Enical
-¡Sabrina basta!
-De eso nada, soy tu mejor amiga y es mi deber decirte lo que haces mal.
-¡Todo lo hago mal para la perfecta Sabrina!
-Tus manipulaciones a la defensiva no funcionan conmigo- contestó con suficiencia cruzándose de brazos.
-Eres más terca que Aferi y ella es un bebé- me quejé dejándome caer en la cama.
-Gracias- dijo realmente alagada estirando la falda de su pijama en una reverencia –Sabes que lo hago por ti, deja de cerrarte a las personas, cada vez que un tío te gusta te alejas y nos colocas a todos delante, soy testigo de como mandaste a Adrián amenazar al pobre Fernando porque te invitó a salir, ten límites.
-Funcionó bien, no me ha vuelto a hablar- contesté orgullosa, alzó una ceja y volví al mohín de “castigada” -¡Está bien! Prometo intentar…luego.
Negó y se rió antes de lanzarme una almohada, desperté con esa última sensación de “todo va a estar bien”.
Supongo que Sabrina estaría orgullosa de mi ahora, hice lo que por años me aterró, tampoco es que tuviera alguna barrera aquí, a estas alturas sospecharía que la estrategia de Antonio fue sacarme de mi zona de confor para conquistarme.
Aunque conociendo como le encanta dar la contra, seguro diría algo como “¿No ibas a alejarte cuando te sentías confundida por mí?”, sería una excelente pregunta…y no sabría que responderle, en mi defensa deje las cosa enfriarse…un par de semanas.
Me reí fuerte recordando a mi mejor amiga antes de empezar el día, revisé mi teléfono y encontré un mensaje de buenos días de mi novio hace como 4 horas, las diferencias horarias dan asco.
Antonio seguía siendo el rey, llevaba unos meses de gira; a veces se ausentaba sólo días o semanas, pero lo compensaba con viajes fuera del país, benditos sean los trenes bala y subterráneos.
Tambien me dejaba mensajes o llamaba antes de dormir, aunque, a veces sus buenas noches me pillaban almorzando o desayunando, era extraño, pero una se acostumbra, comparado a un viaje en el tiempo o ataques a media noche, mantener una relación a distancia y exámenes de universidad era pan comido.
-¿Te enteraste lo de la foto?- la voz de la chica llegó fácilmente a nuestra mesa durante el almuerzo.
-Si, lo vi esta mañana. Nunca había visto al señor Ulfrein con esa chica por la empresa o algo parecido- informó su acompañante.
Theodor me veía intentando adivinar qué preguntarme primero, todos hablaban de la foto de una rubia entrando a la habitación de Antonio en Italia.
-¿Estás bien con eso?- preguntó al fin mirandome atento como si fuera un acertijo para salvar su vida, bebí mi jugo tranquila.
-¿Con qué?- inquirí con naturalidad, me lanzó una mirada detallando lo obvio, llevábamos escuchando esas conversaciones toda la mañana y en un restaurante era más que obvio el tema universal de conversación.
-En realidad sí- contesté encogiendo los hombros -Confío en mi novio- agregué sonriente antes de llevar una porción de almuerzo a la boca.
Theodor alzó las cejas sorprendido cruzándose los brazos sin poder creerme, miró a Carolina buscando alguna confirmación de que mentía.
Ella nos veía sin mucha emoción mientras almorzaba, obviamente en cuanto vi la foto la llamé y allí si descargué preguntas, inseguridades y teorías a lo History Chanel, porque mejor sospecha que sorpresa.
Llegamos a la misma aburrida conclusión, de Antonio algún escándalo sobre mujeres era simplemente extraño, incluso cuando salía con alguna modelo, se encargaba de que la presa estuviera al tanto de que eran amigos, antes de algún rumor.
A diferencia de Theodor que era tan frecuente de salidas por la noche que ahora la noticia era por qué ya no lo veían en las fiestas, mi pobre amiga tuvo que pensarse muy bien apostarle a ese caballo.
-El león cree que todos son de su condición- comentó Carolina fingiendo desdén.
Theodor abrió mucho los ojos sintiendo el peligro de su pasado soplándole en la nuca, lo tenía merecido por chismoso.
-Son huevadas- comenté relajada para distraerlos.
-¿Hue qué?- Theodor se giró hacia mi como si hubiese hablado en un idioma que no conocía.
-Sus palabras de Perú- simplificó Carolina encogiéndose de hombros.
-Hablando del rey de Roma- comenté mirando la llamada entrante del teléfono con el nombre “No contestar, peligro de infarto”.
-Oye es literal, esta en Roma ¿No?- preguntó mi amiga sonriendo antes que su novio le susurrara “¿Cómo me tienes guardado en tu celular?”.
Reí por la facilidad de Theodor para distraerla antes de contestar -¿Hola?- saludé animada.
-Hola. ¿Cómo estás?- respondió al otro lado, no se escucha bulla, debe estar en receso.
-Pues bien, almorzando con los chicos. ¿Pasó algo?- mencioné extrañada, no llama cuando sabe que estoy en la disquera, pasé una servilleta por los labios.
-De hecho, sí, necesito que vayas a mi oficina un segundo y me envíes un archivo- solicitó.
-Está bien- corté y me levanté de la mesa -Quiere algo de su oficina- informé a la pareja que ni siquera me miró cuando salía del restaurante, Theodor intentaba alcanzar el bolso de Carolina por alguna razón que no escuché.
-Ya estoy en tu oficina- reporté, todo estaba desierto por la hora de almuerzo -¿Tu ordenador dónde está?
-Justo detrás de ti- su voz sonaba con eco, fruncí el ceño obedeciendo.
Un momento…¿Cómo sabe qué estoy mirando?
Volteé y lo encontré apoyado en su escritorio con el teléfono en el oído, abrí la boca de la emoción y corrí a abrazarlo. Han pasado qué. ¿Dos meses?
-Hola. ¿Cuándo llegáste?- pregunté sin poder creerlo.
-Hace una hora, cancelaron mi último concierto, algo como un virus extraño en una parte de Asia y declararon aislamiento- comentó extrañado antes de encogerse de hombros y restarle importancia.
-Que extraño- agregué ladeando la cabeza, aún no es tiempo de…pues eso.
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Editado: 21.07.2022