¿estas conmigo o estas fuera?

La Contratación

Los zapatos del profesor Jorge resonaban por todo el pasillo, emitiendo un chirriante sonido debido a la sustancia viscosa, verde y pegajosa que llevaba sobre ellos. El profesor caminaba con furia hacia la oficina de la directora, decidido a expresar su frustración. Al llegar frente a la puerta, la abrió sin siquiera tocarla y se encontró con la mirada fija de la directora.

- ¡Estoy harto, no puedo aguantar más! —exclamó en tono furioso—, ¡llegué a mi límite! -dibujó una línea imaginaria en la altura de su frente, señalando su punto de quiebre.

La directora arqueó una ceja mientras ajustaba sus lentes, observando al profesor de pies a cabeza antes de cerrar los ojos y suspirar cansada. - ¿Fue ella de nuevo, ¿verdad? -preguntó, casi afirmando.

-Usted sigue creyendo que es un angelito, pero no, ella es un demonio en carne y hueso. No soy el único en decirlo, los demás profesores y alumnos del plantel están de acuerdo conmigo. Ya nos tiene hasta... -fue interrumpido por la persona que estaba sentada en el escritorio, quien aclaró su garganta.

-Profesor Jorge, permítame presentarle al señor Thomas Felton, nuestra esperanza para enfrentar a esa "diablita", como usted la ha llamado -la persona que acompañaba a la directora era un hombre de unos treinta años, vestido con un traje azul marino y una corbata roja-. Disculpen, iré a ver cuál es el problema y regreso enseguida, ¿de acuerdo? -dijo la directora mientras salía de su oficina y se dirigía hacia el pasillo, donde se encontraban dos jóvenes. Una de ellas era una chica de cabello rubio y piel blanca, mientras que la otra era castaña con piel morena, ambas de dieciocho años. Al ver a la directora acercarse, comenzaron a caminar en dirección opuesta.

-Señorita Dania -llamó la directora, pero la chica no respondió-. Señorita Dania -la directora aceleró el paso para alcanzarla-, le estoy hablando, caramba -tomó su brazo y la hizo voltearse.

- ¿Qué pasa ahora, directora? -dijo la chica despreocupada, cruzando los brazos-. ¿Qué le ha dicho el "Don Chillón" esta vez? -refiriéndose al profesor Jorge.

-Dania intentó lastimar nuevamente a su profesor -la castaña rodó los ojos ante el comentario que acababa de escuchar-. Por favor, no queremos tomar medidas extremas contigo.

- ¿Van a expulsarme? Saben que no pueden hacer eso, porque si yo dejo la escuela, ustedes se hunden -la chica tenía razón, ya que Dania era una de las mejores estudiantes de la escuela y gracias a ella, la institución había ganado prestigio-. Pero bueno, trataré de no molestar más al "Don Chillón" -dijo la joven antes de retirarse con su amiga Katy. Mientras tanto, la directora se dio la vuelta para regresar a su oficina, y la chica agregó: -Y directora, tenga cuidado -mencionó mientras se escuchaba un ruido de alguien resbalando-, ahí es donde quedó el resto de baba verde -la chica rio por lo bajo y continuó caminando sin ayudar a la directora a levantarse.

La directora entró a su oficina con una mirada furiosa, su ropa mojada debido a la caída que había tenido sobre la baba verde con la que el profesor Jorge había sido bañado. - ¿Está completamente seguro de que podrá lidiar con esa "demonio" llamada Dania? -cuestionó la directora al joven sentado frente a ella.

-Creo que ustedes necesitan mucha ayuda aquí -Thomas se levantó de su lugar para enfrentar a la directora.

-Oh, un milagro -susurró el profesor Jorge, quien todavía se encontraba dentro de la oficina.

-De acuerdo, queda contratado. ¿Podría presentarse mañana? -extendió su mano hacia el joven.

-Claro que sí, profesor Tom, para servirle -dijo Thomas estrechando la mano de la directora

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Eran aproximadamente las 18:30 de la tarde y Dania finalmente llegó a su casa, donde su madre la esperaba impaciente en el sofá de la entrada.

-Hola mamá, ya llegué-, saludó Dania mientras caminaba hacia la cocina para servirse un vaso de agua.

Su madre se levantó del sofá y la miró fijamente. -Hola hija, ¿dónde estabas que apenas llegas ahora? -, respondió con calma.

-Estaba en casa de Katy ayudándola con algunos trabajos-, dijo Dania, dando un sorbo de agua.

La madre sonrió orgullosa y comentó: -Siempre ayudando a los demás, eres tan inteligente y has hecho tanto por la escuela-. Dania se iluminó al escuchar esas palabras de su madre. -Hoy quiero decirte que estoy muy orgullosa-, continuó su madre. Sin embargo, en ese momento, su sonrisa se desvaneció cuando su madre añadió: -Pero seguirás esperando, porque nunca te lo diré, por mucho que te esfuerces-.

La tristeza invadió a Dania y, sin darse cuenta, dejó caer su vaso de agua, que se estrelló contra el suelo.

-Sólo demuestras que no eres tan inteligente como todos creen-, dijo su madre con desdén. Dania se agachó para recoger los trozos de vidrio esparcidos por el suelo, mientras las lágrimas comenzaban a deslizarse por sus mejillas.

-Mamá, ¿por qué me dices esas cosas? ¿Por qué no puedes decirme que me amas, aunque sea por un momento? -, reprochó Dania. -Si papá estuviera aquí, él me diría todos los días que está orgulloso de mí por ser quien soy-, se defendió, esperando que eso ablandara el corazón de su madre.

-Pero tu padre no está aquí, y todo es culpa tuya. Si no te hubieras salido del coche, él seguiría vivo- respondió su madre con frialdad. Esas palabras golpearon el corazón de Dania, dejándola sin palabras.




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