarra, las demás le hacían aire o le echaban porras al saberse completamente inútiles.
-¿Más café?- preguntó Antonio abriendo la puerta.
¿A qué hora llegó? Cierto, le abrí la puerta y dijo que prepararía la cena. Aww, se ganó una mam…una magdalena, una magdalena, nadie se altere.
Estábamos en esa etapa de crear confianza donde ya no me importaba si me encontraba en un buzo guinda con el cabello en un moño alto improvisado, no tienen nada que ver los exámenes y mi falta de tiempo…ja.
-¡Si!- exclamó la Nerd con desesperación como si le ofrecieran agua después de 3 días en el desierto.
-Por favor- contesté sin despegar los ojos del libro, alzando con una mano la botella deportiva vacía.
Hace un rato tenía un litro de café. ¿Quién se lo tomó?
-¿Mañana terminan tus exámenes, cierto?- consultó recibiendo la botella.
-Sí. ¿Por qué?- pregunté y lo miré al no escuchar respuesta -¿Pasó algo?
-No, sólo quería saber si estarías libre el fin de semana, quiero ir a un lugar- informó desviando la mirada, nervioso.
-Estaré libre- declaré casi de inmediato, no podía resistirme a esa parte tan tierna de él -Terminaré mañana con esto y no tendré nada pendiente para el fin de semana.
-Está bien- contestó con aire de tranquilidad -La cena estará lista en una hora- anunció y volví a sumergirme en los apuntes.
Mis oraciones hicieron efecto o no sé que astro se alineó, porque no hubo otro “ataque de estrés” mientras yo estaba obsesionada con Mary Richmond, Augusto vigilándolo solo no me sabía muy bien y su negativa a que ni su mejor amigo lo sepa fue definitiva.
Aunque luché por que pidamos ayuda, después de una discusión amarga, su “si no hubieses estado allí tú tampoco lo sabrías” me dolió más que la bala en mi sueño, no tuve argumento y no le quedo de otra que mascullar un “lo siento, no quise…”, pero el daño ya estaba hecho.
El fin de semana llegó y antes de notarlo Antonio conducía hasta las afueras de la ciudad, salimos antes que el sol a quién sabe dónde.
El otoño empezaba a retirarse y faltaba poco para que empiece el invierno, inusualmente el sol iluminaba el cielo, no era propio de la estación tanto calor hoy, el calentamiento global de seguro.
Admiré el paisaje encantada, había sólo colinas verdes alrededor, llegamos a un pueblito donde Antonio ya había reservado habitaciones con su falsa identidad, se veía todo muy rústico y encantador, muy diferente a los lujos que rodeaban al rey en la ciudad.
-Aquí nací- reveló cuando llegamos a la habitación justo después de dejar las maletas.
-¿En serio?- pregunté admirando el paisaje por la ventana -Es un lugar precioso.
-Es cierto- susurró rodeándome por la cintura y descansando su barbilla en mi hombro -Quiero que vayamos a un lugar, ponte ropa cómoda, vas a caminar mucho- avisó dejando un beso en mi cabello antes de dirigirse al baño.
Estaba extrañamente cariñoso y atento desde la discusión, pensé que era por lastima al verme agonizar con los exámenes, pero ahora creo que es su forma de disculparse en serio.
-Esta bien- comenté antes de cerrar la ventana.
Cambié los jeans por una falda floreada rosa larga que llegaba a casi mis rodillas con una blusa corta y zapatillas blancas, él conservó sus jeans, solo cambio su camisa por un polo azul.
Antes de salir, escondió su cabello en un gorro de sol y condujo hasta que llegamos a una zona que parecía privada, por la entrada amplia con rejas.
Bajó la velocidad al llegar a la caseta del guardián de esa puerta, asomé la cabeza con curiosidad, sentía que aún no era momento de preguntar, primero quería ver que había al otro lado de esas rejas.
-¿Recuerdan esa película donde la chica va a la ciudad de su novio y todo el mundo hacía rituales satánicos?- preguntó la Nerd.
-Deja de ser una paranoica- se quejó la Pinky lanzándole su lima de uñas.
-Yo la recuerdo, el novio se comió el dedo de alguien, genial- comentó la Floja -Tengo hambre- se quejó mientras las otras sentían lo contrario -Y la chica no sobrevive, ya me acordé, mejor volvamos a casa a ver una maratón y pizza- propuso sintiendo sueño.
La Dark sólo las veía en silencio manteniéndose al margen, sentía que algo no andaba bien.
Antonio le mostró su identificación a la señorita de la caseta y esta abrió las puertas para que el auto pudiese ingresar.
Se veía todo diferente al exterior, el paisaje estaba más verde y cuidado, habían flores alrededor que adornaban el amplio valle con un par de casas grandes pero muy alejadas del camino y apartadas entre ellas.
-¿Qué es este lugar?- pregunté sin aguantarme.
-Aquí solía vivir, todos los que viven en esta zona son los primeros habitantes de la ciudad, la plaza a la que fuimos se formó después- contó mirando el camino.
-Entonces. ¿Iremos a tu casa? ¿Por qué nos hospedamos en el centro?- pregunté ladeando la cabeza sin entender.
-No veremos a mi familia, no a ellos- indicó bajando la velocidad -Visitaremos a mi madre- anunció seco y directo antes de llegar al final de un camino angosto y estacionarse frente a una pradera.
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Editado: 21.07.2022